Jóvenes condenados a vivir en casa de los padres

Uno de los efectos más perversos de la subida del precio de la vivienda, sea de compra o de alquiler, es que está retrasando cada vez más la edad a la que los jóvenes pueden emanciparse y vivir por sus propios medios. Los datos del Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud de España no dejan lugar a dudas: durante el primer semestre de 2024 sólo un 16,8% de los jóvenes catalanes de entre 16 y 34 años lo habían conseguido. Se trata de la cifra más baja desde que se tienen registros y, sin embargo, es de las más altas de España, donde la media es del 14,8%. Solo Asturias tiene una tasa de emancipación superior a la catalana, del 17%. Esto hace que el 74,5% de los jóvenes que tienen un trabajo todavía vivan con sus padres, una cifra que en Europa resultaría escandalosa.

La tasa no hace más que bajar, aunque en los últimos años se ha reducido de forma muy significativa el paro juvenil y los sueldos también han subido, pero no lo suficiente, claro está, para compensar la subida del precio del vivienda, que es la variable clave cuando un joven se decide a marcharse de casa. Los números son cristalinos. Si el alquiler medio en España es de 1.072 euros mensuales, el salario medio de un joven, es decir, el que se sitúa entre el más bajo y el más alto, es de 1.048. Con estos números ya se ve que es imposible emanciparse a un solo sueldo, por lo que la gran mayoría optan por alargar al máximo la estancia en casa de los padres, porque así ahorran gastos y pueden hacer almohada. Pero esto también tiene efectos colaterales: de entrada para los propios padres, que deben convivir con sus hijos hasta edades más avanzadas, y después para los propios jóvenes, que ven como la posibilidad de formar una familia con hijos también se acaba retrasando. Todo ello impacta sobre otra variable clave en el desarrollo de las sociedades: la demografía.

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Y eso por no hablar del hecho de que hay toda una generación que se ve obligada a vivir "infantilizada" por motivos económicos. Según datos de Eurostat, mientras en países como Suecia y el resto de escandinavos la edad de emancipación juvenil se sitúa en los 19-20 años, en España se acerca a los 30. Una década de diferencia. Estos datos son un incentivo más para dar un vuelco radical al mercado de la vivienda, que actúa ahora mismo como tapón vital para muchos proyectos y evita, por ejemplo, un fenómeno tan habitual en otros países como la movilidad laboral, ya que , si no puedes marcharte de casa a los padres porque el sueldo no te lo permite, tu puesto de trabajo no puede estar tampoco muy lejos, geográficamente hablando.

Lo que deberían entender las administraciones y también el conjunto de la sociedad es que no hablamos sólo de un problema social, sino también de un freno económico. Porque... ¿de qué sirve invertir en la formación de los jóvenes si después no pueden desarrollar su vida en condiciones o, en el mejor de los casos, necesitan la ayuda de los padres? Si queremos una sociedad dinámica y meritocrática, al estilo de las del norte de Europa, la vivienda debe dejar de ser un problema.