Eureka

Un cazo, un mechón de pelo y paciencia: así nació el imperio cosmético de L'Oréal

La firma del "porque yo lo valgo" se gestó en un piso oscuro de París y ahora factura 43.000 M€

En un piso oscuro y estrecho de la calle de Argel, en el corazón de París, Eugène Schueller se sienta frente a los fogones. Enciende uno y, bien concentrado, pone a calentar un cazo. Contiene una pasta espesa que revuelve con cuidado mientras vierte los últimos toques de mil ingredientes. La intuición le dice que esta vez sí, que le va a salir bien. Es en 1907 y, después de semanas rompiéndose el caparazón, siente que está a punto de chocar con la fórmula ideal: un producto capaz de teñir el pelo de un tono uniforme y brillante, sin provocar irritaciones ni malos olores. Toma una espátula y, con polvo quirúrgico, deposita una pequeña cantidad de la mezcla sobre un macho de pelo que espera sobre el escritorio desde hace días. Sólo necesita unos segundos para confirmarlo: acaba de crear un tinte con enorme potencial.

Lo bautiza con el nombre de L'Auréale, inspirándose en el modo en que las jóvenes parisinas llaman el peinado que ha popularizado la actriz Sarah Bernhardt. El pelo soltado a ambos lados del rostro, con mechones ligeramente ondulados que dibujan un vaivén en las mejillas. Es un estilo sencillo pero rompedor: un símbolo de libertad, de modernidad y de clase.

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Efectivamente, L'Auréale es el origen de L'Oréal, un grupo colosal que –aparte de los productos etiquetados con este nombre insignia– hoy agrupa a marcas como Lancôme, Biotherm, Maybelline, Garnier, La Roche-Posay o CeraVe. En 2024 facturó más de 43.000 millones de euros en todo el mundo y emplea a cerca de 90.000 personas. Ahora bien, ¿cómo lo hizo Eugène Schueller para pasar de su laboratorio casero de la calle de Argel a liderar un imperio global de la cosmética?

El éxito de la fórmula

Dos años después del hallazgo, el 30 de julio de 1909, Schueller fundó la Société Française de Teintures Inoffensives pour Cheveux. Tenía el propósito claro: fabricar tintes seguros para el cabello y ofrecerlos a los profesionales del sector de la peluquería. Durante los primeros meses, se arremangó y lo hizo todo él mismo. Fabricaba la fórmula, la envasaba, visitaba salones de belleza y desplegaba una oratoria impecable para convencer a los peluqueros. Cuando les demostró qué podía hacer su producto, se dieron cuenta de que era justo lo que necesitaban para darle el toque definitivo a las chicas que les pedían un peinadoauréaleteñido de rubio. La fórmula se hizo muy popular.

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Con el paso de los años, Schueller consolidó su negocio y amplió su actividad. En 1928 compró la marca Monsavon, especializada en jabones, y entró por primera vez en el mercado del gran consumo. El paso fue estratégico: ya no se trataba sólo de vender tintes a los profesionales, sino hacer llegar la cosmética al público general. Al año siguiente creó el Boletín El Oréal, una revista técnica para peluqueros, y más adelante, una publicación femenina pensada para promover sus productos y reforzar el mensaje estético de la marca. Además de químico, Schueller demostró que era también un pionero del marketing.

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A partir de ahí, el proyecto creció sin cesar. En 1931 lanzó Imédia, el primer sistema de teñimiento rápido, y en 1934 puso a la venta el champú Dop, pensado para toda la familia. Un año más tarde, presentó el Ambre Solaire, un protector solar. En 1939 la empresa adoptó oficialmente el nombre L'Oréal, que simplificaba la marca original y abría paso a una nueva etapa de expansión. En España, los productos de L'Oréal se comercializaban desde 1914, pero no fue hasta 1950 cuando se constituyó formalmente la filial, con sede en Madrid.

El asalto al gran consumo

Hasta la década de los 70, el grupo contrató nuevos perfiles directivos, invirtió en investigación y perfiló una estructura empresarial más compleja. Sobre todo, L'Oréal reforzó la presencia en el sector profesional, pero también empezó a abrirse al gran público con marcas propias y alianzas estratégicas. Con la línea Préférence y el icónico eslogan "Porque yo lo valgo", dio un salto definitivo hacia la cosmética de autoservicio: conectó con una nueva generación de consumidoras que trasladó la esencia de los salones de belleza a los tocadores y baños de su casa.

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Con la llegada del nuevo milenio, L'Oréal se expandió a nuevos mercados e integró marcas como NYX, CeraVe o La Roche-Posay. Apostó por la innovación digital y la sostenibilidad, abriéndose a perfiles diversos. Más de un siglo después, ese macho de pelo sobre el escritorio todavía marca tendencia y mueve miles de millones de euros.