Albiol, el pirómano
Lo que estamos viviendo estos días en Badalona éEs reflejo y consecuencia de los discursos xenófobos de la extrema derecha, que para responder al malestar de la gente busca culpables fáciles en el eslabón más débil de la sociedad: los últimos en llegar. El alcalde de la ciudad, Xavier García Albiol, del PP, se ha comportado como un líder incendiario ultra, vinculando descaradamente inmigración con inseguridad y promoviendo y convirtiendo en un espectáculo propagandístico el desalojo de un antiguo instituto educativo ocupado por personas que no tienen dónde dormir.
En el último capítulo de esta vergonzosa situación, mientras, por un lado, Albiol negociaba con el Govern y las entidades sociales con el único objetivo –por parte de él– de deshacerse como fuera de todos los desalojados del antiguo centro educativo B9, por el otro él mismo daba alas a los vecinos para impedir. "Déjeme margen para intentar resolverlo y, si no, hagáis lo que consideráis", decía Albiol a un grupo de ciudadanos decididos a boicotear la entrada de algunos desalojados en el local de una parroquia, a quienes advertía que, por si acaso, se mordieran la lengua: "Todo se grabase y, si después pasara nada". cargaría". O sea, que en lugar de pedir calma y censurar los llamamientos a la violencia, sólo recomendaba un prudente disimulo.
En los últimos meses, pese al superávit municipal badalonés, Albiol ha ido cerrando recursos de atención social destinados a la atención humanitaria de los colectivos más marginales con el objetivo de quitárselos de encima. No es que no tenga capacidad de acogerlos: es que ha hecho todo lo posible por evitar tener que hacerlo. La cuarta ciudad de Cataluña en número de población se desentiende así de un problema global y propone, sencillamente, que las personas sin hogar sean enviadas a otras poblaciones. Si todo el mundo actuara igual, lo único que se conseguiría sería propiciar una cacería de brujas en el conjunto del país.
La actitud de Albiol es claramente irresponsable. Una cosa es pedir una política migratoria con más controles y más apoyo de las administraciones superiores, y otra muy distinta es desentenderse de personas que están entre nosotros y que, más allá de su situación legal, tienen derecho a un trato humanitario digno. Por encima de todo son personas. No puede ser que una administración importante como el Ayuntamiento de Badalona no haga nada y que su alcalde, además, empuje a los vecinos a boicotear la actuación conjunta del Govern y las entidades sociales implicadas, la mayoría del entorno eclesial.
Envenenar la convivencia es muy fácil y es, sin embargo, lo último que debería hacer un representante electo de una institución pública. No se pueden echar todas las culpas de la inseguridad y la crisis de la vivienda a los migrantes que no han logrado oficializar su situación, la mayoría de los cuales han arriesgado la vida para llegar aquí. Vienen porque saben que hay trabajo, a menudo en negro o mal pagado, trabajo que los autóctonos no queremos realizar. El problema es, pues, estructural. Y la salida en ningún caso puede ser la fórmula Albiol: abstenerse de dar soluciones humanitarias, buscar un chivo expiatorio e incendiar la convivencia. Es una fórmula que lleva al desastre.