SALUD

La óptica centenaria de los submarinistas miopes

Oliver Òptics es una de las pocas empresas europeas que comercializan gafas graduadas para submarinismo

Marc Amat
y Marc Amat

La familia Oliver es una familia de ópticos, pero también de visionarios. En 1916, Joan Oliver -hijo de masoveros- invirtió sus ahorros en abrir un pequeño local dedicado a la óptica ya la relojería. Lo hizo en Hostafrancs, en concreto en la calle Creu Coberta, que actualmente se ha convertido en el eje comercial más largo de Europa. Sin saberlo, Oliver acababa de poner la semilla de cuatro generaciones apasionados por el mundo de la vista: desde entonces, el negocio ya ha pasado por las manos de su hijo, de su nieto y de su bisnieto. Cien años más tarde, Oliver Òptics sigue intacto en el mismo local. Eso sí: el negocio ha empezado a reinventarse. “Nos hemos convertido en una de las pocas empresas europeas que fabrican gafas de submarinismo graduadas”, explica satisfecho Francesc Oliver, el actual propietario. De hecho, ya han vendido a países como Chile, Argentina, Noruega o Rusia. "Somos una óptica de barrio con clientes de todo el mundo", admite.

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Todo empezó en la década de los 70 a raíz de la gran afición de Francesc Oliver por la natación. "De joven formaba parte del Club Deportivo Mediterráneo de Sants y, cuando se acababan los entrenamientos, jugábamos a recoger las monedas que nos arrojaban al fondo de la piscina", recuerda. Precisamente, a raíz de estos juegos, se dio cuenta de que su miopía le hacía casi imposible ganar a sus compañeros. Y se puso manos a la obra. "Como me había criado en la óptica de mi padre, enseguida me puse a idear inventos caseros para conseguir ver bien debajo del agua", explica el actual propietario. Sin embargo, no fue hasta que se apuntó a la división de submarinismo del club que decidió pasar de la idea al producto: unas máscaras de submarinismo con cristales graduados.

“Enseguida corrió la voz y me di cuenta de que mucha gente compartía el mismo problema”, rememora Oliver. Así, hace veinte años, decidió crear la división Optisub en la empresa familiar, dedicada exclusivamente a comercializar este producto. El éxito no tardó en llamar a la puerta. Desde entonces, ya han firmado acuerdos con las tres principales marcas de material para submarinismo para poder graduar sus gafas, y proveen a “cadenas ópticas muy importantes del Estado”, si bien el propietario prefiere no revelar su nombre.

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Con un precio mínimo de 100 euros por cristal, Oliver Òptics cerró el año pasado con 600 máscaras graduadas vendidas -la mayoría a través de internet- y con clientes como las unidades de submarinismo de los Mossos d'Esquadra, de la Guardia Urbana o de Bombers de Barcelona. “Vender gafas graduadas online no es tan sencillo como comprar una camiseta: hacemos que nos adjunten el informe de un oftalmólogo y pedimos que nos expliquen qué uso lo harán para crear unos cristales adaptados a las necesidades de cada uno”, advierte el propietario.

Este año Oliver Òptics ha celebrado los cien años y parece que tiene el futuro asegurado. Al menos, su hijo sigue los pasos del padre y ya ha abierto su propia óptica en Mataró.