De toda la vida

"Perdone, usted es el señor Scalextric, ¿verdad?"

Palau, negocio familiar referente estatal de los trenes eléctricos y el Scalextric, sigue en forma con casi noventa años de vida

BarcelonaPalau es un clásico de Barcelona. Un referente de especialización en un campo tan fascinante como los juguetes. Y no es estrictamente una tienda de juguetes, o por lo menos no sólo. El público potencial y la clientela habitual son adultos. Es la casa de los trenes eléctricos y laslot. O, mejor dicho, del Ibertren y el Scalextric. ¿Conoce la figura literaria de la metonimia, cuando un conjunto toma el nombre de una parte? Pues a veces un nombre propio se convierte en un nombre común. Decir danone en lugar de yogur. O zapatillas en lugar de zapatillas deportivas. O clínex en lugar de pañuelo de papel. Pues ocurre esto mismo con estas dos marcas.

Para unas cuantas generaciones de padres e hijos aficionados a los juegos de pistas de carreras, Scalextric es su patria más íntima. A Jordi Palau, padre de Anton Palau, el actual dueño del negocio, más de una vez le habían preguntado "Usted es el señor Scalextric, ¿verdad?" Me lo explica Anton en su tienda de la calle Balmes de Barcelona, ​​hoy única sede de este negocio familiar nacido en 1935 en la histórica tienda de la calle Pelai, donde estuvo hasta que en el 2015 se vieron forzados a trasladarse. Con la nueva ley de arrendamientos urbanos, de los 3.000 euros al mes de alquiler la propiedad pasaba a pedírselos 15.000. En los buenos tiempos –buenísimos– del negocio, Palau tenía cinco tiendas: Pelai y Balmes estaban a la vuelta de la esquina y era prácticamente un microcosmos, pero también tenían Sants, ronda Sant Antoni y travesera de Gràcia. La ampliación del negocio, a principios del nuevo siglo “era un momento de euforia total”, con el recién llegado euro y una moda a gran escala que convertía a Palau en una locomotora a toda máquina, nunca mejor dicho. Algunos datos reveladores. En 2004, Palau vendió 28.000 coches Scalextric y aparecieron más de 400 novedades. ¿Otra? 36.000 vías de tren Ibertren vendidas en un año. Una barbaridad, vamos. Una afición masculinizada y muy instaurada durante algunos años de gran bonanza.

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La historia del negocio se remonta a 1935, cuando Anton Palau –el abuelo del actual propietario–, que había aprendido el oficio de librero en la Catalònia y la Llibreria Francesa, abre la Llibreria Palau en la calle Pelayo. Una librería, sí, que pronto se abrió también en el revelado fotográfico. El momento decisivo llega en 1955, el año que nace Anton. Su padre, Jordi, ya metido en el negocio junto al abuelo, compra al pequeño Anton un tren eléctrico. “El tren entró en casa, el padre se aficionó a ella y vio enseguida el potencial comercial que tenía el juguete”. Total, que en Palau convivieron unos años los libros, la fotografía y los trenes. Hasta que los trenes lo zamparon todo y la tienda se convirtió –con la adición de Scalextric– en la tienda puntal a escala estatal de esta especialización. Abrir también la tienda del número 4 de Balmes permitió una ampliación importante que posibilitó ampliar el catálogo con otros juguetes: videojuegos –los tiempos míticos de Atari, Amstrad y Commodore– y clásicos como Exin Castillos y Super Cine Exin, que se vendían como churros. Palau no tenía, ni mucho menos, ningún monopolio, pero sí era un auténtico referente –incluso vendían algunos modelos en exclusiva–. Anton recuerda algunos 5 de enero de auténtico infarto. Vigilia de Reyes, tiendas abiertas hasta las dos de la madrugada y quedarse sin un solo coche para vender. Mientras hablamos, entran dos clientes: “Mi tren tiene sesenta y dos años y necesito repuestos”.

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En los buenos tiempos de la calle Pelayo y las otras cinco tiendas se añadieron dos referentes como Lego y Playmobil. Facturación de 300.000 euros al año sólo con estas dos marcas. Hoy, por un problema de espacio –la nueva tienda de Balmes 72 no da más de sí– estas marcas son testimoniales. Palau fue también pionero en la venta por internet, y hoy es una importante fuente de ingresos. Comprende colecciones antiguas, sobre todo a mujeres que se quedan viudas ya descendientes de grandes coleccionistas. Los encargos de maquetas para los circuitos de tren son también una de sus especialidades.

Palau pasó de cinco tiendas –y 60 trabajadores en época navideña– a tres trabajadores: Anton, Montse y Manel, que llevan muchos años formando un buen equipo. "Pocas vacaciones, trabajar los sábados y mucha dedicación". Tres generaciones familiares a la cabeza. Hoy, los hijos de Anton parece que van por otro camino, pero la continuidad parece suficientemente asegurada gracias al entusiasmo de Anton –hace cuatro años que pudo jubilarse– y de sus trabajadores. El gran problema económico son hoy los malditos márgenes de beneficio: “Un margen por debajo del 25% no es aconsejable. Y cree que nuestro margen con una locomotora de tren, por ejemplo, es del 10 o 12%”. El dato final es bastante elocuente. ¿Facturación? 600.000 euros al año. “Siete veces menos que en nuestro mejor momento”, concluye Anton.