El Prat reclama seriedad
La ampliación del aeropuerto de El Prat reclama seriedad. Mucha seriedad. Hay dos sensibilidades o visiones enfrentadas que sólo podrán conciliarse si se trabaja con rigor técnico y con auténtica voluntad de consenso. Es lícito tener como prioridad tanto el progreso económico y, por tanto, el bienestar de la gente, como el respeto al medio ambiente en el contexto de crisis climática global. ¿Quién puede estar contra el progreso económico y la competitividad del país? ¿Quién puede estar contra el medio ambiente? El gobierno de Isla, con un PSC históricamente decantado por el crecimiento y con la complicidad de Aena y el ejecutivo español, ha decidido sacar adelante la ampliación sin más dilaciones. La decisión está tomada. Es una opción que quiere hacerse compatible con una parte de sacrificio del entorno natural.
Lo que hay que exigir ahora a Isla es un triple compromiso. En primer lugar, debe comprometerse a tener máximo cuidado y diálogo para minimizar estos daños naturales. La presencia en el Gobierno del ecologista Jordi Sargatal como secretario de Transición Ecológica debería ser una garantía. Sin embargo, de entrada la reacción de los expertos y activistas ambientalistas ha sido muy crítica. La compensación por el alargamiento de la pista, sobre todo hacia la laguna de la Ricarda, deberá realizarse con unas garantías técnicas que no se han explicitado lo suficiente. Hay mucho que definir y precisar. El precedente de la última ampliación no ayuda: nunca se hicieron realidad las medidas de compensación prometidas. Esta vez la vigilancia europea y ciudadana será más estricta.
La segunda exigencia, igualmente relevante, tiene que ver con el modelo económico catalán, que, en principio, debe beneficiarse de un aeropuerto intercontinental. La ampliación debe ir acompañada de un plan sólido integral, a medio y largo plazo, para transformar la economía catalana para tener más productividad, diversidad y calidad: potenciando una industria de alto valor tecnológico, impulsando la investigación y la transferencia de conocimiento y atrayendo capitales extranjeros y talento foráneo (y reteniendo el propio). Si la llegada de más visitantes sólo significa todavía más turismo y, por tanto, más saturación, más sueldos bajos, más gentrificación y más problemas de vivienda, en lugar de progreso y bienestar iremos hacia una sociedad más tensionada y desigual. Un modelo perdedor.
La tercera exigencia, en este caso muy directamente vinculada al equipamiento de El Prat, consiste en la gestión de Aena. que, como decíamos, tiene que pivotar un modelo económico propio. buscará ponerlo en contradicción con los aliados a la izquierda. Así pues, tanto política como técnicamente (naturaleza, modelo económico y gestión), habrá que aterrizar muchos elementos para hacer realidad el despegue del proyecto.