"Tenemos sectores que crean trabajos con sueldos de miseria o donde no hay gente para trabajar"
El economista Modesto Guinjoan publica en un nuevo libro un retrato crítico de la economía catalana
Barcelona"Quizá no vayamos del todo bien", dice el economista Modesto Guinjoan (Riudoms, Baix Camp, 1954), sobre la situación de la economía catalana. Sobre el papel, el gobierno español, la Generalitat, los sindicatos y las patronales están contentos: España es uno de los países líderes en crecimiento económico y la creación de empleo en Europa y en Cataluña lleva dos años creciendo más que la media estatal. El problema, según Guinjoan, no está en el crecimiento concreto sino en el progreso de la economía y, sobre todo, de la sociedad catalana.
Guinjoan acaba de publicar Crecer o progresar. Cataluña frente al espejo (Pórtico), un ensayo en el que retrata con detalle cuál es la estructura productiva del país y, sobre todo, cuáles son sus debilidades más destacadas. Y aquí es donde la imagen que se ve reflejada en el espejo no gusta al autor, pero tampoco a otros muchos entendidos del país, que llevan tiempo avisando de que la actividad económica en Catalunya está demasiado concentrada en sectores que permiten crecer en la economía, pero que no crean más bienestar a los ciudadanos.
El economista, que a lo largo de su vida profesional fue profesor de economía en la Universidad Pompeu Fabra, alto cargo en el departamento de Industria del Gobierno y asesor empresarial, tiene claro por dónde llora la criatura: "Las debilidades prácticamente están concentradas en el mundo laboral y detrás de sectores que crean puestos de trabajo donde no hay" opina.
Entre estos sectores, lo que más destaca es el turismo, pero hay otros, como una gran dependencia del comercio o, en la industria, el fuerte peso del sector cárnico. "El turismo de masas, como la ciudad de Barcelona, y no digamos también Lloret, tiene unos costes tremendos", dice Guinjoan, porque "consume territorio y genera puestos de trabajo que aquí no hay nadie que quiera ocupar", lo que obliga a importar mano de obra de otros lugares del mundo, personas que encuentran en este tipo de trabajos "no necesita", pero me paga? sentencia Guinjoan.
Este crecimiento basado en la población –en un país con un crecimiento vegetativo negativo y que, por tanto, debe acoger inmigración– es uno de los aspectos más destacados del modelo catalán. "Crecemos un 3% cada año, pero, en la práctica, por habitante crecemos un 0,5%", dice. Es decir, el país se hace mayor económicamente, pero no se hace más rico, y por extensión, tampoco sus ciudadanos.
"Ha habido una acumulación de opiniones cada vez más creciente de economistas reconocidos, académicos e incluso alguna institución económica que han ido poniendo sobre la mesa que quizás no íbamos del todo bien", explica Guinjoan al ARA. De hecho, entidades como la Cámara de Comercio hace tiempo que indican lo mismo que Guinjoan analiza en su libro: el problema de Catalunya está en la productividad.
La productividad es una medida de la eficiencia económica de un trabajador, de una empresa o de un territorio. Cuanto más productivo es un país, más producen en menos tiempo sus trabajadores y empresas. Guinjoan, como otros expertos, cree que el crecimiento de la productividad, y no del conjunto de la economía, debe ser el objetivo de los próximos años. "Productividad significa salarios altos, debe estar bien repartida. No puede que haya productividades de miseria porque los salarios son de miseria", concluye.
Crítica en las administraciones
Uno de los principales problemas que, a juicio de Guinjoan, explican que el tejido productivo catalán y español se base tanto en sectores de sueldos y productividad bajos se debe a las políticas económicas. "El mundo político tiene más poder del que parece a la hora de acompañar al sistema productivo, pero históricamente tiene cierta servidumbre hacia la inercia económica", reflexiona. En este sentido, el economista apunta que "las administraciones, cuando oyen hablar de creación de empleo, no saben decir que no" y, además, "no piensan ni en la calidad ni si hay gente en el territorio para llenar estos puestos de trabajo".
Otro elemento es "la creencia de inferioridad" del país, sobre todo de los gobiernos. "Nos gusta hacer cosas por figurar", recuerda, con proyectos de gran alcance mundial, pero que fortalecen justamente los sectores menos productivos, desde grandes eventos deportivos (Juegos Olímpicos, Copa América, Fórmula 1) hasta macrofestivales de música, que reciben grandes cantidades de ayudas públicas. "En Dinamarca, que es un país con la mitad de población, ya tienen trabajo suficiente en su casa y se dedican a las cosas en las que son fuertes, no a proyectarse en el mundo", comenta. Estos grandes acontecimientos son para "hacer volar palomas y decir «lo bien que lo pasamos», pero una vez pasado el entretenimiento, se acabó", añade.
Aparte de las administraciones, "una parte de la élite empresarial ha renunciado a la actividad que requiere más esfuerzo y es más arriesgada para pasar a buscar el dinero más fácil", dice Guinjoan. Sin embargo, también destaca que "fortalezas este país tiene muchas: tiene un tejido productivo extraordinario, un capital humano muy importante, cultura empresarial y capacidad de organización —recuerda el economista—. Hay puntos de excelencia".
Pese a las capacidades de la economía catalana para prosperar, Guinjoan se muestra "un poco pesimista". "Hay alguna luz, que está indicando correcciones", como la tasa turística, la regulación de los pisos turísticos o los incrementos del salario mínimo, que son una herramienta para subir la productividad de muchos sectores, ya que castigan a las empresas que crean menos valor añadido, mientras que las más eficientes pueden salir adelante. "Eso lo hacen las administraciones públicas", pero al mismo tiempo "estas administraciones también están alimentando a una bestia, que es la ampliación del aeropuerto", matiza.
"Dicen que vendrán inversores internacionales e investigadores, pero a Aena le da igual si hay turismo de masas o no, le interesa el negocio y el negocio pasa por el volumen", señala el economista sobre la ampliación de El Prat. "Con las telecomunicaciones actuales, ¿facilitar el aterrizaje de diez empresarios chinos hará cambiar las cosas? En su avión habrá diez empresarios y 495 turistas, y con el aeropuerto que tenemos ahora ya no sabemos dónde ponerlos".