La crisis política francesa se enquista

El segundo mandato de Emmanuel Macron como presidente de Francia se está convirtiendo en un calvario que, de no cambiar mucho las cosas, puede acabar poniendo en bandeja la presidencia a Marine Le Pen oa alguien de su partido. Ahora mismo la situación en el país es kafkiana. Macron está intentando que Sébastien Lecornu se lo repiense y se eche atrás de su decisión de dimitir del cargo de primer ministro sólo 24 horas después de presentar su gobierno y menos de un mes después de acceder al cargo. De confirmarse la dimisión, Lecornu será el quinto primer ministro que le dimite a Macron en su segundo mandato. Antes de que él han fracasado Élisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier y François Bayrou. Ahora mismo Francia está inmersa en una grave crisis institucional que parece enquistada y de la que no se ve la salida.

La causa del caos debemos buscarla en la fragmentación política de la Asamblea Nacional francesa, donde los vetos cruzados imposibilitan formar mayorías estables. Macron aspiraba a gobernar mirando a la derecha con una coalición de los macronistas con Els Republicans que carece de mayoría, ya que la pinza entre la extrema derecha y la izquierda condena al bloqueo. La opción que todavía no ha explorado es la de un gobierno comandado por un socialista y ensayar una especie de Gran Coalición en la alemana, pero esa posibilidad parece remota ahora mismo.

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Es como si Macron se negara a aceptar la realidad, lo que le lleva a repetir el mismo error una y otra vez. Lo que es evidente es que Francia necesita ahora una fórmula nueva, una operación imaginativa que rompa las barreras de los partidos tradicionales como lo fue en su día la eclosión del propio Macron. La única solución es una verdadera coalición por los valores republicanos que plante cara a la extrema derecha y sea capaz de sacar adelante reformas importantes y de fondo en un estado francés esclerótico y que da señales de agotamiento. Y al igual que en las elecciones legislativas hubo candidatos conservadores que llamaron a votar a candidatos comunistas en contra de la extrema derecha, ahora debería ser posible un entendimiento de mínimos entre la derecha republicana, los centristas de Macron y los socialistas para superar el marasmo actual.

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Si no es posible esta solución, habrá que volver a celebrar elecciones legislativas en un clima que favorecerá claramente las opciones de Le Pen, ya que su Reagrupament Nacional podrá aparecer como la única fuerza que puede garantizar algo de estabilidad en el país, algo al estilo de lo que está consiguiendo Giorgia Meloni en Italia. Porque lo que es evidente es que, a dos años de las elecciones presidenciales, no hay ahora mismo un candidato suficientemente fuerte para seguir la estela de Macron y batir a Le Pen. Y que los distintos partidos están más pendientes de sus posibilidades de éxito en las presidenciales que de pactar un gobierno que ponga a Francia a funcionar de una vez.