Amistades a prueba de pandemia

Las restricciones sociales, las nuevas tecnologías y la necesidad de contacto condicionan de manera muy diferente nuestras relaciones

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Un grupo de jóvenes charlando en un banco al parque

BarcelonaLos niños juegan con sus compañeros de la escuela y amigos. Los adultos podemos salir –para ir a trabajar, a comprar, a hacer deporte, a cuidar a algún familiar mayor...–, pero la vida social ahora está muy limitada por las restricciones. Con esta rotura de los que eran los nuestro hábitos cotidianos parece que no haya quedado mucho espacio por la amistad. ¿Es realmente así o, por el contrario, la distancia social nos ha hecho reforzar los vínculos?

“Las restricciones no han tenido nada en cuenta como vivimos. Se ha puesto el trabajo en el centro, sea el productivo o el de los cuidados”, dice la socióloga Cristina Sànchez Miret. “Somos mucho más que personas que trabajamos o personas que tenemos familia, y las relaciones que tenemos más allá de estos dos ámbitos –trabajo y familia– son importantísimas, no solo para nuestra vida sino como comunidad”, destaca.

Lluís Bernils, por ejemplo, que trabajó de chef durante muchos años, explica que desde que empezó la crisis sanitaria cada noche ha llamado a alguien a las ocho de la tarde. Bernils, que hace años que vive solo, decidió empezar a hacerlo al principio del confinamiento, cuando el restaurante familiar donde trabajaba tuvo que cerrar. “He mantenido todos los amigos que tenía y he hecho muchas amistades nuevas. Lo que pasa es que muchas de estas personas solo las conozco por teléfono. Son gente del gremio o gente con quien hablaba ya por redes sociales. Ahora les tengo que desvirtualitzar”, comenta. Bernils dice que sí que echa de menos el contacto humano, porque en los últimos meses solo ha comido acompañado “dos o tres veces”, y reconoce que esta falta ha potenciado las llamadas. “Antes no me habría atrevido nunca a llamar a gente que conocía tan poco”, confiesa.

Conocer gente nueva, reconectar con gente lejana

La pandemia también ha servido para estrechar vínculos con aquellos que teníamos más cerca pero no conocíamos –son muchos los que han empezado a hablar con los vecinos– pero, al recluirnos entre cuatro paredes con la pantalla del ordenador como única ventana, también nos hemos reencontrado con los que están al otro lado del mundo. Por ejemplo, Berta Barbet, que es politóloga, explica: "Me resultaba extraño porque de golpe me era igual de fácil hablar con los amigos de Barcelona que con los amigos que tengo de cuando vivía en Inglaterra. Empezamos a hacer skypes con gente que vivía cerca y no nos podíamos ver y tuvimos contacto con gente que estaba a mucha distancia”. Sin embargo, añade que con el levantamiento del confinamiento la situación fue variando y que el establecimiento de burbujas sociales ha alterado los equilibrios: “Ahora quedamos con una pareja como mucho, en una casa ventilada o así. Y esto ha hecho que de toda la gente con quien podríamos quedar, se haya priorizado inconscientemente a las parejas y hayamos dejado un poco fuera los grupos grandes de amigos. Porque queda un poco feo dividirlos”, dice.

En el caso de las familias con niños en edad escolar, estas burbujas, además, están condicionadas por las de los hijos y mucha gente ha acabado teniendo más relación con familias de la escuela de sus hijos. Y la experiencia de tener un hijo o hija en el contexto actual también ha sido un motivo para estrechar vínculos y compartir experiencias. Es el caso de la periodista Elisenda Rovira, que reconoce sobre todo gracias a las redes que Instagram ha intensificado la relación "con conocidas con quienes hemos sido madres pandemmials en la misma época" puesto que la vivencia de la maternidad con el aislamiento actual se puede convertir en una experiencia más dificil y solitaria que antes. Ella también ha mantenido contacto con sus amigas y la pandilla de amigos gracias a WhatsApp.

Niños jugando en la calle con mascarilla

La importancia de la amistad para cada persona

Todo ello es una mezcla de soluciones y actitudes. La psicóloga Mayte Moreno, directora de Mentalis Psicología, explica que para contextualizar como se vive la amistad en tiempo de covid hay que tener en cuenta tres elementos: “Dos son externos: el hecho que el covid sea una crisis, en este caso mundial y sanitaria, y que vivamos en una sociedad tecnológica. El tercer elemento es personal, y es el significado que cada uno de nosotros otorga a la amistad. Además, se tienen que tener en cuenta dos elementos particulares más: la etapa evolutiva de cada persona y el grado de solidez en el vínculo de amistad”. Y sobre las crisis, Moreno añade que “ponen a prueba la cotidianidad en la cual estamos inmersos y, por lo tanto, se tienen que concebir como motor para el cambio”. Según ella, será en función del papel que la amistad juegue en nuestras vidas que buscaremos –o no– nuevas vías para trabajarla, pero advierte que en el caso de los adolescentes y de algunos adultos “el mundo social es vital para su desarrollo evolutivo, puesto que se transforma en el centro de su mundo, y es fundamental para la construcción de su propia identidad”.

El filósofo Miquel Seguró dice que ha sobrevivido "quedando en terrazas” y recuerda que amistad y amor comparten raíces etimológicas pero que “en cierto modo se ha creado una jerarquía con las relaciones de pareja, que pasan por encima de la idea de relaciones más transversales”. Concuerda con todo ello la socióloga con quien abríamos estas líneas, Cristina Sànchez Miret, que dice que “las relaciones de amistad son importantísimas, no solo para nuestras vidas sino como comunidad. Estar solo con los convivientes o con los compañeros de trabajo, por mucho que puedas tener buena relación, no implica que no necesites a nadie más. Las nuevas tecnologías pueden ayudar, pero no lo suplen todo. Hay que tener proximidad, y esto no se ha tenido en cuenta, igual que no se ha pensado en las personas que viven solas. El contacto con los otros nos aporta riqueza, y como sociedad nos crea empatía. La pandemia nos está descohesionando como sociedad, está rompiendo el vínculo comunitario. No se ha criminalizado el virus, sino la interacción social. Es cierto que nuestra movilidad es la que hace de canal del virus, pero es un principio muy peligroso porque la sociedad funciona en la medida que somos empáticos con otros, cuando nos reconocemos como iguales y cercanos”. Tanto Sánchez Miret como Moreno advierten de las consecuencias a largo plazo que esta crisis puede tener en niños y jóvenes. Sànchez Miret dice que “hay niños que están creciendo pensando que compartir un lápiz o un abrazo es un problema. Se entiende que médicos y políticos enfaticen lo que es primordial en sus valores, sea la salud o la economía, pero hay que comunicar los mensajes de forma que se refuercen y prioricen los vínculos sociales. Si no entiendes que las personas tienen necesidades afectivas, implementarás políticas que quizás no serán efectivas porque la gente no las cumplirá”, dice.

Algunas personas que nos han hecho llegar sus comentarios a través de las redes decían que la pandemia les había hecho alejarse un poco de amigos en algunos casos por una percepción diferente de los riesgos y de la importancia de respetar las restricciones. Otros, en cambio, han visto como este tipo de relaciones se volvían más profundas y significativas. Quizás la mejor metáfora para la amistad en tiempo de pandemia es considerarla una planta que se ha visto sometida a condiciones extremas de temperatura y sequedad. En muchos casos se ha marchitado, pero en otros, como un cactus en el desierto, nos ha dado flores de inusitada belleza.

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