SERVICIOS FUNERARIOS

Difuntos que contaminan cada vez menos

La funeraria Àltima es la primera empresa del sector que encarga un estudio para calcular su impronta de carbono y reducir el impacto ambiental

Albert Cadanet
y Albert Cadanet

En 2015 EL cementerio de Roques Blanques recibió el premio Respon.cat por su programa de conservación del medio ambiente y la fauna. Al año siguiente, el cementerio de El Prat de Llobregat fue uno de los cuatro finalistas dentro de la categoría de mejor iniciativa ambiental a nivel español, en un concurso que organiza cada año la revista Adios Cultural. Que estas instalaciones hayan sido reconocidas en este ámbito no es casualidad. Ambos cementerios están gestionados por la funeraria Áltima, que ofrece sus servicios a más de cien centros en toda Cataluña.

Áltima fue la primera empresa del sector que encargó un estudio a Inédito -un spin-off de la UAB- para evaluar su huella de carbono en todos sus recintos. Inició esta práctica en 2014 y desde entonces sigue recogiendo datos. Júlia Martínez, una de las personas responsables del estudio, asegura que "un estudio como éste es el primer paso para disminuir el impacto ambiental".

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Los primeros años en los que se ha llevado a cabo el estudio se ha llegado a la conclusión de que el transporte de los trabajadores a los centros y el consumo energético de las instalaciones son los aspectos con mayor incidencia en el medio ambiente. Ante esta situación, Áltima ya ha adoptado algunas medidas. Actualmente cuenta con tres vehículos fúnebres 100% eléctricos y pretende doblar esta cifra a lo largo de ese año. También aconseja a los familiares que depositen las cenizas en recipientes biodegradables si quieren enterrarlos, y cerca de un 70% de los ataúdes de la compañía son ecológicos -están hechos con madera natural y están libres de elementos metálicos-. “Estamos haciendo todo esto de forma altruista -dice Alfonso Galdo, responsable de medio ambiente de Àltima-. De hecho, ahora mismo estas acciones no nos benefician económicamente”, explica Galdo.

Según el registro mercantil, Áltima facturó 28,5 millones de euros en 2015, el último ejercicio disponible. De éstos, un 5% se destina cada año a proyectos relacionados con el medio ambiente -cerca de 1,5 millones de euros anuales.

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Uno de los cementerios de referencia dentro de la empresa es el del Prat de Llobregat. Situado justo al lado del aeropuerto de El Prat ya unos 300 metros del delta del río Llobregat, es un recinto “de gama media-alta por su volumen”, según explica Joan Ventura, portavoz y jefe de cementerios Àltima. Su proximidad a un espacio natural protegido representa una oportunidad ideal para actuar en la línea ecológica de la compañía.

“Uno de los mayores problemas es que el agua permite la superpoblación de mosquitos”, dice Galdo. Ante esta situación, el cementerio decidió instalar hace un par de años unas cajas de madera que se han convertido en nidos para los murciélagos. Estos mamíferos son depredadores naturales de los mosquitos e impiden que los mosquitos puedan reproducirse en el delta del Llobregat. Además, son animales nocturnos y por tanto no afectan al día a día de los servicios funerarios.

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De cara a este año también está previsto que el cementerio destine una hectárea de superficie sin urbanizar ni ajardinar a plantar vegetación con especies autóctonas e introducir diferentes insectos, tales como mariposas.

Pese a que los ingresos han disminuido ligeramente en los últimos años, “la gente empieza a pedir servicios que otras empresas no tienen”, asegura Joan Ventura. Desde la empresa calculan que se necesitarán entre seis y siete años para que los cambios implementados empiecen a surtir efecto, tanto a nivel ecológico como económico. Sin embargo, la apuesta de Áltima es firme. Como asegura Ventura: "Si hacemos las cosas bien, las familias nos escogerán".