Creciente en la incertidumbre

La economía española, y también la catalana –que el año pasado creció más que la media–, sigue funcionando. El Banco de España, que suele ser conservador en sus previsiones, ha revisado al alza la estimación de crecimiento para 2025, del 2,5% anterior al 2,7%, al llegar el pasado año al 3,2%. Todo ello en un entorno de incertidumbres en el panorama internacional. Pero ya el pasado año, con un escenario similar, vivimos numerosas revisiones al alza del crecimiento.

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Es cierto que el instituto monetario no ha hecho estimaciones de la reducción del dinamismo que puede suponer que se destinen más recursos públicos a aumentar el gasto en defensa, así como la aplicación de los aranceles por parte de la administración de Donald Trump. Y es una amenaza que nadie duda de que afectará, pero está por ver en qué medida. Nos movemos, por tanto, de nuevo, en un contexto rodeado de niebla.

De hecho, el propio Trump, no solo con la constante amenaza de los aranceles sino también con declaraciones como las que hizo el pasado fin de semana en las que no descartaba la posibilidad de una recesión, contribuye a generar inquietud global. Y, curiosamente, a consecuencia de las medidas que él mismo promueve. Es en estos parámetros donde debemos movernos. Y por eso en las bolsas se ha impuesto el nerviosismo y la sobrerreacción. La razón es que el dinero es muy miedoso, como avisaba el clásico Charles P. Kindleberger en su obra Manías, pánicos y cracks.

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En cualquier caso, el Banco de España constata la mejora de la renta disponible de las familias y de la remuneración por asalariado por la fortaleza del mercado laboral, hechos que empujan al consumo privado; y al mismo tiempo alerta de una cierta subida de la inflación. Y todo ello en un contexto con un Trump que no deja de dar sustos con la peculiar gestión de conflictos como el de Ucrania o el de Gaza, así como con el debilitante de anteriores motores europeos, especialmente Alemania, que no acaban de arrancar.

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Algunos elementos podrían estar indicando que la economía española ha encontrado un nuevo camino, al menos por ahora, para superar a uno de sus grandes socios comerciales. Uno sería exportar donde antes exportaban los alemanes, y el otro, atraer inversiones gracias a unos costes energéticos comparativamente inferiores a los de otros socios comunitarios gracias a la implantación de las energías renovables. Y en Cataluña, un reciente estudio de la Cámara de Comercio de Barcelona constataba que crecían más los sectores de alto valor añadido. El tiempo nos dirá si es algo estructural o meramente coyuntural.

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Las grandes cifras siguen siendo positivas. Otra cosa son las viejas asignaturas pendientes, como el aumento de la productividad, verdadera vía de progreso, o conseguir una vivienda accesible para gran parte de la población. Se debería aprovechar la etapa de crecimiento para mejorar la nota, aunque es condición necesaria, pero no suficiente, ya que reforzarían dos elementos básicos pero que en la actualidad se perciben lejanos: unos presupuestos públicos y el diálogo político.