El derecho a ser pacientes en catalán

Que el catalán sea una realidad cuando entramos dentro de la consulta del médico no debería ser un deseo ni una quimera, sino un derecho garantizado de todos los pacientes que deben comunicarse en situaciones de gran intimidad (a veces, de gran gravedad) con profesionales de la salud. Sin embargo, a menudo hemos oído y publicado en el ARA quejas de ciudadanos que han visto vulnerado este derecho, y se han encontrado con que sus interlocutores no sólo no hablaban en catalán, sino que tampoco eran capaces de entenderlo, por lo que se han visto obligados a dirigirse a él en castellano. Ante esto, la movilización de los propios pacientes, mediante la queja en el centro en cuestión, por ejemplo, es importante, pero también lo es que algo se mueva al otro lado, es decir, entre los profesionales sanitarios.

De esto va justamente Salut pel Català, una asociación que nació para ser la carcoma de administraciones con la intención de poner fin a una situación que discrimina una lengua y, por tanto, unos pacientes. No debe olvidarse que, batallas individuales aparte, garantizar los derechos lingüísticos es responsabilidad de las administraciones. En la entrevista que hoy publicamos en el ARA, el presidente de la asociación, el cardiólogo Lluís Mont, hace un llamamiento a tomarse en serio de una vez por todas este compromiso. Por ejemplo, sobre el papel hace años que hay que acreditar el C1 de catalán para acceder a una plaza en la sanidad pública, pero el propio Mont reconoce que después nadie vela por que esto se cumpla.

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La realidad en las consultas, según las encuestas, es que sólo entre un 20% y un 50% del personal sanitario habla realmente en catalán, y un 40% exclusivamente en castellano. Revertir estas cifras no puede depender sólo de la voluntariedad de las plantillas, sino que es necesario poner las herramientas y medios para poder exigir que en un período razonable de tiempo, y vengan de donde vengan los profesionales que se incorporan a nuestro sistema sanitario, puedan acreditar un nivel suficiente de catalán. Es cierto que el sistema sanitario tiene retos importantes por delante, como el relevo generacional que vivirá en los próximos años. Las colegiaciones de profesionales médicos extranjeros han crecido y son ya el 47% de las inscripciones anuales, según el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (COMB). Pero todo ello no puede derribar en la falsa disyuntiva de salud o lengua. La calidad asistencial también incluye el catalán.

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Sumar médicos, enfermeras, auxiliares y todo el personal sanitario al catalán es, indudablemente, poner al paciente en el centro. El conocimiento por parte del médico de la lengua del paciente se traduce en una comunicación más ágil y más directa que, a la fuerza, revierte positivamente en la atención que recibe este último cuando describe una molestia o un dolor, o cuando se le debe comunicar un diagnóstico o prescribir un tratamiento. Esto, que puede parecer muy obvio, no son meras suposiciones: un estudio de la Asociación de Médicos de Canadá certifica una bajada del 24% en la mortalidad entre francófonos atendidos en su idioma en ese país, así como una mejora del pronóstico y estancias en el hospital más cortas respecto a los hablantes de francés que eran atendidos en francés.

Es cierto que en los últimos años, con el trabajo de mucha gente, incluidos los profesionales –como demuestra Salut pel Català– se han podido dar pasos adelante para situar el catalán en la salud en el centro del debate. Esto ha permitido avanzar hacia nuevas medidas como la de establecer la figura del referente lingüístico obligatoria en todos los centros médicos u obligar a tener un plan de gestión lingüística. Toda iniciativa en esta dirección es bienvenida, pero no debe olvidarse, porque así nos lo dice la experiencia, que hay que velar por asegurar que cada paso adelante se da de verdad y no sólo queda a los compromisos firmados.