Guadalajara habla catalán

En Guadalajara estos días se siente mucho catalán. Barcelona es la invitada de honor de la Feria Internacional del Libro (FIL) de la ciudad mexicana, un evento nacido hace 39 años que se ha convertido en una cita anual de referencia para el mundo de la edición, en especial habla castellana. En 2004 la invitada fue Catalunya, que tras algunos titubeos propios y presiones españolas acudió con pabellón y programa propios. Un éxito que abrió sus puertas en el 2007 en la cultura catalana en la Feria de Frankfurt. Desde entonces, Cataluña está presente cada año en la FIL con un amplio despliegue. Este año, además, Barcelona ha hecho un esfuerzo notabilísimo, con un programa cultural ambicioso en el que, además del mundo del libro –por cierto, con una presencia claramente mayoritaria de autores en catalán–, también ha apostado por la música y las artes plásticas. El recibimiento mexicano está siendo generoso e incluso entusiasta.

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No podía ser de otra forma, tanto por la trayectoria y la relación de estas últimas décadas como por los vínculos históricos entre Catalunya y México, el país que hizo de la acogida a los exiliados republicanos –solo México no reconoció al régimen de Franco– una cuestión de dignidad democrática. Josep Carner, Pere Calders, Avel·lí Artís Gener Tísner, Ramon Xirau, Agustí Bartra, Anna Murià, Eduard Nicol, Lluís Ferran de Pol, Pere Bosch Gimpera y Lluís Nicolau de Olwer fueron algunos de los intelectuales acogidos. Su impronta es notable. Quizás el programa barcelonés de este año no hace mucha referencia, pero tanto el alcalde de Barcelona, ​​Jaume Collboni, como el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, han remarcado el vínculo y la deuda histórica de Catalunya con México. La desmemoria en la que se fundó el régimen de la Transición no ha ayudado durante años a hacer justicia al gesto mexicano ni a la contribución catalana de los exiliados en el país centroamericano. Corregir este agravio es una tarea en la que habrá que insistir. De hecho, tanto el Ayuntamiento de Barcelona como el Gobierno están llevando a cabo acciones estos días en Guadalajara y Ciudad de México para fortalecer los vínculos culturales y económicos.

Por supuesto, y pese a que en las calles de Guadalajara y sobre todo en los pasillos de la FIL estos días se siente mucho catalán, la lengua de la presencia barcelonesa ha sido sobre todo el castellano, y los autores mejor recibidos –porque por una cuestión obvia de proximidad lingüística son los más conocidos y leídos en México– han sido los más conocidos y leídos en México–. Pero eso no quita el creciente interés y la presencia contundente de autores jóvenes y no tan jóvenes en lengua catalana, o de clásicos como Mercè Rodoreda o Montserrat Roig. Se ha hecho un esfuerzo en este sentido, tanto por parte de Barcelona como del Institut Ramon Llull y su política de apoyo a las traducciones del catalán a otras lenguas, incluida, por supuesto, la castellana. También las editoriales están haciendo una apuesta muy seria, empezando por los grandes grupos (Planeta y Penguin Random House, muy fuertes en toda Latinoamérica) y siguiendo por un amplio abanico de sellos medios y pequeños.

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Más allá de la polémica en torno a la nueva beca instaurada por el Ayuntamiento para autores latinoamericanos, hay que saludar la presencia en la FIL de Guadalajara, una manera de persistir, sin complejos ni exclusiones, en la internacionalización de la cultura catalana.