Sobre la salud mental de los doctorandos
Muchos de los que hemos estado inmersos en un programa de doctorado hemos experimentado la sensación intensa de angustia y de inseguridad que supone tener que vivir constantemente, y durante cuatro años, sin un rumbo predeterminado y con frustraciones constantes, algunas de ellas inherentes al proceso de investigación y otras externas al mismo, fruto de una cultura profesional excesivamente dura. Y todo esto te ocurre en un momento vital, entre los 23 y los 30 años, en el que también estás intentando encontrar el encaje con otros aspectos importantes de tu vida personal.
En este artículo analizaré hasta qué punto estas sensaciones acaban generando importantes problemas de salud mental y qué sabemos de las causas que las provocan.
A pesar de afectar a un grupo reducido de población, este tema tiene implicaciones generales por las consecuencias políticas, económicas y sociales que se derivan. Por ejemplo, parece claro que la salud mental de los estudiantes de doctorado afectará a la productividad científica (hasta llegar a expulsar a algunos investigadores de la carrera investigadora), por lo que limitará los avances en el conocimiento científico y pondrá freno al progreso económico del país. Además, muchos de estos estudiantes acabarán combinando la investigación con la docencia universitaria y, por tanto, jugarán un papel clave en el futuro de una de las principales herramientas de cohesión y movilidad social de que disponemos como país: la educación superior.
Vamos a las cifras: según elestudio más extenso hecho hasta ahora en el contexto español, fruto de una colaboración entre el ministerio de Universidades y el de Sanidad, en 2022 el 38% de los estudiantes de doctorado dan positivo en el cribado para detectar síntomas compatibles con la depresión. A pesar de la utilización de cuestionarios validados, el cribado no implica automáticamente un diagnóstico de la enfermedad, lo que sólo se logra después de la evaluación por parte de un profesional médico.
Para diseñar políticas de prevención es importante entender, con precisión, la secuencia temporal en la aparición de las dificultades. Este aspecto queda documentado en un estudio reciente, en el que se demuestra que los problemas de salud mental se originan durante el primer año de los estudios doctorales. Utilizando datos administrativos de consumo de medicamentos de prescripción psiquiátrica y de hospitalizaciones por trastornos mentales y de la conducta, el estudio incluye a todos los estudiantes de doctorado en Suecia (más de 20.000), y obtiene unos resultados que ponen de manifiesto la gravedad de la situación: la probabilidad de estar tomando medicación psiquiátrica aumenta un 15% (y llega así al 39,5%) en el primer año de estudios doctorales (el quinto año de los estudios). Curiosamente, el efecto es de similar magnitud en todas las áreas de especialización (ciencias naturales, tecnología, ciencias sociales y humanidades), excepto para los estudiantes de medicina y de ciencias de la salud, donde no se observa ningún aumento en las prescripciones (se desconocen las razones). Los autores realizan un ejercicio adicional para poner esta cifra en contexto y observan que el aumento en el consumo de medicamentos psiquiátricos es del 28% durante el primer año después de la muerte de uno de los dos progenitores. Este efecto desaparece después del primer año y, por tanto, es menos persistente que el impacto de empezar un doctorado.
Aunque las causas de los problemas de salud mental son variadas y difíciles de identificar y cuantificar, parece claro que la cantidad y calidad de la supervisión y la incorporación del estudiante en equipos de investigación, así como su integración en la comunidad universitaria, son elementos cruciales para proteger la salud mental de los futuros científicos.
¿Puede esta evidencia de Suecia ser relevante en nuestro entorno? Hasta que no logremos una sistematización en la cesión de los datos de salud, no podremos saber si los efectos son similares en nuestros estudiantes de doctorado. Sin embargo, existen varios elementos que hacen pensar que los efectos son más pronunciados. Por ejemplo, en España el porcentaje de estudiantes sin beca es mucho mayor e incluso los que consiguen esta ayuda tienen dificultades para llegar a fin de mes.
Déjeme terminar resaltando que, en muchas de las áreas de investigación, las condiciones difíciles no se acaban con el doctorado. Aunque muchas de las inseguridades se desvanecen porque has aprendido el funcionamiento del proceso de investigación, el entorno no es siempre el más adecuado y las condiciones laborales siguen estando precarizadas y desvalorizadas, al menos en el entorno de las universidades públicas. Aumentar la financiación solucionaría algunos de estos problemas estructurales, pero, como demuestra este informe del comité de género de la Asociación Española de Economía, también es necesario un profundo cambio en la cultura profesional hacia ambientes más inclusivos y respetuosos que, afortunadamente, en algunas áreas ya ha comenzado.