¿Qué podemos aprender de las plantas?
El libro 'Planta sapiens', de Paco Calvo, saca a relucir la inteligencia secreta de estos vegetales
Barcelona“¿Sabes qué? ¡Incluso el Dalai Lama dice que las plantas no tienen inteligencia!”, exclama el científico cuando iniciamos la entrevista. Quien habla es Paco Calvo, director del Laboratorio de Inteligencia Mínima (MINT Lab) de la Universidad de Murcia y autor de la novedad editorial Planta sapiens (Seix Barral, 2023). “Le di el libro en inglés el pasado verano y me dijo que las plantas no son seres que sientan. ¡Que esto sólo lo podemos ser los humanos!”, sigue sorprendido. Más tarde descubre que en uno de sus libros, el líder budista escribe que los seres vivos que sienten son sólo quienes tienen la capacidad de desplazarse.
“Es decir, identifica el sentir con la necesidad de desplazarse. Visto así, está claro que para él una planta que está quieta no tiene esa necesidad”, sonríe. Ya hace tiempo que el científico está acostumbrado a esta creencia, que asegura estar arraigada en todo el mundo. Por eso, una de sus misiones es la de abrir la mirada a ese universo tan fascinante que es el de la inteligencia de las plantas.
En Planta sapiens, que escribe junto con la zoóloga Natalie Lawrence, el científico expone varios de los descubrimientos que se han hecho y que demuestran que las plantas pueden llegar a aprender, recordar, comunicarse, reconocer sus iguales, evaluar riesgos o tomar decisiones. Llegar a estas conclusiones no es fácil. Para empezar, sólo se puede observar la parte externa de la planta. “Hemos estado ciegos durante todo este tiempo, porque hasta hace poco sólo se podían realizar investigaciones si se ponían las raíces a plena luz del día, cuando ellas huyen de la luz –matiza Calvo–. Es como si quisiéramos estudiar un pez fuera del agua”.
Raíces inteligentes
Para entender el funcionamiento de una planta, es necesario pensarla como un ser vivo que tiene el cerebro en el interior de la tierra y las patas en el exterior. “Lo que hagan las plantas en las raíces formará parte de su economía global. Desde ahí fluirá la información por todo el cuerpo con todas las estrategias de crecimiento y decisiones para poder sobrevivir”, explica. Y al igual que también ocurre con los árboles, sus raíces también comparten nutrientes y se comunican de forma subterránea con sus homólogas vecinas. "No hay formas de vida que no sean sociales", apunta.
Aunque Calvo asegure que los resultados de las investigaciones realizadas hasta ahora sólo son “la punta del iceberg” y que sólo hayan podido probarse en plantas de laboratorio, que no dejan de ser “modelos empobrecidos”, ya se pueden extraer algunas conclusiones. Una relevante es que las plantas tienen las raíces conectadas entre sí y, al pasarse información, pueden cambiar su comportamiento. Pongamos por caso que una de las raíces sufre estrés hídrico. Esto hace que las raíces de unas plantas más allá, al detectarlo, aunque no sufran esta situación, se preparen por si les llega la sequía. “En el suelo existe información circulando todo el día. Incluso las plantas tienen patrones de amistad y enemistad entre ellas, algunas cooperan y otras compiten por los recursos –observa–. Todo ello no es diferente de lo que ocurre en el resto del reino animal. La única diferencia es que nos cuesta asimilar que también ocurra con las plantas”, continúa.
Más allá del cerebro
Si resulta que no somos tan diferentes como pensábamos, ¿qué lecciones podemos aprender los humanos de la vida de las plantas? “Uno de los aprendizajes es el de “Divídete y vencerás”: las plantas no tienen nada centralizado, no tienen un órgano esencial. Tú le cortas una rama y le crecerá otra. A ti te corto un brazo y no te va a crecer nada”, indica Calvo. “Pero, en realidad, nosotros estamos más descentralizados de lo que pensamos. Somos muy neurocéntricos y estamos obsesionados con el sistema nervioso central, víctimas de la metáfora de que la mente es el softwarey el cerebro el hardwareneuronal. Creemos que somos esto, como si lo corporal no fuera igual de relevante que lo neuronal”, continúa el científico.
"De las plantas podemos aprender que no hace falta ni siquiera tener neuronas para tener una conducta flexible y adaptativa", reflexiona Calvo. “También me quedo con ese baño de humildad que hay cuando apreciamos la riqueza y sofisticación de otras formas de vivir, y no sólo la más parecida a la nuestra, como la de los primates o los mamíferos, que tienen corteza cerebral ”, sonríe. Tantos esfuerzos en encontrar formas de vida e inteligencia en otros planetas, cuando en nuestra Tierra descubrimos infinitas variedades que permanecen misteriosas en la comprensión humana. “No debemos antropomorfizar las plantas, no está demostrado que les vaya bien que les canten canciones, como se cree popularmente. Pero esto no significa que no tengan sensibilidad sensorial”, sigue. Con estas reflexiones terminamos la conversación, no sin que antes el científico me dé un último consejo: “No hace falta tener plantas en casa para disfrutarlas. Tan sólo saliendo a pasear al campo con calma ya podrá apreciar estas otras formas de inteligencia y, día a día, ir viendo cómo evolucionan. No deja de ser cómo hacer un poco de mindfulness”, concluye.