Inmobiliario

Los franceses ya compran una de cada dos casas de Menorca

En 2023 compraron una segunda residencia en la isla 10.512 ciudadanos del país vecino

David Marquès
y David Marquès

CiudadelaUna de cada dos casas que se venden en Menorca las compran franceses. En pocos años, concretamente desde antes de la pandemia, los ciudadanos de ese país han multiplicado por cuatro su presencia en la isla, que se ha transformado para aprovechar el empuje en el ámbito turístico y cultural.

Según la encuesta de Frontur, sólo en el último año, 10.512 franceses han llegado a Menorca para alojarse en una segunda residencia de su propiedad. En 2019, el año antes de la pandemia, eran 3.504. La cóvid ​​aceleró el efecto llamada, que ya se empezaba a notar desde unos años antes.

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Quizás podemos afirmar que el fenómeno lo arrancó Laurent Morel-Ruymen. Hace diez años abrió el hotel Can Faustino, de cinco estrellas, en una casa señorial del siglo XVII que había reformado en medio de Ciutadella, a un paso del centro y del puerto. El inmueble empezó a atraer a empresarios parisinos, que acabaron por invertir en la isla. Luego adquirió el edificio de la Católica en el Obispado y extendió su red de hoteles de interior de lujo por el centro, que vinculó a la cadena Mare & Terra.

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Frédéric Biousse y Guillaume Foucher compraron las fincas de Torre Vella y Santa Ponsa, en el término de Alaior, y las reconvirtieron también en hoteles en el campo. Ligados al grupo francés Les Domaines de Fontenille, se incorporaron a la cadena Relais & Chateaux, que engloba a 580 establecimientos de lujo más en todo el mundo. Estos días, se están rodando en Menorca capítulos de la serie Agencia: el inmobilier de lujo en familia, que emite Netflix.

Un mercado encarecido

La creciente compra de propiedades por parte de franceses ha encarecido el mercado inmobiliario y ha ido gentrificando el centro de las ciudades, especialmente en Ciutadella. A lo largo de la última década, muchos han cambiado la Costa Azul, Córcega o Marruecos por Menorca, con la idea de realizar largas estancias. "El francés está encontrando aquí lo que antes había en Francia y que ahora es más difícil de encontrar, en lo que respecta a la naturaleza y la protección del campo", dice Michel Magnier, el cónsul honorario de Francia en Baleares. "Hay muchas cosas que encantan a los franceses", añade el diplomático y escritor Diego Hidalgo, que veranea desde pequeño en Sant Lluís, el pueblo que se creó durante el breve período de dominación francesa de la isla (1756-1763) , que debe su nombre a un antiguo rey de Francia y que aún conserva su huella.

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Se ha constituido, incluso, una asociación de franceses en Menorca. La preside una profesora de lengua que llegó a la isla poco antes de la pandemia, Viviane Perrier. La asociación es especialmente activa en las redes sociales. El grupo que creó en Facebook cuenta con cerca de 1.500 miembros que comparten todo tipo de informaciones. Desde los clubs de lectura a los conciertos, fiestas, regatas y consultas sobre cómo mejorar el aprendizaje del español y cómo convalidar títulos escolares y laborales.

La inercia del mercado también ha hecho que prolifere el alquiler turístico y el residente no encuentre oferta ni precios que pueda pagar.

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Turismo de élite

"Se ha hecho un efecto llamada que ha llenado la isla de franceses de alto poder adquisitivo, que son también los principales clientes en la compra de obras de arte", dice Andreu Moll, de la galería Artara. Incluso las canteras de Líthica, en Ciutadella, son testigo. El año pasado recibieron la visita de más turistas franceses (22.219) que estatales (21.454). Tanto es así que han empezado ya a surgir inmobiliarias en la isla que se dedican en exclusiva a satisfacer las demandas del mercado francés.

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El Consell de Menorca tiene vigente un acuerdo de marketing que garantiza vuelos directos con París durante todo el año y, en plena temporada, también hay conexiones con los aeropuertos de Marsella, Lyon, Toulouse, Burdeos y Nantes. También el puerto de Ciutadella dispone de una conexión directa con Tolón.

Todo ello ha motivado que se multiplique la oferta para aprender francés. Las escuelas de adultos de Menorca contabilizaron en el último curso 273 alumnos, un 63% más que antes de la pandemia. "Responde a un cambio del turismo", dice Marc Gandolfo, uno de los profesores. Anna Miquel Bono, que este año empezará a dar clases de francés en el Ateneu de Maó, también lo corrobora. "Hay mucha demanda por necesidades laborales", dice. Con siete años de residencia en Francia y otros quince ejerciendo de profesora de francés, Miquel ya probó en Catalunya la necesidad de formar camareros y comerciantes en el conocimiento del idioma. "Por suerte, quienes somos bilingües lo tenemos mejor. Aprender francés cuando ya sabes catalán y castellano te facilita mucho las cosas", dice. Los cursos del Ateneo no sólo se dirigirán a los adultos, sino que también se ofrecen para jóvenes y niños. Los franceses, en Menorca, han venido para quedarse.