De toda la vida

¿Sabéis que todavía se regalan cucharillas de bautizo y medallas de primera comunión?

La joyería Roé es un negocio centenario del barrio de Sants que resiste a los cierres de comercios

No sólo se regala el anillo de noviazgo y la alianza de boda. También se estilan todavía las medallitas del nacimiento, las cucharillas del bautizo y la medallita o la cruz de la primera comunión. Parece mentira, ¿no? Pues en un tiempo lleno de modernidades, nuevos hábitos y necesidades sobrevenidas, todavía hay sitio para los regalos tradicionales. Lo saben muy bien en la joyería Roé, en la calle de Sants 41, que el próximo año celebrará su centenario y donde están muy contentos de acumular cuatro generaciones de negocio familiar.

Hoy Emi y Francesc Garcia Roé comandan los dos solos este clásico del barrio de Sants, un establecimiento “de toda la vida” en medio de una calle inimitable en Barcelona, ​​una arteria comercial que es un hervidor. No han pasado de largo las franquicias de restauración y las cadenas de moda, pero todavía mantiene ciertas chispas de personalidad, de rescoldo de barrio al servicio de los vecinos. Y la joyería Roé es un puntal del comercio de proximidad de Sants. Mantiene el gusto por el trato personalizado, por la compra de los clientes fieles que desean realizar un regalo especial, mantener viva la llama de los regalos tradicionales o, simplemente, renovar la correa o cambiar la pila del reloj.

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La tienda nació como joyería Esteva y Roé a principios de los años veinte. En 1925 Joan Roé Vidal, el bisabuelo de Emi y Francesc, se queda con todo el capital para convertirse en Joyería Joan Roé. Y así de generación en generación. Primero, en los años sesenta, con el abuelo y el tío abuelo, Francesc y Joan Roé, que además de joyeros eran pesebrista y pintor, respectivamente. Así, todavía hoy las paredes están adornadas con cuadros de Joan Roé; y el escaparate acoge en Navidad un pesebre de Francisco. La memoria de Can Roé perdura y se hace valer. Anna Maria Roé, la madre, se encargó de la joyería en los años noventa y fue en el 2018 cuando Emi y Francesc cogieron las riendas. No sin antes haber conocido a fondo el oficio desde muy jóvenes.

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"Es un orgullo siempre que viene un cliente y nos dice que su abuelo ya compraba a nuestro abuelo", relatan. La confianza es un intangible que también pasa de padres a hijos, también se transmite, queda adherida y soporta bien el paso del tiempo. ¿Y cómo se nota? Pues, por ejemplo, cuando un cliente les lleva unos pendientes con piedras preciosas heredadas de la abuela y ellos le sugieren convertirla en un colgante más moderno. "Se fía de nosotros, sabe que no desaparecerá ninguna piedra, esto es un valor muy importante", recalca Francesc. Una marca de fábrica que inyecta valor y acentúa el aprecio, fideliza y puntúa alto. El consejo es siempre un valor interesante en una joyería. "¿Qué puedo regalarle este año a la pareja en Navidad?", "¿Cómo me queda este colgante?", "Me gustaría regalar un brillante baratito”. Disponen de un abanico de precios lo suficientemente amplio. Brillantes a partir de 200 euros y pendientes de plata a partir de 4 euros hasta 100. “Suelemos preguntar de qué presupuesto dispone el cliente para hacer el regalo y entonces es un punto de partida más fácil para poder aconsejarlo bien”. La plata y sobre todo el oro son todavía valores seguros.

Joyas y crisis

En Roé no compran oro ni venden productos de segunda mano. Entra mucha gente a ofrecerla, pero no forma parte del negocio. Sobre todo en tiempos de pandemia notaron mucho la necesidad de vender por parte de la gente. Las crisis, ya se sabe, agudizan la venta de patrimonio. Ya hace unos años que han puesto en marcha la venta por internet con unas 7.000 piezas disponibles, pero lo suyo es la venta en persona: “Al cliente de joyería le gusta ver y tocar qué compra”. Si el cliente paga en metálico en lugar de tarjeta de crédito, se le aplica el 5% de descuento. “¡En lugar de regalarle al banco en forma de comisión le regalamos al cliente!”.

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¿Hay modas? Las redes sociales marcan tendencia, por supuesto. Esa cadena, ese anillo, que luce tanto en ese videoclip o esa cuenta de Instagram. ¿Y el anillo de boda de la infanta Cristina? Incontables, las personas que quisieron comprar uno igual. Por cierto, impresiona saber la historia del cristal del escaparate. Conserva una evidente grieta que es un vestigio lleno de historia. Durante la Guerra Civil recibió un disparo de bala que rebotó en el cristal –grusidísimo, claro– y no lo rompió. Las mesas y vitrinas también son de época, de los años veinte, preciosos testigos del pasado. Nos enseñan también algunas prendas muy antiguas que guardan como historia del local. Argollas de plata para servilletas, relojes de los años veinte, maquinarias antiguas, una pulsera diseñada por su abuelo y un reloj para invidentes de los años cincuenta. Son testigos del pasado, objetos que tienen vida y memoria.