El bolsillo

La magia del interés compuesto

El profesor Andrei Boar explica cómo funciona y por qué es interesante para mantener el poder adquisitivo

La planificación financiera a largo plazo es esencial para llegar con tranquilidad a la compra de una vivienda oa nuestra jubilación. Dejar el dinero en la cuenta corriente (aunque parece seguro) sólo hace que perdamos capacidad adquisitiva con el paso del tiempo. Para conocer cómo rentabilizar al máximo nuestros ahorros, hoy hablamos de la diferencia entre el interés simple y el compost.

Por norma general, los depósitos bancarios utilizan el interés simple que implica que el rendimiento que obtienes de la inversión no se acumula para los años siguientes. Si aportas 1.000 euros y su rendimiento es de un 10%, cada año recibirás 100 euros.

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Por otra parte, hablamos del interés compuesto cuando los rendimientos obtenidos de las inversiones anteriores se acumulan de forma constante en el capital invertido. En este apartado se encuentran sobre todo los fondos de inversión y los planes de pensiones. En el ejemplo anterior, el primer año recibiríamos 100 euros, pero el segundo recibiríamos 110 –el 10% de 1.100 euros–. Por tanto, los beneficios suben período tras período. Al cabo de 20 años, habremos acumulado un total de 3.000€ con el depósito bancario, pero alcanzaríamos los 6.727,50€ en el fondo de inversión: ésta es la magia del interés compuesto.

Además, en este caso, la capitalización es importante: ¿cada cuánto tiempo nos pagan los intereses? No es lo mismo cobrar los intereses de la inversión todos los años que cada mes. Por supuesto, cuanto más corto sea el período de cobro, mayor rendimiento acumulado y, por tanto, el capital total crece de forma más acelerada.

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Aunque en el ejemplo multiplicamos el capital invertido por tres en el primer caso o por siete en el segundo, es posible que en 20 años, este importe sólo nos permita mantener el poder adquisitivo. Por ejemplo, el precio del alquiler ha aumentado un 66% en los últimos 10 años. En la práctica, invertir nos permite, al menos, mantener el poder adquisitivo.