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La inflación en Turquía: "Me tendré que enterrar vivo"

El Gobierno turco declara más de un 70% de IPC, pero las cifras alternativas apuntan a un 160%

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Gente de compras por un mercado de Estambul el pasado mes de mayo.

EstambulEs la hora de cenar y Ebru, que alimentará cuatro bocas, acaba de cocinar la típica sopa de lentejas rojas y unos espaguetis. Como hoy es un día especial, acompañará la comida con un muslo de pollo. El salario mínimo de esta chica y su marido no llega, ni mucho menos, para educar a tres hijas adolescentes: en casa entran cerca de 480 dólares al mes. Pero el gran problema de hoy ya no es el ínfimo salario, que al cambio con el dólar se ha reducido de forma flagrante, sino una inflación desmesurada que ahoga a millones de familias. Y la hora de cenar se convierte, cada vez para más turcos, en una odisea: “Abro el armario y hago lo que encuentro. Si tengo habas, habas. ¿Que tengo lentejas? Pues lentejas. Lo que haya”, explica. Pero siempre falta la carne, que con la inflación del último año ha logrado precios prohibitivos. “Antes las niñas comían carne dos veces por semana, ahora casi nunca compramos”. Su caso es el de muchos, que se han visto abocados a una situación sin precedentes con unas políticas económicas que, lejos de mejorar la situación, la sotierran todavía más.

En cualquier zona del país la situación es calcada a la anterior. En la población de Çorlu, a cien kilómetros de Estambul, una decena de extrabajadores de una fábrica de papel hacen guardia delante de la empresa que los despidió. Según apuntan, la alta inflación empeoró unos salarios que ya eran bajos y decidieron sindicarse, pero, al verlo, la empresa los despidió: Turquía nunca ha abrazado el sindicalismo. “Mi poder adquisitivo bajó mucho y no podía sobrevivir. Por lo tanto, decidimos sindicarnos para luchar por unas mejores condiciones. La empresa me dijo muchas veces: «Si te sindicas, te echaremos». Aun así, lo hice. El 25 de diciembre me despidieron y desde entonces estamos en lucha”, apunta Mehmet, uno de los trabajadores despedidos.

Si su situación ya era precaria mientras trabajaba, ahora todavía lo es más. Sobrevive a base de créditos del banco y una pequeña ayuda del sindicato, pero no tiene ningún subsidio estatal y los ánimos empiezan a decaer: “Cuando venzan los créditos me tendré que enterrar vivo”, explica. Pero también tiene hijos y tiene que continuar. “Si antes compraba dos cosas, ahora compro una. Hemos dejado de comprar todo aquello que no sea extremadamente necesario. Por ejemplo, a mi hija ahora solo le compro un vestido en vez de dos o ahora que ya hace calor los niños llevan la ropa de invierno, no podemos comprar de verano”, asegura.

Inflación real

Tanto Mehmet como Ebru son víctimas de una economía que cae en picado. En un año la lira se ha seguido estrellando y ha perdido un 43% de su valor. Pero, mientras tanto, el presidente turco baja los tipos de interés cada vez que tiene oportunidad, la inflación sigue su curso letal y Erdogan se sigue reafirmando en lo que los economistas tildan de suicidio económico: el líder turco reitera que bajar los tipos de interés parará la inflación. Y he aquí, la inflación anual –oficial– en el mes de mayo fue del 73,5%. Pero nadie se lo cree: decir la cifra real en la Turquía de hoy es entrar en terreno pantanoso. “Hoy el que se sienta aquí soy yo, pero mañana será otro”, avisaba el presidente del Instituto de Estadística de Turquía (TUIK), que lleva los cálculos inflacionarios, a un medio local en el mes de enero. Días después era despedido por dar lo que él creía que eran las cifras reales. Lo destituyó el propio presidente.

Y la realidad es esta: salir a comprar significa gastar el doble en comparación con el año anterior y los trabajadores de los supermercados –últimamente– están hartos de cambiar las etiquetas de los precios. Lo mismo pasa con la vivienda: ante la escalada de precios, vivir en Estambul se presenta inasumible para muchos. Los que firman nuevos contratos de alquiler ya parten de un precio desorbitado. En cuanto a los que tienen que aplicar la inflación anual, el Gobierno turco ya ha prohibido a los propietarios de pisos inflar el precio más de un 25%. Pero el nuevo alquiler suele inflarse entre un 50% y un 70%. Nadie se cree las cifras del Gobierno, por lo tanto, un grupo independiente de economistas ya se ha organizado para dar a conocer la cifra real. Veysel Ulusoy, director del Grupo de Investigación sobre la Inflación en Turquía (ENAG), asegura que la inflación anual en Turquía en el mes de mayo fue del 160%. ¿Lo pueden decir sin enfadar al líder del país? “Ya me están investigando”, asegura el economista. 

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