INNOVACIÓN

Una máquina de dar abrazos o cómo resolver el vacío físico en época de cóvido-19

El invento se había pensado para personas autistas, pero ahora se plantea también como respuesta a la falta de contacto

Paula Clemente
y Paula Clemente

Entre todas las cosas que se podrán reprochar en el 2020 -aunque seguro que hay quien se congratule-, hay una insólita: haber rebajado la efusividad física tan asociada a la cultura mediterránea. Al menos entre aquellos que hayan confiado en la distancia física como medida de prevención del cóvido-19. Y al menos, también, si hablamos de abrazar a humanos. Porque una empresa y una asociación que aparentemente nada tienen que ver han desarrollado una máquina que permite el contacto físico sin peligro, sobre todo porque quien abraza es un robot. "Ante la situación actual, la máquina podría paliar la falta de abrazos que implica mantener la distancia física en un amplio abanico de situaciones", señalan los responsables.

El invento es, lisa y llanamente, una máquina de dar abrazos, pero en realidad tiene un razonamiento detrás que va un poco más allá del contexto cóvido-19: se propone ayudar a la población autista. De hecho, quien lo ha diseñado y patentado (la empresa dedicada a la investigación, desarrollo y protección de innovaciones GDPi, ubicada en el Centro Europeo de Empresas e Innovación de Cartagena) lo ha hecho a petición de una asociación catalana por a personas con autismo fundada y promovida por María Martí Esparza, de la Asociación TEA (Trastorno del Espectro Autista) del Vallès Occidental.

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El aparato es una especie de trípode con dos brazos hechos de almohada en la parte superior que se mueven mediante un mando a distancia que permite graduar y controlar la presión del abrazo. Técnicamente, la máquina es capaz de abrazar a la persona ejerciendo la presión exacta que necesite. Además, las palas acolchadas que llevan a cabo el abrazo se pueden colocar a unas cuantas alturas para poder interactuar con gente de cualquier altura o incluso niños. Ahora bien, la innovación que la diferencia de los dos modelos previos es que puede abrazar a una persona que esté de pie o sentada. Hasta ahora, este tipo de máquinas sólo sabían abrazar a personas estiradas. "De esta manera -defienden los creadores- se percibe con mayor intensidad el abrazo y el efecto terapéutico es mayor".

La idea bailaba por la cabeza de la propia María Martí Esparza desde que leyó el libro de Temple Grandin, una científica diagnosticada con este trastorno y que descubrió en los años 60 que una ligera presión con un ingenio de dos paneles a ambos lados del cuerpo calmaba y desestresaba las vacas antes de que las sacrificaran. Desde entonces se ha desarrollado otra máquina previa a la de María Martí Esparza y ​​GDPi.

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“Cuando leí la historia de Grandin empecé a querer esta máquina: busqué subvenciones sin suerte, porque nadie creía, y era difícil para nosotros [como asociación] porque es cara, aparatosa y difícil de gestionar”, explica Martí Esparza en el ARA. Lo que faltaba, visto en perspectiva, era contarle la historia a Enrique Villacé (de la Asociación de Inventores de España y representante de GDPi) y que un confinamiento diera tiempo al inventor para desarrollar la idea. “Consiguió las piezas y la hizo –explica la impulsora–. Me envió un vídeo muy precario del modelo más básico y quedé alucinada: a través de mi conocimiento y del suyo fuimos perfeccionándola hasta probarla él en su casa y quedar absolutamente convencido”.

La máquina nacía para ayudar, sobre todo, a la población autista, pero de paso pretende dar respuesta al contacto físico que faltará en general a partir de ahora durante los momentos complicados. "Que todo el mundo sepa que en un momento de estrés hay algo que te comprime para poder descomprimir", resume Martí Esparza. Por el momento, tienen un prototipo que utilizará la asociación como prueba piloto. Más allá de eso, el plan de ambos inventores es que pueda llegar a otros sectores donde consideran que se puede sacar mucho provecho: enfermeras, enfermos que no pueden tener visitas, gente mayor, gente parapléjica... Incluso piensan llevarla al mundo veterinario, en honor al origen de la idea. "Esto ya no está pensando en el cóvido-19 -concluye-, sino para ensanchar el abanico de usos más allá".