El Coleccionista: 23 años siendo un espejo de modas nuevas y antiguas
La tienda de Josep Valsells lleva más de 23 años siendo el oasis de buscadores de recuerdos y nuevas tendencias
"El coleccionismo es de ancianos". No me diréis que nunca ha oído esta afirmación, ¿verdad? Tópica y temeraria, incluso tan rónnega como la supuesta antigüedad que pretende denunciar quién la formula. Y, si no, visite cualquier mañana El Coleccionista o entre en su tienda online de Todocoleccion. Usted se sorprenderá. El Coleccionista es la tienda de Enric Granados con Córcega que lleva veintitrés años alimentando el pasado y el presente de todo aquel que ha tenido el acierto y la sensibilidad de caer a cuatro patas a los poderosos y adictivos tentáculos de una afición consistente en acumular, en serio y continuado, cualquier tipo de objeto.
Lo sabe bien Josep Valsells, el dueño del negocio, guardián cotidiano de tantísimas almas colonizadas por esta manía tan vieja como la humanidad, tan sorprendente, tan en reventar de conocimiento y de secretos que vale la pena custodiar con tesón. Si algo aprendes visitando asiduamente El Coleccionista es que hay muchos, muchísimos, nuevos coleccionistas y coleccionismos.
Debemos remontarnos al año 2000, cuando la vieja tienda de bacalao, legumbres y pesca salada regentada por Roser y sus padres se puso en traspaso. José ya hacía tiempo que meditaba la posibilidad de convertir en profesión su afición por el coleccionismo de todo lo relacionado con el cava y, en general, con las bebidas; los tapones corona de las cervezas, las botellas, los posavasos, etcétera. Y así fue.
De entrada y durante unos años, el negocio estuvo enfocado a los vinos y cavas. Sobre todo con las placas de cava que entonces vivían una época de fulgurante desazón. En la tienda se podía encontrar todo tipo de cristalería, decantadores, tapones, termómetros, aparatos y artilugios antigoteo... En temporada navideña había cinco personas trabajando en la tienda. Incluso hacían rankings para averiguar quién de los cinco venía más.
La buenísima racha, el boom, duró hasta que surgió la competencia, casi inexistente al inicio. Las tiendas de vinos y cavas proliferaron y la rueda llevó a que las ferreterías incorporaran este tipo de productos como bienes de consumo bastante habituales.
Así pues, unos tres o cuatro años después de la apertura, el negocio fue decantándose hacia la acogida de todo tipo de coleccionismos. Desde los más clásicos –sellos, monedas, postales, billetes, cromos, insignias, todo tipo de objetos publicitarios, tebeos, carteles, fotografía antigua...–, a los más temáticos –Michelin, Coca-Cola, Tintin, la Guerra Civil , ilustradores–. Y poco a poco se fue incorporando un caudal temático muy interesante: el vintage. Y el rey son, sin duda, los juguetes.
Los muñecos de PVC ocupan, ahora mismo, el primer puesto de las ventas en la tienda y los videojuegos y consolas, el primer puesto en ventas por internet. Aquí podemos añadir lo que convenga: Madelman, Geyperman, Scalextric, Masters del universo, Dragones y mazmorras, Nancy, La guerra de las galaxias, franquicias del pasado que han vencido la batalla del tiempo y que tienen predicamento tanto entre el comprador nostálgico –el que lo había tenido de pequeño y quiere recuperarlo– como entre el nuevo coleccionista que se deja seducir por una moda con nuevos aires de revival.
Los discos de vinilo, por supuesto, también responden a esta fiebre vintage. Una revalorización en toda regla. Los cromos de fútbol son otro campo que tampoco ha pasado, ni mucho menos, de moda. Basta con pisar un domingo los alrededores del Mercado de Sant Antoni. Mención aparte merece Lego, un universo inmenso que acumula fanáticos por todas partes y que está llevando a mucha gente joven al mundo del coleccionismo.
Algunas cifras interesantes: por una colección de valiosísimos cromos del siglo XVIII de la marca Liebig, tan sólo en una tarde facturaron unos 8.000 euros. Y por una vieja botella –¡vacía!– de perfume, un gran coleccionista llegó a pagar 6.000 euros en una subasta en eBay. "Son casos excepcionales", recalca Josep.
Ahora hace años que en la tienda trabaja él solo, pero cuatro miembros de su familia se encargan de las ventas online de las dos tiendas que tienen en Todocoleccion. La venta por internet hace ya muchos años que es el grueso de las ganancias. "Internet tiene cosas muy buenas y malas", argumenta. Las buenas son, en esencia, que el público potencialmente comprador se ha multiplicado exponencialmente, y las malas, que puede caerse fácilmente en la burbuja y el fraude: "Hay quien cree que internet es un catálogo de precios y no es así".
Dos rara ancianos son los puros habanos y el licor Chartreusse –el licor de hierbas tarraconense a quien las leyendas atribuyen nunca suficientemente contrastadas virtudes curativas– que viven ahora mismo un boom y llegan a precios astronómicos. "Aún no sabemos si la gente lo compra para guardarlo o para consumo propio". Explica que tiene algo que ver con el coleccionismo de objetos de lujo, como los relojes y las estilográficas de alta gama, objetos más por presumir que otra cosa.
Hace unos años una ejecutiva de Planeta DeAgostini se entrevistó con Josep para saber cuáles eran los productos más coleccionados. ¿El objetivo? Poderlos replicar y convertirlos en fascículos de kiosco, anatema para los coleccionistas de piedra picada. Claro que con el tiempo también los coleccionables modernos de quiosco –los Madelman o los coches de Tintin– se han convertido en objetos preciados y deseados. Una rueda, el coleccionismo, que no deja de girar.