Ropa de segunda mano: una gestión al límite y con demasiado claroscuros

Cuando apenas nos hemos recuperado del bombardeo comercial al que nos ha sometido el Black Friday y con la campaña de Navidad ya poniendo en marcha motores desde hace días en las tiendas, el ARA publica hoy un reportaje de investigación que nos pone frente al espejo como consumidores, en este caso, de ropa y calzado. La mayoría renovamos nuestros trajes a un ritmo vertiginoso temporada tras temporada, mientras cerca de un tercio de las prendas que los europeos tenemos en el armario (un 30%) llevan más de un año sin moverse. ¿Y qué ocurre con la cantidad de piezas que descartamos cuando ya no nos sirven?

Las toneladas y toneladas de ropa que (con suerte) acaban recogidas selectivamente en todos los países europeos son elegidas y gestionadas por empresas y entidades en centros logísticos que ya están enviando alertas de estar al límite de su capacidad. No pueden absorber todo el volumen que les llega, y lo que les va a llegar ahora que las directivas europeas fijan que la recogida selectiva de ropa y textil debe ser obligatoria para favorecer, en principio, la reutilización y el reciclaje.

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Estos objetivos, aunque loables, son poco verosímiles si no se aborda el gran problema de saturación que ya existe en el continente europeo. Ahora que China también se ha vuelto exportadora de ropa usada, ¿la pregunta que planea sobre la cuestión es hacia dónde se puede enviar ahora la mercancía? La investigación saca a relucir las rutas inverosímiles y sin pies ni cabeza que a menudo hacen las prendas. Desde Europa viajan hacia países como Emiratos Árabes Unidos o Pakistán, donde, en zonas donde nadie puede saber al cien por cien qué regulaciones se cumplen, muchas veces se vuelven a empaquetar para reexportarlas hacia países del Sur Global y, en algunos casos, incluso terminan volviendo a la UE.

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El sistema imperante no sólo no tiene ningún sentido lógico, sino que tampoco es soportable en términos medioambientales, y la huella de carbono acaba multiplicándose no sólo por las travesías sino también por la certeza de que buena parte de todo este textil dará vueltas y vueltas para terminar, en muchos casos, en algún vertedero.

La estrategia de exportar cargamentos de ropa usada y de paso alejar el problema que parecen estar siguiendo muchos países no podrá durar mucho más si cada vez más destinos van cerrando sus puertas no sólo al material reutilizable, sino también al de peor calidad, pero que podría reutilizarse en forma de fibras. De hecho, la situación actual ya ha llevado a la Generalitat a mover ficha para auxiliar a los gestores locales de textil usado (algunas entidades sociales del tercer sector) para que puedan seguir financiando unos costes cada vez más altos: si nadie quiere comprar las prendas que seleccionan, ¿cómo se financia la actividad de recogida y selección?

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Es necesario que la industria y los fabricantes se impliquen urgentemente y mucho más en esta tarea de gestionar todo el textil con el que inundan el mercado. Las nuevas regulaciones en las que se trabaja para que afronten estos costes son un buen punto de inicio para garantizar también una mayor transparencia. Y en paralelo, como consumidores podemos reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo, contener la compra compulsiva y revisar y amar nuestro fondo de armario.