Así perdió el establishment la Cambra de Barcelona
12 empresas comprometieron 3,6 millones para intentar ganar las elecciones
BarcelonaPerplejo, noqueado, en choque. Son expresiones que pronuncian algunos de los protagonistas de las elecciones empresariales más importantes que se han visto nunca en Cataluña. Nadie, ni los perdedores ni los ganadores, se esperaba un resultado como el que hubo. En los últimos años se ha jugado una partida a la sombra del poder, pero el gran público no ha sido consciente de ello hasta esta semana, cuando la noticia estalló el miércoles cerca de la medianoche: Eines de País, la candidatura liderada por la ANC, había ganado por mayoría absoluta las elecciones a la Cambra de Comerç de Barcelona, probablemente la institución empresarial más importante de Cataluña. La ola se llevó al candidato oficialista, Carles Tusquets; al que quería ser la alternativa, Enric Crous, y al tercero en discordia, Ramon Masià. Tusquets, seguramente el candidato favorito, solo consiguió 3 de las 40 sillas en juego, una de las cuales —en una alianza realmente particular— gracias al apoyo mayoritario de los taxistas de Élite Taxi, que llamaron a la movilización.
Lo que vino a continuación fue el silencio. “Un silencio total, sepulcral, alucinante”, explican desde la planta noble de una gran empresa catalana. “Ha sido una gran sacudida”, añaden. Una docena de grandes empresas se habían comprometido a pagar un mínimo de 3,6 millones de euros a lo largo de cuatro años para ayudar a Tusquets a ser presidente de la Cambra, pero ahora esto no servirá de nada. Estas empresas, entre las cuales hay cuatro vinculadas al grupo La Caixa, ahora están “fastidiadas”, afirman las fuentes consultadas. “Al día siguiente de las elecciones, algunas llamaron para intentar hacer marcha atrás y que le devolvieran el dinero, pero no podrán”, añaden. Con ese dinero (un mínimo de 75.000 euros anuales cada una) estas compañías se han comprado 14 de las 60 plazas del pleno de la Cambra, una novedad de estas elecciones y que en condiciones normales habría dificultado mucho la victoria de un candidato diferente del preferido por las grandes empresas.
El establishment barcelonés todavía no ha entendido qué ha pasado. “Ha cambiado el paradigma y no se han dado cuenta”, explica alguien que pisa las mismas moquetas. “Lo que ha cambiado —apunta otra voz— es que ahora se ha votado: es muy fuerte, pero es estrictamente así. Durante 30 o 40 años todo era de uso interno, los mecanismos de la Cambra eran totalmente opacos, nada era transparente ni merecía el nombre de procés electoral: se ponían de acuerdo, llamaban a cuatro grandes empresas y a sus proveedores, y listos”.
Pero la partida, como decíamos, empezó hace mucho tiempo. Las elecciones debían haberse celebrado en 2014, pero no se han producido hasta ahora, con un lustro de retraso. El motivo de este inexplicable atraso es que las elecciones no podían convocarse hasta que la Generalitat no redactara una nueva ley de cámaras, pero el Govern fue encadenando aplazamientos sin nunca explicar los motivos. Cuando se publicó la ley se extendieron las sospechas: el nuevo pleno de la Cambra, de 60 sillas, blindaba 14 para las empresas que compraran la plaza haciendo aportaciones económicas (un sistema que emulaba el modelo recientemente instaurado en la Cambra de España creada por el Estado). Entre las pymes esto se interpretó como un intento por blindar la institución a favor de las grandes corporaciones. “Eso es un mal invento, tanto éticamente como estéticamente: comprar el escaño no está bien”, admite el representante de una gran empresa con presencia en la Cambra, que cree que debería haberse encontrado otro método para que el voto de un autónomo no valiera lo mismo que el de una corporación que factura 10.000 millones. “El sistema se había montado para conseguir grandes mayorías, pero para unas mayorías muy diferentes de las que han salido”, ironiza el asesor de uno de los candidatos de estas elecciones.
El papel de la Generalitat
La segunda gran batalla que ha pasado inadvertida para la mayoría de la población ha sido la metodología de voto. La actual consejera de Empresa, Àngels Chacón, anunció el verano pasado que las elecciones se harían por voto electrónico para intentar impulsar la participación, lo que causó un estruendo entre las personas que dominaban el sistema de voto tradicional. Y todavía hubo una tercera batalla: algunos candidatos lucharon para que el voto telemático al menos no supusiera la desaparición del voto por correo postal, que en las anteriores elecciones (en las que el 80% de los electores votaron por carta) fue anulado en los tribunales cuando se demostró que había habido fraude. Chacón optó por suprimir el voto por correo postal, pero las fuerzas vivas consiguieron que el Estado intentara forzar el reglamento para impedir esta prohibición. El movimiento era tan grotesco que el Gobierno, finalmente, hizo marcha atrás.
Y así es como se llegó a los comicios. El establishment, que ya tenía aseguradas al menos 12 sillas de pago, “creía que tenía la mayoría garantizada”, explican fuentes de estas empresas. El rival que más respeto les hacía era el exdirector general de Damm, Enric Crous, no muy alejado del mismo establishment, pero que podía jugar la carta de representar a las pymes, porque se presentó en alianza con la patronal Pimec. Entonces, desde algunos despachos se arrancó una campaña para acusar a Crous de independentista —aunque nunca ha dicho que lo fuera— y avisando del peligro que supondría para la Cambra. “Cuando calificaron a Crous de indepe convirtieron unas elecciones empresariales en políticas”, valora un alto cargo empresarial. “Y así abrieron el camino a la ANC”, concluye.
En un primer momento, algunos vieron la magnitud de la tragedia que se acercaba. “Somos el Senado enfrentado a toda la nación de Grecia”, advirtió alguien del equipo de Carles Tusquets cuando se supo que la ANC irrumpiría con una candidatura propia. Pero en el fragor de la batalla, a medida que los equipos se adentraban en la campaña, las señales de alerta se disiparon, tanto para los rivales como para los medios. Todo el mundo esperaba que la ANC conseguiría hacerse un agujero, pero nadie preveía un resultado estratosférico como el que obtuvo.
“Sabíamos que movilizaríamos a mucha gente; lo que nos ha sorprendido es que las otras candidaturas han movido muy poco a su electorado”, reflexionaba posteriormente Joan Canadell, una de las caras visibles del equipo de Eines de País. Las cifras lo demuestran: en las elecciones de 2010 votaron 7.222 empresas y autónomos; en las de esta semana, los tres teóricos favoritos (Tusquets, Crous y Masià) solo han reunido a 9.922. Todo apunta a que la ANC ha conseguido movilizar a votantes que hasta ahora no participaban, y que por eso ha reunido sola 7.316 de los cerca de 19.000 sufragios que ha habido.
Con el resultado se supo que la Cambra, eternamente controlada por las mismas personas, había cambiado al instante. De una tacada, grandes empresas como Telefónica, El Corte Inglés, Nissan, Roca, Áreas, FCC y Planeta (derrotada por la productora de Joel Joan, que obtuvo el doble de votos) han perdido su plaza en la institución.
Los resultados despertaron el lógico entusiasmo de Eines de País, y todo lo contrario en el resto de candidaturas. Especialmente estupefacto se pudo ver al equipo de Tusquets el miércoles por la madrugada en la Cambra. Durante las primeras horas se oyó alguna autocrítica (“Algo tenemos que haber hecho mal”, decían) y el mismo financiero estaba muy cabizbajo. Su jefe de campaña, Pau Herrera, estaba más peleón y afirmaba, por ejemplo, que sabía “cuántos pakistaníes” habían votado para explicar que las cuentas no le salían. Pero ahora Tusquets asegura que los números tampoco le cuadran y que esto no se ha acabado. El lunes deben publicarse los resultados definitivos y entonces se sabrá qué pasa con los 995 votos que se apartaron por posibles irregularidades. De todos modos, la mayoría de fuentes consultadas consideran que el resultado no variará de forma importante.
Punto final de Miquel Valls
El resultado también es muy amargo para Miquel Valls, presidente de la Cambra desde 2003 y que durante los últimos nueve años ha ocupado el cargo gracias a las elecciones de 2010, cuando solo resultaron válidos 823 votos. Su liderazgo ha sido muy cuestionado y, de hecho, sufrió dos dolorosos plantones en los últimos meses. Uno fue en noviembre, cuando el consejo de Fira de Barcelona no se presentó a una comida de despido que se había organizado con él. Le reprochaban las malas formas utilizadas en la renovación de la Fira, institución en la que la Cambra tiene un papel clave. El segundo plantón fue hace dos meses, cuando la mayoría de empresarios del pleno de la Cambra no asistieron a la reunión de despido del presidente.
Algunas voces explican que el miércoles Miquel Valls —cuya gestión ha sido muy cuestionada por inmovilista y endogámica— siguió la noche electoral desde su despacho de la Casa Llotja de Mar, el edificio histórico que posee la Cambra de Comerç. Nadie lo vio salir, pero sí que pudieron detectar su coche oficial esperándolo. Porque el cargo de presidente no está remunerado, pero sí que tiene dietas que algunos cuestionaban.
“La Cambra ha sido una institución oscura y plutocrática”, lamenta un alto directivo. “Ahora no será una maravilla, pero será asequible y accesible”, concluye.