Es necesaria prudencia y transparencia sobre el origen de la peste porcina
En los años sesenta, el gran brote de peste porcina africana (PPA) que arrasó la Península durante treinta años entró a través de Portugal, a donde había llegado en 1957 a través de los restos de un catering de un vuelo procedente de Angola que estaba contaminando y que se dio como comida de una granja de miedos. De ahí entró en tren en Extremadura y después se extendió a todo el país, que tuvo cerradas las exportaciones durante décadas. Es decir, la teoría del bocadillo contaminado en el caso actual no sería ninguna ocurrencia porque, precisamente, antes ya había sucedido esto. Es, pues, una hipótesis plausible y que sigue sobre la mesa. Ni otros, como la contaminación entre animales, pero es más improbable porque el jabalí infectado debería haber atravesado rápidamente Francia, donde no hay constancia de que haya casos. Y, también, y tampoco puede descartarse, podría haber salido de un laboratorio, que es el que ahora están investigando tanto el ministerio como el departamento de Agricultura.
Fue un rumor que salió pocos días después del primer caso porque, precisamente, el Centro de Investigación en Sanidad Animal (IRTA-CReSA) de Bellaterra está situado muy cerca del primer foco de peste y, además, estaba allí donde se estaba investigando con el virus en busca de una necesaria vacuna. Desde el IRTA lo desmintieron, ya que, si bien reconocen que el riesgo cero no existe, aseguran que son un centro de investigación de excelencia en el que se controla al milímetro el tratamiento con los virus. Sin embargo, tiene sentido esta investigación de la administración en función de los resultados de la secuencia del virus realizado en los laboratorios europeos.
Y es que, como ya aprendimos con la covid, el virus mutan, y estas mutaciones permiten saber de dónde vienen o cuál puede ser su origen inicial. Lo visto en la secuenciación es que el virus de los jabalíes muertos en Collserola no se corresponde con el que corre ahora mismo por otros países europeos. La cepa detectada, en cambio, es muy similar a la que circuló por Georgia en 2007. Y, lo más preocupante, coincide con la que se utiliza en los centros de investigación, como el IRTA, para evaluar la eficacia de las vacunas en las que se está trabajando. Como bien ha dicho el conseller de Agricultura, Òscar Ordeig, hay que ser muy prudentes, porque aún hay que realizar más investigaciones y todas las hipótesis están sobre la mesa. Pero también se ha comprometido, como es lógico, a informar con transparencia de lo que se vaya sabiendo en todo momento. Sería grave y un fuerte golpe para el centro de investigación que hubiera habido un escape incontrolado o algún caso de mala praxis, por supuesto, pero aún sería más grave que se quisiera tapar y no hubiera una investigación seria y transparente. Volviendo a la covid, recordemos que todavía no se ha despejado su origen por la falta de transparencia de China, y allí también se apuntó originalmente a un laboratorio en Wuhan. Seguro que en el caso catalán llegaremos a saber qué ha pasado de forma clara y, a ser posible, rápida. No podemos sacar conclusiones antes de tiempo, pero sí es necesario reclamar celeridad en la investigación, transparencia, responsabilidad y, una vez haya conclusiones, ver cómo se pueden limitar los daños y evitar que pueda volver a ocurrir.