LICORES

Nace La Hostia, el Jägermeister catalán

Una ratafía “nocturna” es la última creación de los hermanos que han rejuvenecido el consumo de vino desde la bodega Casa Berger

Elisabet Escriche
y Elisabet Escriche

Su carta de presentación es toda una declaración de intenciones: “No es una sopita para mojar carquiñoles en las calçotades de los pijos indepas de la Bonanova. La Hostia es un licor para animales nocturnos”. Siguiendo esta filosofía, los hermanos Virgili -los gemelos Albert y Àlex, de 29 años, y Jordi, de 34-, que llevan la bodega Casa Berger, han elaborado la versión catalana del conocido licor alemán Jägermeister, culpable de incontables resacas. La idea nace en el 2015, cuando un amigo de Albert le escribió en Facebook: “Deje de beber Jägermeister y beba ratafía, que es lo mismo”.

A los hermanos siempre les había fascinado el movimiento nocturno que se generaba en torno al licor alemán. De hecho -explica Albert-, existe un cierto paralelismo entre el Jägermeister y la ratafía, empezando por el proceso de elaboración, que es exactamente lo mismo: un licor macerado con nueces verdes y otros extractos naturales de hierbas aromáticas. "El problema de la ratafía, sin embargo, es que tenía menos hostia", apunta. La graduación habitual está entre 26 y 29 grados. "Si queríamos hacer el Jägermeister catalán teníamos claro que teníamos que igualar sus 35 grados".

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Los paralelismos no acaban aquí. Ambos licores se crearon como un digestivo. El Jägermeister incluso se utilizó como un medicamento para la tos y durante la Segunda Guerra Mundial se suministraba a las tropas alemanas como desinfectante. Sin embargo, la diferencia es que el Jägermeister abandonó esta imagen en la década de los setenta para convertirse en el licor de los pubs, mientras que la ratafía se ha quedado estancada en la bebida digestiva de después de comer. "Creemos que el error ha sido que el gremio no ha priorizado acercarse a la gente joven", afirma Albert. “En ciudades como Olot –añade– es uno de los licores estrella de la noche”.

Lo primero que tuvieron claro fue el nombre . “No parábamos de repetir: tenemos que hacer una ratafía que dé más hostia, y de ahí salió”. Pero cuando le fueron a registrar en el registro español de patentes y marcas no les permitieron. "Argumentaban que pervertíamos públicamente una figura religiosa". Ante la negativa optaron por la vía europea, donde no encontraron obstáculos.

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Para reforzar la idea de que L'Hostia es “veneno” contactaron directamente con empresas farmacéuticas para que les comercializaran las botellas. La mayor, la de litro, es exactamente el mismo envase donde se pone el suero que se utiliza en los hospitales. Los otros dos formatos son los de medio litro y el equivalente a un sorbo. “Todo juega con la idea de lo prohibido”, insiste Albert. La mezcla de esta línea y el nombre del producto les llevó a incorporar el punto religioso. El emblema es una cruz hinchada. "Nuestro objetivo es sacudir la imagen de la Cataluña de juicio".

El Jägermeister (que traducido significa maestro cazador ) fue creado a partir de una leyenda. La versión resumida explica que san Hubert era un cazador que se dedicaba a capturar animales sólo por el gusto de matarlos. Sin embargo, un día apareció en medio de la oscuridad un ciervo blanco que tenía una cruz iluminada entre los cuernos. La aparición hizo que san Hubert, que durante siglos fue el patrón de los cazadores, se convirtiera en el cristianismo. Ese venado es el reconocido emblema del licor alemán.

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Siguiendo los mismos pasos, La Hostia también tiene su propia leyenda. En 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, uno de los hombres más poderosos del entorno de Hitler, Heinrich Himmler, visitó la abadía de Montserrat para buscar el Santo Grial -el cáliz de la vida eterna-. Hasta ahí los hechos son reales. La leyenda de los hermanos Virgilio dice que lo que realmente buscaba era la fórmula del elixir de los monjes de la abadía de Montserrat -un licor mejorado del Jägermeister- para que las tropas nazis ganaran la guerra. El abad de Montserrat ordenó a un monaguillo que huyera con la fórmula. Este joven acabó convirtiéndose en Mosén Hilari -la imagen del producto-, y el licor, obviamente, era La Hostia.

La ratafía, que se produce en una destiladora muy cerca de Vilafranca del Penedès, hace sólo quince días que ha salido al mercado. Se comercializa por los mismos canales con los que ya distribuían los otros productos de la bodega: tiendas especializadas y restauración. Ahora, además, están intentando que esté en las principales discotecas. De la primera embotellada -4.000 botellas de un litro y otras 4.000 de medio litro- ya se han vendido la mitad. El lanzamiento del producto va acompañado de una campaña por las redes, en la que tienen más de 10.000 seguidores, y donde se puede ver el vídeo de la leyenda narrado por el actor Pep Cruz. “Este año nos centraremos en Cataluña y en la venta online, que se abrirá en los próximos días”, adelanta Albert. El siguiente paso es dar L'Hostiònic, una variante de la ratafía con tónica, y, en una segunda fase, internacionalizarlo. La Hostia es el tercer producto insignia de Can Virgili, una de las dos marcas de la bodega Casa Berger.

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El abuelo fue quien compró la bodega, fundada en 1878 , en 1962. Durante años se dedicó exclusivamente a comercializar vino a granel, producto que todavía tiene un peso muy importante en su facturación . Cuando entró su padre en el negocio, en 1982, empezó con la elaboración de vino y, al mismo tiempo, creó una empresa para comercializarlo embotellado, que generó pérdidas. Cuando los hijos fueron entrando progresivamente en el negocio tomaron uno de estos productos, Vinyet, y cambiaron su imagen. “Sin tocar el líquido, se triplicaron las ventas en un año”, recuerda Albert.

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Pero el vino que lo sacudió todo fue El Xitxarel·lo. “Buscábamos que el consumidor joven volviera a enamorarse del vino porque en los últimos años se ha pasado a la cerveza”. Lo hicieron reivindicando el xarel·lo, la variedad clásica del Penedès -que es donde está situada la bodega-, y añadiendo a la botella algo tan catalán como son los tacos.

Esta última idea surgió “una mañana de borrachera”, admite sin tapujos Albert. Los dos hermanos gemelos fueron a visitar la feria Alimentaria porque no tenían dinero suficiente para poner un stand. “Empezamos a hacer una cata de vino tras otro y pasamos del xarel·lo a El Xitxarel·lo y, después, decidimos que lo acompañaríamos con tacos”. Pusieron 77 en la botella “porque no cabían más”, algunos de ellos inventados. Entre otros había gamarús, cagadudas o penco. “Cuando lo vio, mi padre nos pidió que por favor no pusiéramos el nombre de la bodega delante, que lo pusiéramos detrás y pequeño”, rememora Albert.

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Aparte de los tacos, la botella también incorpora un “trompímetro”. “Es un sensor que monitoriza en tiempo real el nivel de embriaguez”. Va de "contento" a "vacía botellas", pasando por el "tocado" o el "tostado". Los tacos se cambian cada año y muchos están relacionados con personajes que son noticia, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el de China, Xi Jinping, o Mariano Rajoy.

El vino salió en el 2013 y las 5.000 unidades que habían embotellado para el primer año se vendieron en sólo tres meses. Actualmente ya lo están comercializando a un ritmo de 100.000 anuales.

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“El éxito de El Xitxarel·lo nos confirmó, tal y como intuíamos, que había mercado”, explica Albert. El vino blanco fue seguido de un cabernetsauvignon que, dando continuidad a la línea desenfadada que ya habían iniciado, bautizaron con el nombre de El Cabronet. Salió a la venta en el 2015 y también tuvo buena acogida, aunque inferior a la del vino blanco. Distribuidores de Estados Unidos se han puesto en contacto con los hermanos para comercializar ambos vinos, pero prefieren ir despacio y no caer en la trampa de morir de éxito.

La otra marca de la bodega, que comparten con otros socios, es Democrático Wines. “Can Virgili es Catalunya, para todo lo demás utilizamos Democratic Wines”, concreta Albert. Nació en 2016 con el objetivo, como dice el nombre, de “democratizar el vino” a nivel estatal e internacional. Los productos que comercializa son distintos. Tienen la sangría La Sueca, que vienen sobre todo a Estados Unidos, unos vinos ecológicos a granel que se llaman Organic&Orgasmic y el vermut El Bandarra. Este último es el que más se vende, y actualmente está teniendo un repunte en el Reino Unido porque hay un boom -como el que se produjo en Catalunya en el 2015- de este tipo de bebida.

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La bodega cerró el 2018 con una facturación de 14 millones de euros y 32 trabajadores. El 70% todavía corresponde a la venta de vino a granel. El objetivo de los hermanos Virgilio es que en 2020 se llegue a un 50%. “El vino a granel no permite inyectar el valor añadido del embotellado”, explica Albert. El otro objetivo a corto plazo es sacar el primer cava. De hecho, ya están trabajando y las previsiones son que salga al mercado el próximo septiembre. El nombre ya lo tienen prácticamente decidido, pero de momento prefieren no revelarlo, aunque está claro que va a seguir la línea revolucionaria de los otros productos. “Cuando entramos en un sector es para sacudirlo, lo que puede provocar dos cosas: que sea un fracaso o que triunfemos”, dice Albert. Es un riesgo que los tres hermanos están dispuestos a asumir. Mientras, su padre, recién jubilado, ya no tiene problemas para que el nombre de la bodega salga delante de la botella. De hecho, con el éxito de El Xitxarel·lo se encontraron con que la gente conocía el vino pero no la bodega. “Ahora nos dice que por qué no le ponemos mayor”.