Midcat: el olvidado gasoducto que la guerra en Ucrania ha convertido en clave
La infraestructura, parada en 2019, vuelve a aparecer como prioridad a pesar de la frialdad francesa
MADRID"El presente Libro Verde es fruto de una constatación: el futuro aumento de la dependencia energética europea (...) y los riesgos que se derivan de esta". Así arrancaba en 2000 el documento de la Comisión Europea Hacia una estrategia europea de seguridad del abastecimiento energético en que se alertaba de la extrema dependencia que Europa tenía –y tiene– del gas ruso. Según Bruselas, proviene el 45% del gas que llega a Europa. Veintidós años después, la invasión rusa en Ucrania y la consiguiente crisis energética, marcada por los precios desorbitados, ha vuelto a poner aquel debate encima de la mesa. Esta vez, sin embargo, con la sensación de que no hay tiempo que perder. "La Unión Europa tiene que poder liberarse de la dependencia del gas y del carbón ruso. Y por eso tenemos que diversificar nuestras fuentes de energía", decía el pasado 5 de marzo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.
Las palabras de Von der Leyen tenían lugar en la capital española, en el marco de una visita oficial. El eco entre decirlas en Madrid o, como es habitual, en Bruselas, podría ser el mismo, si no fuera porque la propia presidenta de la Comisión resaltaba ante el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que "España tendrá un papel muy importante en el abastecimiento energético de Europa". ¿El motivo? La capacidad de poder proveer de gas como el que llega de Argelia al resto de los países europeos gracias a las interconexiones de la Península con Francia. Y aquí entra en juego un proyecto concreto, hasta ahora olvidado dentro de un cajón, que se sitúa cerca de los Pirineos, en el municipio de Girona de Hostalric: el gasoducto Midcat, que tenía que unir Catalunya con Occitania y que ahora se sitúa como una de las claves de la geopolítica europea.
Este gasoducto nace en Argelia –de donde España recibe gran parte del gas que importa–, entra por Almería trazando un camino similar al de Corredor Mediterráneo y actualmente muere en Hostalric. Tenía como promotores a Enagás y a la compañía francesa Teréga. En el año 2019, sin embargo, después de un informe independiente de la Comisión Europea encargado a la consultora Pöyry, el proyecto se paralizó por el elevado coste y las dudas sobre su rentabilidad a largo plazo. La opinión pública tampoco era partidaria de que se acabara: recibió las críticas de entidades ecologistas y de ayuntamientos por su impacto ambiental.
"[En el informe] se apuntaba que solo en caso de que los precios del gas se dispararan mucho, o ante un conflicto con Rusia, sería interesante el Midcat. Se decía que eran cosas improbables, que, en cambio, al final han pasado y por eso ha vuelto el interés", explica Raúl Fernández, actual director general de negocio de gas natural de Factor Energia, que conoce de cerca la infraestructura. La pregunta ahora es si este gasoducto se puede retomar y qué impacto tendría. "Es el momento de poner las interconexiones en marcha", ha defendido Pedro Sánchez en la Cumbre de Versalles, consagrando así el proyecto. A pesar de la ambición mostrada por el presidente del Gobierno español, a la que hay que añadir la de Foment del Treball, a corto plazo, tanto la mayoría de los expertos como el propio ejecutivo español asumen que la crisis actual exige respuestas inmediatas –como por ejemplo un cambio en la regulación del mercado mayorista– y esta no lo es. En el mejor de los casos, fuentes del ministerio de Transición Ecológica apuntan que harían falta unos seis años para acabar la infraestructura.
Además, sobre el Midcat sobrevuelan algunas incógnitas. La primera es quién asume el coste. El Gobierno español no quiere que la finalización de la obra, así como su mantenimiento, recaiga sobre los contribuyentes del Estado, sino que quiere financiarla a escala comunitaria. Por ahora, Europa no se ha comprometido. "Aquí ya no hablamos de problemas técnicos, sino que es cosa de voluntad política", comenta Fernández al ARA. La segunda vuelve a ser la de la vida útil. Fuentes del ministerio que dirige Ribera apuntan al ARA que no solo hay que pensar en el gas que ahora se podría trasladar de Argelia al resto de Europa, sino en las tecnologías que se quieren potenciar en un futuro: "Si estamos defendiendo que hay que dejar de depender del gas y apostar por energías como el hidrógeno renovable, el gasoducto también tiene que ser capaz de transportar y no es fácil", aseguran. Además, esta no sería la única tecnología: encima de la mesa está la posibilidad de trasladar gas natural mezclado con biometano u otros gases renovables.
Tres protagonistas
De la misma manera que las palabras de Von der Leyen tuvieron un eco diferente en Madrid, las de Sánchez lo tuvieron en Versalles. Alrededor del Midcat, el protagonismo no solo lo toma España, sino también Francia y, en consecuencia, el resto de Europa. Hoy en día el gasoducto no solo muere en Hostalric, sino que no tiene una continuidad con la parte francesa y, por lo tanto, no funcionaría. Diferentes voces del sector energético consultadas por el ARA aseguran que el país vecino "nunca ha mostrado interés". No solo por su apuesta por la energía nuclear, sino porque, a pesar de los avisos, Rusia ha sido siempre el proveedor preferido. Además, la decisión de poner punto final al proyecto "tampoco levantó mucha preocupación al Gobierno español", apuntan fuentes del sector al ARA.
"El Midcat es una pieza más", recuerdan desde el ministerio de Transición Ecológica. De hecho, su capacidad es de 9 bcm (miles de millones de metros cúbicos el año) de gas. Esta, sin embargo, se añadiría a los dos gasoductos que sí que están en funcionamiento en España y que conectan el País Vasco y Navarra con Francia (unos 8 bcm anuales). En total, son 17 bcm, lejos todavía de los 190 bcm que llegaron de Rusia a Europa en 2020. Ahora bien, hay que añadir las seis plantas de regasificación que hay en España (siete, si se tiene en cuenta a Portugal) y que permiten convertir el gas líquido (GNL) que llega a la Península en gas normal, otorgándole un tercio de la capacidad de regasificación del conjunto de Europa, así como la posibilidad de transportar GNL a través de barcos metaneros.
Finalmente, existe la posibilidad de intercambiar energía a través de las interconexiones eléctricas, pero aquí la península Ibérica pincha porque estas se sitúan en el 6%, cuatro puntos por debajo del mínimo establecido por la UE para el año 2020 (un 10%). Fernández añade que una mejora de las interconexiones con Europa no solo reduciría la dependencia energética, sino que "facilitaría" la gestión del mercado eléctrico. "Pueden competir más actores", apunta. Una idea que también se recogía hace 22 años en el libro verde de la Comisión Europea.