La estrategia tecnológica de China para ser líder en renovables
El sector verde supone ya el 10% del PIB del gigante asiático
BarcelonaChina se ha convertido claramente en líder mundial de las energías renovables, tanto en generación eólica como fotovoltaica. No es una casualidad. Era una necesidad, pero también una apuesta tecnológica que, a su vez, comporta también un liderazgo económico. En el sector es sabido que las marcas más competitivas en paneles solares son chinas. Pero el país que lidera Xi Jinping ha ido más allá: la tecnología ha permitido también atar todas las instalaciones de producción diseminadas en un amplio territorio con una red de transporte, digitalizada y de ultra alta tensión.
El desarrollo de las energías renovables en China tiene un aspecto muy importante para la descarbonización. Algunos datos lo demuestran. En enero del 2013 Pekín se ahogaba bajo una densa capa de contaminación que superaba los 900 microgramos de partículas PM 2,5 por metro cúbico de aire, un dato catastrófico según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Doce años después, en el 2025, el gigante asiático se erige en la superpotencia de las energías limpias.
Generar energía renovable es, para Pekín, no sólo un tema de descarbonización. Detrás también existe un importante factor económico. Se trata de una potencia que era dependiente, en gran medida, del petróleo y el gas, sobre todo ruso. Generar renovables es un factor de abaratamiento del coste energético de las empresas y, por tanto, un importante factor de competitividad. Y no es un elemento nuevo, es un elemento planificado (como corresponde a una economía como la china). Sin embargo, este liderazgo no es accidental. Responde a una estrategia económica a largo plazo para dominar a los principales sectores industriales del siglo XXI. Un objetivo para el que los dirigentes chinos empezaron a definir las energías renovables como un sector estratégico para la seguridad energética y la posición global en el plan quinquenal para el período 2006-2010.
Pekín se ha esforzado en generar una cadena de producción completa para las tecnologías limpias, desde la extracción de materias primas hasta el producto final listo para instalar o exportar. Una planificación en la que el apoyo financiero masivo, estimado en unos cuatro billones de dólares, ha sido determinante. A base de subsidios y créditos preferenciales, Pekín ha impulsado la capacidad productiva de la industria verde, que ha podido escalar así producción, reducir costes y conquistar mercados exteriores con agresivas políticas de precios bajistas, que han eliminado cualquier competencia. El resultado salta a la vista en el sector fotovoltaico. China controla más del 80% de la producción y exportaciones mundiales de paneles solares. Un liderazgo global impulsado por un esfuerzo inversor estimado en un billón de dólares entre 2006 y 2024, que ha desarbolado la competencia internacional.
Un patrón similar se observa en el ámbito de los vehículos eléctricos. Tres de cada cuatro unidades vendidas en el mundo en el 2024 procedían de las fábricas chinas. El país concentra además alrededor del 80% de la producción global de baterías de litio para automoción. Un liderazgo estratégico porque supone controlar el corazón tecnológico del automóvil, puesto que las baterías equivalen al 30-40% del coste total del vehículo.
En el sector eólico, la situación es más equilibrada, pero la tendencia también apunta a una posición dominante. China concentra más del 60% de la producción global de turbinas y sus empresas lideran el sector a nivel mundial. Europa mantiene una posición competitiva, pero el escaso margen financiero y la falta de recursos obliga a sus compañías a importar equipos producidos en el país asiático.
China, por tanto, realiza la transición energética, pero, además, al convertirse en el principal proveedor mundial de tecnologías limpias, Pekín incrementa su influencia internacional y favorece su desarrollo económico. La prueba es que el sector verde representa ya el 10% del PIB y actúa como un nuevo motor para un país que busca propulsores para su economía.
La guerra comercial con Trump
Este dominio tecnológico y también económico de China en renovables se traslada también a la guerra comercial con Donald Trump. Durante su campaña presidencial de 2024, el presidente de EEUU prometió impulsar el "dominio energético estadounidense" mediante una agresiva expansión de la producción nacional de combustibles fósiles. Cumplió esa promesa en el segundo mandato, al tiempo que eliminaba miles de millones de dólares en ayudas federales para proyectos de energía limpia.
Esto no ha beneficiado a los bolsillos de los estadounidenses. Si bien el galón de gasolina es ligeramente más barato que hace un año, este ahorro se ve ampliamente contrarrestado por el aumento de los costes de la energía eléctrica, cuyas tarifas suben a más del doble de la velocidad de la inflación general. Además resulta que la demanda mundial de petróleo, gas y carbón estadounidenses no van al ritmo de las ventas globales de tecnología de energía verde china.
Según Bloomberg, que utiliza datos del departamento de Energía de EEUU, la Administración de Información Energética, la Comisión de Competencia y Desarrollo Global de China (GACC) y la consultora energética Ember, las exportaciones chinas de productos relacionados con energías limpias desde comienzos del año hasta julio0 totalizaron. En comparación, EEUU exportó sólo 80.000 millones de dólares en energía basada en combustibles fósiles durante el mismo período.