La crisis del covid acelera la deslocalización empresarial

Anís del Mono es la última gran empresa que decide trasladar su producción fuera de Catalunya

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En Badalona, a primera línea de mar, sólo es conserva una fábrica histórica: esta

BarcelonaEl Anís del Mono ya no se hará en Badalona. La producción de pasta seca de Pastas Gallo marchará de Granollers. Bosch dejará de fabricar su sistema de frenado para coches en Lliçà d'Amunt. Magneti Marelli no hará más piezas desde Llinars del Vallès. Las dos primeras se van a Andalucía, la tercera mira hacia Polonia y la cuarta apuesta por Marruecos. A pesar de haber escogido cada una un destino diferente y operar en sectores diferentes (a pesar de que las cuatro son industriales), a todas les une involuntariamente el mismo hilo: haber despertado al fantasma de la deslocalización. Un fenómeno que, parece, no ha hecho más que empezar.

“En todos los momentos de caída del consumo y de caída de la inversión, la tendencia natural de las empresas es reducir costes y concentrar recursos allá donde sea más eficiente para ellas”, expone Paloma Fernández, especialista en historia económica y profesora de la UB. “Las empresas miran temas contables puros y duros”, analiza. Si cae el consumo, cae la facturación, pero se mantienen los gastos fijos. Y esto, según ella, pide racionalidad económica. 

Además, “estamos en plena fase de transformación digital y, por lo tanto, de un proceso de relocalización productiva en todo el mundo vinculada a esta digitalización”, añade Josep Lladós, economista y profesor en la UOC. Su lectura es que la crisis del covid no ha hecho más que acelerar la tendencia: con los mercados cerrados o restringidos, las empresas han aprovechado la situación para plantearse especializar cada planta y llevarla a lugares de bajo coste.

Ahora bien, el peligro es que empiece a haber muchas deslocalizaciones, escenario del cual los dos están absolutamente convencidos. “Sin ningún tipo de duda habrá más movimientos así –afirma Fernández–. En los procesos de transición, los sectores que se tienen que cerrar o reconvertir prefieren la deslocalización como alternativa intermedia para reducir costes, poder continuar y aprovecharse de la transferencia de conocimiento”, es decir, aprender en otros países procesos que hagan la fabricación mucho más eficiente. 

La consecuencia para Catalunya

¿Pero qué pasa en el territorio del cual se huye? A pesar de que la pérdida de puestos de trabajo quede compensada por las vacantes que abren las empresas que deciden instalarse en Catalunya, el problema es que los nuevos trabajos corresponden a niveles formativos y grupos de edad diferentes a los de los trabajadores de las fábricas que han cerrado, según un estudio elaborado por la Cambra de Comerç de Barcelona a petición de la Generalitat de Catalunya. También es común que los que han perdido el trabajo acaben en sectores con sueldos inferiores. Esto si pueden encontrar trabajo. 

En concreto el estudio calcula que, hasta 2018, se habían destruido cerca de 15.000 puestos de trabajo en Catalunya a raíz de la deslocalización, una cifra –matizan– que no tiene en cuenta el impacto sobre los proveedores y el consumo y el comercio de las zonas afectadas. 

“Lo que nos dicen estos procesos de deslocalización es que el atractivo de la localización industrial en Catalunya pierde bastante –resume Lladó–. “¿Es preocupante? Sí. ¿Se puede revertir? También”, añade. Resolverlo, dice, depende de que se impulsen políticas industriales y tecnológicas “sin ser tibio”, y de utilizar bien los fondos europeos. Su recomendación es no dejarse deslumbrar por proyectos sexis, sino por aquellos que ayudan a hacer mejor lo que ya hacemos bien y que el mercado nos reconoce. La propuesta de la profesora de la UB es resolver problemas básicos y así competir con otros países. Se explica: “Aquí el gobierno no siempre desgrava la I+D+i cuando y como toca, ni siempre funcionan los ordenadores en la universidad, ni siempre llegan las subvenciones... ¿Tendrías un laboratorio de I+D+i en estas condiciones?”

Los casos más sonados del último año
  • Magneti Marelli se lleva parte de la producción en Tánger El grupo del sector de la automoción comunicó a los trabajadores a finales de verano que trasladaba maquinaría y proyectos de producción de Llinars del Vallès a la planta que tiene en Tánger, en Marruecos.
  • Pastas Gallo lleva a Córdoba la elaboración de pasta seca La empresa anunció en febrero que la pasta seca pasaría a hacerse a Córdoba, y no en Granollers. Esto no implicaba cerrar la planta, pero si afectaba 74 empleados, de los cuales se acordó reubicar a la mitad.
  • Bosch cierra la fábrica de Lliçà y refuerza Polonia La multinacional decidió a principios de año cerrar la planta de Lliçà d'Amunt, que emplea a 300 personas. El objetivo es concentrar en Polonia la fabricación del sistema de freno que hacen en la planta catalana.
  • Anís del Mono se producirá mayoritariamente en Cádiz El grupo Osborne informó hace una semana que se lleva gran parte del proceso de producción de Anís del Mono al Puerto de Santa María, en Cádiz. Badalona se queda solo con la destilación.
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