Los beneficios de la pausa para el café, el gran debate irresoluto
Los estudios no son concluyentes sobre el impacto en la productividad de los descansos de los trabajadores
BarcelonaPara algunos trabajadores, hacer una pausa para almorzar, tomar un café o merendar es sagrado y, en algunos sectores, incluso está prevista en los convenios. Ahora bien, ¿las pausas sirven únicamente para distraer la mente durante unos minutos o tienen algún beneficio más? ¿Son solo un derecho de los empleados o las empresas también salen ganando? La respuesta, como suele pasar, es que depende.
Para empezar, hay un hecho indiscutible: “La pausa es una necesidad básica de cualquier puesto de trabajo”, afirma Fernando García Benavides, catedrático de salud pública de la UPF. “Es razonable tener descansos cortos pero periódicos siguiendo un programa razonable de trabajo”, añade.
Estas paradas hacen falta por un tema “ergonómico” –es decir, físico– pero “también mental”, explica el catedrático. Un trabajador “tiene que descansar cada cierto tiempo para que su trabajo sea productivo”, puesto que los “procesos neuronales necesitan descanso”, indica.
García Benavides destaca que hoy muchos trabajos piden “una intensidad mental brutal”, puesto que consisten en pasar muchas horas delante de un ordenador, un hecho que “se ha incrementado” con la pandemia. Esto hace las pausas todavía más necesarias.
En este sentido, el médico recuerda que el hecho de poder descansar durante el trabajo tiene grandes beneficios en el aspecto sanitario, puesto que evitan lesiones u otros problemas de salud entre los trabajadores. Igual, de hecho, que limitar el número de horas diarias que se trabaja: “La jornada de ocho horas es una conquista histórica para la salud pública que no tiene comparación”, asegura, porque ha permitido reducir las enfermedades derivadas de excesos de trabajo que durante siglos afectaron a gran parte de la población.
Está claro, entonces, que, para la gente que tiene que ir cada día a trabajar, romper el ritmo de trabajo de vez en cuando es un hecho necesario desde un punto de vista médico, porque el descanso beneficia el bienestar físico y mental, y porque posteriormente se puede trabajar mejor.
No obstante, la cuestión sobre si esta mejora del trabajo afecta al rendimiento está más en entredicho. En Catalunya ver a trabajadores comiendo un bocadillo, bajando a una cafetería o fumando un cigarrillo es habitual, igual que en otros muchos lugares. En Suecia –a menudo un ejemplo de rigidez y eficiencia laboral– muchas empresas reservan un rato para el fika, una pausa para que los trabajadores tomen café y pasteles, y socialicen entre ellos. La práctica está tan extendida que se ha convertido en un elemento identitario de la cultura del país. Aun así, en otros muchos países romper el ritmo de trabajo está mal visto.
"Correlación positiva"
La investigación sobre los efectos de las pausas en la productividad de los trabajadores empezó hace años. Hasta ahora, se ha probado que “hay una correlación positiva” entre las pausas y la productividad, pero la mayoría de los estudios “no miran el impacto causal”, es decir, no acaban de analizar si realmente la mejora productiva se debe al hecho de hacer más pausas, explica Rosa Ferrer, investigadora del departamento de economía y empresa de la UPF y de la Barcelona School of Economics. “Hay un problema de selección: las empresas mejor gestionadas atraen mejores trabajadores”, añade, lo que puede distorsionar la investigación.
De hecho, en los últimos años la gestión de recursos humanos está cambiando mucho. El presencialidad y el hecho de trabajar más o menos tiempo están dejando paso a nuevas maneras de medir el rendimiento de los empleados que tengan en cuenta muchas más variables. “No importa si se hacen diez pausas, importa el rendimiento”, dice Ferrer, lo que hace que haya “una tendencia creciente a hacer que el sueldo esté más asociado al rendimiento del trabajador”.
Dentro de la gestión del rendimiento, las pausas son un elemento más a pesar de que sigue siendo importante para la empresa. “Las pausas pueden ser positivas, pero también son costosas”, recuerda la investigadora, puesto que es tiempo en el que el trabajador no está activo. Además, según la empresa el coste puede variar mucho. “El coste de una pausa es alto por ejemplo en una tienda solo tiene un trabajador”, porque le supone quedarse sin nadie durante un rato, mientras que en un bloque de oficinas de una multinacional no hay este problema.
A pesar de esto, Ferrer explica que para medir el rendimiento hacen falta muchas variables, no solo el tiempo trabajado. “Solo un indicador no es suficiente. También es positivo combinar indicadores objetivos y subjetivos”, explica. La adaptación de la gestión de la empresa a la productividad de los empleados y a su manera de trabajar es clave: “Quien gestiona bien su empresa es generalmente quien conoce mejor la productividad de sus trabajadores”, afirma.