Barcelona tendrá un espacio polivalente dedicado a la baldosa hidraúlica
Joel Cánovas, conocido como 'el cazador de baldosas' en las redes, impulsa un centro de exposición, difusión y venta que abrirá el año que viene
BARCELONALa historia ha demostrado infinidad de veces que una casualidad, el día menos pensado, te puede cambiar la vida. El azar de una noche de 2014, en la que Joel Cánovas y un amigo daban una vuelta por el barrio de Gràcia, los hizo topar con un puñado de baldosas hidráulicas que alguien había tirado a la calle. Los diseños les llamaron lo suficiente la atención como para llevárselas a casa. No había ningún tipo de intención detrás de aquella adquisición: "Puede que sirvan de decoración", pensaron. Al día siguiente encontró tres más y también las subieron. Y horas más tarde ya eran nueve. Un mes después, una cincuentena, y 200 al cabo de 60 días. Y así hasta llegar, al cabo de siete años, a tener 3.500 de modelos diferentes y plantear el primer templo del mundo de la baldosa hidráulica en Barcelona. Cánovas no tiene constancia de que exista ninguno otro igual: a pesar de que hay centros dedicados a la losa, como el Museo Nacional de la Baldosa de Lisboa, que recopila baldosas tradicionales portuguesas, o el Jackfield Tile Museum inglés. Ninguno otro se asemeja, ni en práctica ni espíritu, al que se está preparando aquí, que crece cada día que pasa a partir de nuevas baldosas hidráulicas que la gente tira, abandona o da desinteresadamente.
En una antigua fábrica de sifones de la parte alta del Poble Sec, La Vilella, cerca del Teatre Grec, se instalará el museo y centro cultural que albergará la colección, todavía sin nombre definitivo. Será un espacio de 500 metros cuadrados dedicados al culto a la baldosa hidráulica y contará con varias zonas: una sala de exposiciones con bar, un espacio con una prensa hidráulica, un almacén de compraventa y una tienda. La preparación de este local, que se prevé que abrirá el año que viene, es la culminación de siete años de caza sin descanso de Cánovas: "La idea del museo hace años que me rondaba por la cabeza, también porque ya no sabía dónde guardar tanta baldosa. Nos faltaba el espacio y ahora lo hemos encontrado", explica orgulloso. Joel es popularmente conocido como the tile hunter (el cazador de baldosas), gracias a la cuenta de Instagram en la que publica los modelos que va recolectando de calles y pisos de Catalunya.
Es en esta red social en la que este andorrano de nacimiento pero establecido en Barcelona empezó a dejar ver el proyecto. Sus "rescates", como le gusta definir el acto de encontrar y restaurar baldosas, llamaron rápidamente la atención del público. "Cuando abrimos el perfil de Instagram no había ninguno otro similar, así que nos dimos a conocer bastante deprisa. De repente todo se fue revolucionando y mucha gente contactaba con nosotros porque habían encontrado baldosas en alguna calle y por si las queríamos ir a buscar". Empezó a recibir avisos a todas horas y de todas partes, pero hubo una noticia que multiplicó el movimiento: el reportaje que publicaron en el diario inglés The Guardian sobre su proyecto de recuperación y restauración de baldosas, en junio de 2018. "Tuvo mucha repercusión e hizo de efecto llama para los medios de aquí. Cuanto más se hablaba, más gente de toda Catalunya me ofrecía baldosas", recuerda el cazador, que remarca que las donaciones y los avisos que recibe se acostumbran a hacer sin esperar nada a cambio: "Lo mejor con lo que me he encontrado desde que empecé con todo esto ha sido la implicación de la gente. Prácticamente todo el mundo se ha involucrado de manera altruista".
Baldosas catalanas en Australia
La implicación de Cánovas en este proyecto se ha ido multiplicando, a pesar de que hoy en día todavía tiene otro trabajo que le permite pasar muchas horas dando vueltas por Barcelona en bicicleta, un hecho clave para la recolección. El paso definitivo para empezar a soñar en dar un salto llegó con un sorpresivo encargo desde los antípodas: "Una señora de Australia leyó el artículo y se puso en contacto conmigo porque quería que le vendiera 1.000 baldosas del mismo modelo. Era inviable cumplir con un pedido de esta envergadura, porque a menudo encontraba una decena como máximo". Pero el azar, de nuevo, volvió a aliarse con Joel: el deseado millar apareció en un piso. Entonces el cazador se dio cuenta de que las viviendas donde sustituían viejas baldosas por parquet u otros tipos de suelo eran una mina para conseguir grandes cantidades. El radio de acción se amplió: "Hoy en día tengo avisados a centenares de trabajadores de la construcción del país. Mi teléfono no para de sonar en todo el día, y estoy en un punto en el que me parece que media Catalunya tiene mi número", exclama el andorrano entre sonrisas, que asegura que, no solo revisa decenas de sacos cada día, sino que tampoco ha dejado nunca una baldosa sin coger.
No es de extrañar que con esta infraestructura su colección sea mastodóntica. Actualmente, suma más de 45.000 baldosas de 3.500 modelos de medidas, formas y diseñadores diversos. Tiene novecentistas, modernistas, de arte nouveau, auténticas obras de arte de características que las hacen únicas: "Es un trabajo artesano –describe– porque cada pieza es inimitable. No hay ninguna baldosa que sea idéntica, todas varían el dibujo aunque sea por un milímetro".
Hablar con Joel Cánovas es hacerlo con un entusiasta de su trabajo. Puede pasar horas explicando anécdotas sobre cómo ha conseguido un modelo concreto y de sus características. "¿Sabías que las baldosas tienen una vida concreta? Llega un día en el que se borran, quizás al cabo de 250 años o así" explica. ¿Más aprendizajes? El color azul es el menos utilizado del gremio: "Es muy escaso y difícil de encontrar –asegura–. Es posible que si la baldosa tiene este color venga de una casa de nivel económico elevado. Pero hay que decir que es un objeto muy democrático, porque he encontrado baldosas hidráulicas preciosas en lugares aparentemente poco agraciados como el barrio de la Mina".
La colección sagrada
Pocos meses antes de cumplir el sueño de tener un centro de difusión, exposición, depósito y fandom de la baldosa hidráulica, el protagonista de esta historia tiene muy claro que lo primero que hay que conservar es la colección: preservar cada uno de los modelos de baldosa catalana es primordial. Por eso, en el museo habrá talleres de recuperación y una zona de venta directa, pero la disponibilidad dependerá de las baldosas con stock suficiente. "Tengo modelos de los cuales solo conservo cuatro piezas. Estas no se podrán comprar por nada del mundo. Son el fondo de mi colección y la absoluta prioridad", detalla.
En su templo, que verá la luz gracias al mecenazgo del empresario y editor Enric Rebordosa, se concentrará un ecosistema propio alrededor de la baldosa. Incluso tendrá una tienda donde comprar libros, tazas, camisetas, marcos, joyas e incluso mesas. Todo en forma o integrado de baldosas. Un símbolo de nuestra ciudad que alguien decidió que tenía valor y apostó por él. Este es el resultado.