¿Y si el TSJC estuviera en Valls?

Es necesario reabrir el debate territorial como replanteamiento de país. En resumen: sabemos que el territorio, conjuntamente con la lengua y la cultura, son los principales activos del capital público e identitario de nuestro país.

Cataluña sigue todavía un modelo borbónico en cuestión de organización territorial, como tienen España y Francia, modelo caracterizado por una centralización administrativa que contrasta con modelos más descentralizados como el alemán. En este país del centro de Europa existen muchos rasgos atractivos para tomarlo como modelo de organización administrativo y social. Por poner un ejemplo, las diferentes regiones (länder) gozan de una autonomía significativa, lo que permite una gestión más adaptada a las necesidades locales.

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Otra realidad alemana ejemplar es la descentralización aplicada en el extremo, que hace que, por ejemplo, el Tribunal Constitucional alemán esté ubicado en Karlsruhe, y no en la capital, Berlín. Imagine, por un momento, que el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya estuviera en Valls. Esto reflejaría una distribución del poder y de las instituciones que favorecería el equilibrio territorial y promovería la interrelación entre las ciudades del país y, lo que es lo mismo, la administración en red.

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Cataluña también es todavía muy Barcelonocéntrica, y cada vez más. Sería bueno implementar el ideal de Cataluña-ciudad versus el Barcelona-país actual. Barcelona debe creerse que es la capital de Cataluña y actuar como tal evitando la idea de una ciudad tractora, moderna y global en un país ausente. La unión de Cataluña con Barcelona creando esta Cataluña-ciudad serviría para hacer crecer exponencialmente la fuerza de los más de 8 millones de habitantes y 23 ciudades de más de 50.000 habitantes. Pero a su vez sumaría todo el PIB catalán, tanto primario como servicios e industria, el entramado universitario, los centros de investigación y tecnológicos, las infraestructuras de transporte, así como toda la diversidad cultural, lúdica, turística y paisajística de todo el país. Barcelona, ​​la capital, actuando como punta de lanza de un ámbito mucho más rico: Cataluña.

El Barcelonés, con una ocupación del 41% del conjunto catalán, alcanza el 44% del incremento del VAB conjunto en los últimos 10 años, básicamente en servicios, mientras que el resto del país, con una ocupación del 59%, alcanza el 56% del incremento de VAB. Quizás por defecto profesional me gusta siempre resaltar que la industria aporta por cada ocupado un 40% más de valor que los servicios. Con estos datos en mano, podríamos decir que Cataluña es un país dual, pero realmente es complementario.

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Hacia una Cataluña enredada

El mundo económico y empresarial necesita infraestructuras útiles, no sólo de movilidad, que también, sino también digitales y sociales. El buen concepto hacia dónde debemos tender es disponer de ciudades enredadas, donde se comparta y no se compita.

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Si analizamos el país, es necesario ser conscientes de que existen cuatro grandes zonas con realidades económicas muy diferentes: en primer lugar, una Barcelona de servicios y con todas las instituciones de gobierno, así como los órganos de gobierno empresariales; una segunda corona con toda capacidad industrial; una tercera llena de actividad económica muy diversa, desde el sector agroalimentario hasta la gran industria química del Tarragonès y los arrozales del Delta del Ebro, pasando por toda la zona turística de la Costa Brava y recogiendo toda la potencia agrícola y ganadera de la llanura de Lleida, y, finalmente, una cuarta corona ubicada en los extremos del Vall d'Aran y los Pirineos con gran potencia en el ámbito turístico y de ocio.

Sumando esfuerzos para la competitividad

Sabemos que cada una de estas zonas se defiende bien económicamente, la sociedad civil está bien organizada y coordina correctamente con el sector público. Un punto de partida, favorable. Pero, ¿no sería más eficiente que, en ciertos aspectos, hubiera una planificación estratégicamente pensada de forma global como país? Necesitamos mirada larga, con generosidad en algunos momentos para poder recibir otros. De esta política de agrupar y sumar tendríamos muchos ejemplos, pero quizás sería un buen punto de partida empezar por integrar las entidades empresariales (cámaras de comercio territoriales, patronales y organizaciones empresariales) o, sin embargo, integrar el mundo del conocimiento (universidades , centros de investigación y de innovación).

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Si algo entiende el mundo empresarial es la bondad de las economías de escala. El objetivo de Cataluña debe ser planificar estratégicamente ya largo plazo un país y una sociedad estructurada y equilibrada en el ámbito económico y social. Para conseguirlo es necesaria inversión en movilidad, infraestructuras sociales y digitales en los territorios. Sólo con esta mirada llevaremos a Catalunya a ser uno de los mejores países del mundo. Os animo, pues, a mirar el territorio más allá de Barcelona, ​​a pensar y actuar en clave visionaria y no presentista, en definitiva, a apostar por una Cataluña que debe seguir hablando catalán, pero que quizás no le iría mal tomar sistemáticas y casuísticas organizativas territoriales del modelo de los lands alemanes.