Homenots y Donasses

El gran salvador catalán de las empresas españolas

Claudio Boada Villalonga entró en la empresa pública en 1957 con Enasa y llegó a ser presidente del INI y de la planta de Ford en Almussafes

Claudio Boada Villalonga (1920-2006)

  • Ingeniero industrial y empresario

A principios de 1984, el Banco Hispano Americano –uno de los siete grandes del panorama estatal– decidió fusionar sus filiales Banco Urquijo y Banco Unión (antiguo Bankunion, evolución de la Unión Industrial Bancaria catalana). El banco resultante llevó el poco imaginativo nombre de Banco Urquijo Unión y nació cargado de problemas; tanto, que su mala salud financiera salpicó al banco matriz, el Hispano Americano, hasta el punto de que poco después éste acabó necesitando pasar por un proceso de reestructuración que incluía una traumática suspensión del pago de dividendos (en 1985 no abonaron ni un céntimo a sus accionistas).

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Cabe decir que la mala gestión del Urquijo Unión no fue el único problema del Hispano Americano, porque parece que sus principales gestores, Alejandro Albert Solís y Jaime Soto López-Dóriga, no eran los lápices más afilados del estuche. Ante una situación tan comprometida, los accionistas (el Commerzbank, con el 10% del capital, era su principal propietario) pensaron en un viejo conocido por enderezar el rumbo de la nave: el catalán Claudio Boada Vilallonga.

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Nacido en Barcelona, ​​hijo de un comerciante de productos de ferretería que había pasado una larga temporada en la isla de Cebú (Filipinas), pudo estudiar en la universidad porque la situación económica de la familia era suficientemente cómoda. Una vez licenciado en ingeniería industrial, Boada tuvo algunas breves experiencias laborales tanto en Barcelona como en el norte de África, pero el gran cambio de rumbo se produjo al tomar contacto con la empresa pública. Según la fuente consultada, la oportunidad de acceder se lo dio Mauricio Serrahima, Gregorio López Bravo o Wifredo Ricart; no hay consenso. Independientemente de quien fuera la puerta de entrada, lo cierto es que sus servicios en las empresas estatales resultaron fundamentales.

La primera oportunidad en el mundo de las empresas públicas le llegó en 1957 a Enasa (Empresa Nacional de Autocamiones, fabricante del mítico Pegaso). El objetivo encomendado era sanear la compañía y, como lo hizo muy bien, empezó un carrusel de cargos dentro de las grandes empresas con capital estatal. El siguiente paso fue la presidencia de Altos Hornos de Vizcaya (1967), donde sólo fue tres años porque en 1970 le nombraron presidente del Instituto Nacional de Industria (INI), el ente que hacía de paraguas de buena parte de las empresas públicas. Por cierto, la etapa en los Altos Hornos también se resolvió con éxito, pues la empresa multiplicó su valor tras el plan de saneamiento al que la sometió.

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En los cuatro años en el INI logró reducir a la mitad el número de empresas en pérdidas, gracias a mejoras en la gestión de cada una de las compañías. También dejó huella en el sector bancario, primero en el Banco de Madrid y en su filial Banco Catalán de Desarrollo (Cadesbank), ambos fundados por el empresario textil Jaume Castell Lastortras y con sede en la Torre Barcelona de la avenida Diagonal, hoy conocida como Torre Godó. En medio tuvo tiempo para liderar otros proyectos, como cuando la multinacional Ford pensó en él en el regreso de los americanos después de muchos años de ausencia.

La Ford ya había tenido factoría en España tiempo atrás, fugazmente en Cádiz en 1920 y después en Barcelona hasta mediados de los años cincuenta, cuando abandonó el país y la Ford Motor Ibérica se transformó en Motor Ibérica, entonces de capital público . Muchos años después sería adquirida por la japonesa Nissan. La segunda aventura de Ford en el Estado vino de la mano del ministro de Industria José María López de Letona y Núñez del Pino, que se empeñó en hacer realidad el proyecto y llegó a convencer a Henry Ford II, el hijo del fundador de la marca automovilística. En 1976 entró en funcionamiento la planta de Almussafes con Boada como presidente.

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Cuando el Estado creó el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH) en 1981 pensaron en Boada para dirigirlo, en lo que fue su vuelta a las empresas públicas. Sólo dejó ese cargo cuando, como decíamos al principio, fue reclamado por poner orden a un Banco Hispano Americano que empezaba a hacer aguas. El lema que le acompañó durante toda su vida profesional deja claro su perfil humanista: “El primero de una empresa son sus hombres, y no concibo al hombre al servicio del desarrollo, sino el desarrollo al servicio del hombre”.

Hoy en día, el apellido Boada sigue presente en el mundo de los negocios: su hijo Claudio es el máximo responsable para España del temible fondo de inversión Blackstone.