De toda la vida

¿Qué es el 'sinbarretismo'?

La nueva generación reabrió la sombrerería Obach, fundada en 1924, que había cerrado por la pandemia

¿Qué es el sinbarretismo? El abuelo de Pol Obach lo explica muy bien. En los años sesenta y setenta, llevar sombrero estaba algo mal visto. Ir mudado, ser elegante podía fácilmente identificarse con ser de derechas, cercano al régimen franquista. Y no se estilaba demasiado duro sombrero. ¿También podía significar querer aparentar, cuidado con aquello con el qué dirán?, o quizá alguien podía pensar que eras rico si te ven con sombrero. El sinbarretismo, así lo llama Antonio Obach, que fue la segunda generación de la sombrerería Obach, en la calle del Call número 2, en el fabuloso cruce de caminos con la calle de la Boqueria, justo donde Avinyó se convierte en Banys Nous. Pol, su nieto –brazo a brazo con su hermana Judit– me cuenta hoy todos los detalles y matices de qué significa llevar sombrero, cuál es la liturgia, qué posibles historias hay detrás de esta prenda de vestir tan especial. Los Juegos Olímpicos, como en otros tantos ámbitos de la vida ciudadana, también fueron importantes en este hábito. "La gente notaba las ganas de volver a ir vestida como quería, y quien quería llevar sombrero perdía el miedo o el respeto a hacerlo", relata Pol. También la internacionalización de Barcelona hizo, todos lo sabemos, que el turismo apareciera en masa en la ciudad y los turistas son muy interesantes potenciales compradores de sombreros.

En Can Obach puedes encontrar sombreros de todo tipo. Hasta doscientas referencias distintas. De algunos modelos están disponibles hasta once tallas y quince colores. De la boina para mujer, ¡veintiocho colores diferentes! Cada vez están disponibles más piezas sin género atribuido. Hace veinte años se vendían sombreros que parecía que sólo podían llevar a los hombres y, en cambio, ahora también lo compran las mujeres. ¿Un ejemplo? El clásico sombrero Hindú Jones. Interesante giro de guión, sin duda alguna. ¿Qué clientela tiene Obach? Si tuviera que improvisar un porcentaje, Pol diría que 60% oriundo y 40% turista. Pero esto depende mucho de la temporada. Porque, a ver, ¿cuándo se venden más sombreros? La respuesta está clara. En verano para protegerse del sol y en invierno del frío. En tiempo invernal es el catalán quien compra más y cuando llega el calor, el turista comparece decisivamente en la ecuación. “El médico me ha recomendado que me proteja la calva del sol”, pues, hacia, hacia la sombrerería. "Esto funciona como quien se prueba unas gafas, primero quizá te sientes extraño, pero después no puedes salir de casa sin".

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Obach vive inmerso en una nueva etapa puesta en marcha hace unos dos años, cuando Pol y Judit hicieron el cabezazo de hacerse cargo del negocio después de tres meses de cierre por culpa de los efectos tan nocivos de la pandemia. “¡No pasaba nadie por la calle!”, explica Pol. A su padre, Toni Obach, le tocó lidiar con la dolorosa experiencia de sufrir la nula vida de barrio. En el Gòtic ya no vive casi nadie y no había ni un solo turista paseando por las calles. Resultado, ruina. Pasado el trance –con noticia falsa incluida en Twitter sobre el supuesto cierre de la tienda– los dos hermanos se hicieron cargo para sacar adelante la sombrerería, abierta en 1924 por Josep Obach, el bisabuelo, que vino de Tiurana. En el local había una sombrerería de mujer y como tenía la cabeza muy grande y por Lleida escaseaban las sombrererías, se dijo: “Si me quedo aquí, sombreros anchos no me faltarán”. Cien años de negocio familiar, toda una proeza. Los armarios están de nacimiento y el mostrador tiene más de 150 años.

Tienen muchas marcas disponibles, pero priorizan la fabricación local y con sello Obach incorporado. "Quien viene de vacaciones a Catalunya quiere comprar producto de aquí, y los sombreros no son una excepción". Gorras desde 15 euros y sombreros desde 25 hasta 250. La inflación no ha pasado de largo. Ahora les sale un 30% o 40% más caros que antes del virus. Una gorra que antes valía 27 euros, ahora deben venderla por 30, y si todo sigue igual, dentro de dos años serán 32.

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Otro tema espinoso es la calidad de la vida en el barrio. Y no sólo la inseguridad que provoca la venta de droga a todas horas y el poco controlado desenfreno nocturno, también la falta de calidad de la vida comercial por culpa de las mafias que controlan los comercios de souvenirs y carcasas de teléfonos y la rotación de franquicias de alimentación y moda que aparecen y desaparecen con facilidad de prestidigitador. La ley del 2016 que actualizaba los alquileres antiguos hizo mucho daño al comercio de toda la vida y "la administración no hizo un trabajo previo para prever que esto revertiría en la aparición desbocada de la especulación".

¿Y los emblemáticos? Pues no es una vida regalada. De hecho, por el solo motivo de estar catalogado así, cada vez el camión de la basura –¡murga de calles estrechas!– estropea la marquetería y los cristales del escaparate, hay que avisar al pintor, el rotulista y el carpintero. ¡Una buena morterada para mantener las esencias!