Desigualdad

El ascensor social en Cataluña: tocado, pero no hundido

El acceso a la educación, las desigualdades salariales y la dificultad para acceder a una vivienda tensan la movilidad social

BarcelonaEl sueño americano estipula que cualquier persona que llegue a Estados Unidos puede hacerse rica sólo con su esfuerzo y su ingenio. Los altos cargos de la Unión Europea presumen de haber construido un "jardín" –en palabras del ex alto representante de la UE, Josep Borrell– de paz y prosperidad donde todo el mundo puede salir gracias al dinamismo de la sociedad y una extensa red de ayudas sociales públicas. Así, tanto en Europa como en EE.UU. pasar de un entorno desfavorecido a una vida digna es factible.

Pero, ¿hasta qué punto es cierto? ¿Existe realmente un ascensor social que permite a cualquier ciudadano escalar y mejorar la calidad de vida, el sueldo, las condiciones laborales y los conocimientos? ¿O, como decía el cómic neoyorquino George Carlin, "se llama sueño americano porque tienes que estar dormido para creer"?

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En Cataluña, al igual que en el conjunto del Estado, la movilidad social existe. "España está por debajo de la media europea", indica Alba Lanau, profesora de ciencias políticas en la Universidad Pompeu Fabra experta en movilidad social. "No es el peor país, pero tampoco el mejor", dice, y añade que, en comparación con el resto de comunidades autónomas españolas, Catalunya es el territorio del Estado con mejor situación.

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La movilidad social se puede medir de diversas maneras. Una es la movilidad absoluta, que simplemente mide si una persona vive en condiciones mejores que sus padres. Otra es la relativa, que mide qué probabilidad hay de que una persona avance en la escala de renta de la sociedad: por ejemplo, si una persona que cuando nace se encuentra entre el 1% más pobre de la población de un país puede avanzar hasta la mitad o, en un caso extremo, hasta el 1% más rico.

"La comunidad autónoma con el máximo nivel de movilidad absoluta y relativa es Cataluña, con tasas de movilidad al nivel de Escandinavia, mientras que las regiones con niveles más bajos de movilidad absoluta y relativa son Andalucía y Canarias, con una movilidad absoluta similar a la del sur de Estados Unidos", según el estudio El ascensor social en España. Una análisis sobre la movilidad intergeneracional de la renta elaborado por Javier Soria Espín, investigador de la Paris School of Economics y publicado en mayo de 2022 por la escuela de negocios Esade. Por ejemplo, los hijos de las familias que se sitúan entre el 25% más pobre de la sociedad llegan a obtener, en promedio, una renta anual de más de 20.500 euros en la demarcación de Barcelona, ​​mientras que en la provincia de Cádiz no llegan a 14.900 euros.

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Ahora bien, sobre la movilidad social, los estudios existentes tienen ciertas limitaciones, explica Lanau, porque se centran en la pobreza. "La pobreza sólo capta ingresos", explica, pero deja a un lado una serie de variables menos cuantificables, pero que tienen efectos tangibles en la capacidad de salir adelante social y económicamente de los ciudadanos. "Hay un estrés financiero que no captan sus estudios", comenta.

Sueldos bajos, pisos caros

En este sentido, existe la percepción de que las condiciones de vida han empeorado respecto a épocas pasadas para un grueso importante de la población en los últimos veinte años, sobre todo a raíz de la crisis financiera de 2008, que en España se prolongó durante casi ocho años. Según datos de Reuters, entre 2008 y 2015 los sueldos reales en España cayeron de media casi un 25%, una pérdida del poder adquisitivo que costó años de recuperar y que, además, fue acompañada de tasas de paro superiores al 20% durante varios trimestres. "El crecimiento de los sueldos ha sido bastante pequeño y la distancia entre los más altos y los más pequeños ha ido a más", dice Víctor Climent, profesor de sociología de la Universidad de Barcelona especializado en movilidad social, que tiene clara la situación: " El ascensor social se ha estropeado bastante en los últimos años".

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Así pues, el profesor de la UB considera que la estructura productiva del país impide una mejora de la movilidad social, y que esta variable pesa más que la calidad del sector público. "Los servicios públicos han mejorado muchísimo en general: la sanidad, la educación y las universidades son mejores ahora que hace cuarenta años", opina. Ahora bien, estos buenos servicios públicos, sobre todo la educación, no son suficientes.

Es un hecho que ha cambiado respecto a décadas anteriores. "Treinta años atrás tener una licenciatura daba muchas oportunidades tanto al sector público como al privado", explica Climent, mientras que hoy "un máster no asegura una posición social más relevante". "A partir de los 90 el concepto de pobreza está relacionado sólo con no trabajar. A principios del siglo XXI, la gente puede ser pobre trabajando y no trabajando", apunta. "Lo que falla es la estructura económica", que se ha basado en los sueldos bajos y sectores poco productivos (el turismo suele ser su ejemplo paradigmático), dice Climent.

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Recientemente se ha añadido a todo ello la crisis de los precios de la vivienda. "En los años 90, el esfuerzo económico que iba a hacer una familia era mucho más bajo que ahora" para acceder a una vivienda en condiciones, recuerda. "Debido a un mercado inmobiliario enloquecido, una persona que sea enfermera o maestra o médico no puede vivir, porque apenas puede pagar el alquiler a pesar de tener trabajo", apunta, algo que también tiene un impacto directo en la capacidad de las familias de salir adelante, sobre todo las más jóvenes.

En este sentido, Climent señala un "cambio" en las últimas décadas del "marco cultural", que ha hecho variar las perspectivas de los propietarios de casas, sobre todo los más pequeños. "Si un particular tenía dos o tres pisos, no pretendía obtener un sueldo entero, sino un extra para complementar el sueldo o la pensión", recuerda Climent sobre el mercado inmobiliario anterior a la crisis: "Actualmente debe salir uno sueldo y maximizar sus beneficios. Es una mentalidad propia de grandes grupos inmobiliarios o de fondo buitre”.

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Estas dificultades para cubrir necesidades básicas con el sueldo son las que, según el sociólogo, cuestionan el buen funcionamiento del ascensor social en Cataluña y lo demuestran la marcha de trabajadores altamente cualificados hacia países con sueldos más altos, mientras que país atrae principalmente mano de obra procedente de países pobres que termina en trabajos poco cualificados, como el comercio, la hostelería y la construcción: "Si hay médicos que se van del país es porque la estructura retributiva no responde a sus aspiraciones".

Pobreza y educación

La educación, o la falta de educación, "limita mucho otras cosas", dice Lanau. En especial, el nivel educativo marca el futuro a escala laboral, porque la formación está directamente relacionada con el tipo de trabajo (y, por tanto, el sueldo) que cobra una persona. Así, el acceso a una buena educación de los hijos de familias más desfavorecidas es un buen trampolín para que prosperen en la vida adulta.

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Sin embargo, en el conjunto de España, y también en Cataluña, la educación durante los primeros años de vida marca la movilidad social futura de los ciudadanos, pero también el hecho de nacer y criarse en un ambiente de pobreza. Hay unos "mecanismos de criarse en la pobreza" que afectan directamente al futuro de las personas, comenta la profesora de la UPF. Un niño que se críe en un hogar con una renta baja tiene más probabilidades de sufrir "más problemas de salud" durante la vida y tendrá "más dificultades para aprender" en la escuela que un niño de una familia acomodada.

En este sentido, la situación en nuestro país es más alarmante. "Hay una pobreza muy persistente", apunta Lanau, que además está especialmente viva en los segmentos más jóvenes de la población. España es el segundo país con una mayor tasa de pobreza infantil de la Unión Europea y, sin embargo, es uno de los que "gastan menos en infancia", señala la politóloga de la UPF. Esta pobreza, además, está relacionada con la situación laboral de los progenitores, porque la temporalidad, la dualidad, el paro y los bajos sueldos tienen una incidencia directa en la pobreza infantil. Según Lanau, los estudios indican que un gasto público destinado a ayudar a alumnos ya mejorar las prestaciones familiares tiene una incidencia directa en la reducción de la pobreza infantil.

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En la misma línea, otro estudio de 2022, titulado La transmisión intergeneracional de la pobreza y la desigualdad de oportunidades en España –elaborado por los investigadores de la Universidad de Girona Sara Ayllón, Pablo Brugarolas y Samuel Lado con financiación del gobierno español– indica que existe "una preocupante transmisión de la pobreza intergeneracional por la vía de la situación económica del hogar durante la infancia y origen de los progenitores". Las cifras del informe muestran que "cerca del 35% de las personas que se desarrollaron en la peor situación económica se encuentran como adultas en riesgo de pobreza".

Además, esta pobreza intrínseca es aún más marcada en los hijos de familias de inmigrantes, a pesar de que ya hayan nacido en el Estado. "Alrededor del 40% de las personas con padres de origen inmigrante se encuentran como adultas en riesgo de pobreza", dice el estudio, quien señala que esta diferencia se nota también en las terceras generaciones (netos de inmigrantes).