Laboral

Precariedad juvenil: los salarios de los jóvenes se sitúan un 35% por debajo de la media

La progresión de los ingresos de los jóvenes es más lenta que en generaciones anteriores, según un estudio

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Un 80% de los jóvenes ocupados en España rechazaron una oferta de trabajo en el 2016. En la foto, tres jóvenes trabajando en el Barri Vell de Barcelona.

BarcelonaNo es país para jóvenes. Un nuevo estudio publicado este viernes ofrece nuevos datos sobre la precariedad juvenil en España. El salario de los jóvenes de entre 16 y 29 años se sitúa un 35% por debajo de la media. Asimismo, el progreso de sus ingresos a lo largo de la vida laboral está siendo más lenta: mientras que generaciones anteriores alcanzaban una base de cotización similar a la media antes de los 27 años, ahora los adultos de 34 años todavía no lo han alcanzado.

Son las principales conclusiones de un estudio elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), que define a los jóvenes como un grupo con condiciones de vida muy heterogéneas, por lo que sería un error considerar que todos están en una situación similar. Ahora bien, sin embargo buena parte de ellos acceden al mercado laboral con dificultades y su peso en la población desempleada es el doble que en la ocupada.

Los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) ya apuntaban que más de la mitad de las personas de entre 16 y 29 años tienen dificultades para llegar a fin de mes. Un dato que contrasta con ser la generación con más oportunidades educativas. Uno de cada cuatro jóvenes trabaja con contratos a tiempo parcial, y los que se han independizado viven en hogares con una renta por unidad de consumo un 15% inferior a la media.

Precisamente por esta variedad de los jóvenes, el estudio describe cuatro tipos de jóvenes que se diferencian por su situación y oportunidades. Cerca de un millón de muñecos forman el grupo más desfavorecido: representan al 14% de jóvenes, y ni estudian ni trabajan. Al otro lado de la balanza se encuentran los que tienen mejores condiciones de vida: los que han tenido un entorno familiar o escolar favorable, han cursado estudios universitarios y tienen trabajos calificados, contratos estables y salarios elevados. En medio están los jóvenes que trabajan de forma irregular con salarios bajos, y también los que han terminado la formación postobligatoria y tienen trabajos que les dan cierta estabilidad laboral.

Ascensor social

En este sentido, el estudio apunta a que la educación es determinante en la movilidad social, tanto ascendente como descendente. El 38,5% de los jóvenes que proceden de un estrato socioeconómico alto pero sólo poseen estudios obligatorios descienden hasta un estrato bajo. "La movilidad social descendente también contribuye al aumento de la desigualdad social cuando aquellas personas que parten de condiciones favorables no aprovechan las ventajas de la educación", recoge el estudio.

Todo ello mientras la juventud pierde peso demográfico, situado ahora en el 14,8%, lo que supone una reducción de su influencia en las políticas públicas, con la consiguiente relegación de sus principales problemas, como la inserción laboral.

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