Cuerpo y Mente

"Cuando los humanos bajamos de los árboles es cuando empezamos a dormir profundamente"

Conversamos con el cronobiólogo Juan Antonio Madrid, autor de 'El sueño del sapiens'

01/12/2025

BarcelonaSe dice que en los tiempos actuales hay una auténtica "epidemia" de problemas para dormir. Pantallas, estrés, ansiedad... Coger el sueño se ha convertido en un verdadero acto de resistencia. Sin embargo, dormir ha sido un acto esencial en la evolución delHomo sapiens desde los inicios de la humanidad. Sólo durante estas horas de descanso profundo podemos reparar el cerebro, consolidar la memoria o reorganizar nuestros circuitos emocionales.

Quien sabe mucho de todo esto, es el catedrático de fisiología y fundador del Laboratorio de Cronobiología y Sueño de la Universidad de Murcia, Juan Antonio Madrid. En su último libro, El sueño del sapiens (Plataforma Editorial, 2025), nos invita a reconectar con uno de los actos más naturales, y menos valorados, de nuestra especie.

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Una de las preguntas que responde el libro es cómo puede que sea indispensable para nuestra supervivencia dormir, si cuando dormimos estamos completamente vulnerables y desprotegidos. Una situación que no favorecería mucho a nuestros antepasados ​​prehistóricos. "A pesar de ser más vulnerables a los atacados, la inmovilidad del cuerpo y la oscuridad de la noche eran también una protección", explica Madrid. Sin descontar el hecho de que un cazador recolector de la prehistoria sería mucho más susceptible de ser agredido si no durmiera, porque perdería muchos reflejos y coordinación motora.

Dormir es indispensable para nuestra especie y se ha realizado desde los principios de los tiempos. Según estudios realizados en grupos tribales que todavía viven de una forma muy parecida a nuestros antepasados, como los que se encuentran en el desierto del Kalahari, en África, parece que dormíamos directamente en el suelo, en grupo y en el exterior, protegidos por el calor del fuego. "En el momento en que pasamos de vivir en los árboles a andar, dormir y vivir en el suelo, el fuego fue un elemento primordial", explica Madrid. Hasta entonces, el hecho de dormir en un árbol como los chimpancés, con la inestabilidad que esto comportaba, hacía que muchas partes importantes del sueño, como la fase REM, se vieran alteradas. "El riesgo de caer nos impedía entrar en estas etapas del sueño, pero cuando descendimos al suelo es cuando empezamos a dormir más profundamente", apunta. Y en todo esto el fuego tenía un papel: "Nos defendía de los depredadores, nos permitía ver en la oscuridad, nos daba calor y nos protegía de los parásitos y mosquitos", prosigue el autor.

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Todos los días, nuestro cuerpo está programado para darnos la señal de dormir e ir desactivando el cuerpo por la noche gracias a sustancias como la melatonina. De la misma forma, cuando se acerca la salida del sol, el cuerpo también va subiendo los niveles de glucosa y cortisol para despertarnos. Y, en medio, pasamos unas horas durmiendo que todavía hoy fascinan a los expertos. Se sabe que el sueño pasa por tres fases: una primera en la que el sueño es menos profundo; la REM, que es cuando tenemos sueños; y una tercera fase en la que tenemos el sueño más profundo y reparador, que es lo que nos restaura el cuerpo. Sin embargo, durante estas horas de inmovilidad siempre tenemos una especie de secretario, el tálamo, que es un filtro que nos despierta en caso de emergencia. Un caso muy concreto es el de las madres que despiertan ante cualquier sonido que haga su bebé, pero, en cambio, no despiertan si oyen ruidos de la calle.

Diferentes etapas vitales

Los niños, adolescentes, adultos y ancianos no tienen el mismo tipo de sueño. "Nuestro cuerpo está programado genéticamente para realizar cambios durante todo nuestro desarrollo, y el sueño no es una excepción", apunta Madrid. Desde el tercer trimestre de gestación y durante los primeros años de vida, se necesitan muchas horas de sueño, que sobre todo se desarrollan en la fase REM, la de los sueños. "Probablemente se deba a que esta fase sirve para conectar diferentes zonas del cerebro y promueve la conectividad neuronal, dos cosas muy importantes en el neurodesarrollo de los niños", explica.

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Más tarde llega la adolescencia, momento en el que se inicia una revolución del sueño, que hasta entonces había sido de calidad y sin demasiados problemas. "Cada vez concilian el sueño más tarde y se despiertan más tarde por la mañana. Se cambia el reloj biológico, que choca directamente con tener que dar clase a primera hora de la mañana", apunta Madrid. Otro momento clave es la vejez, cuando se reducen mucho las horas de sueño y se hacen con menor profundidad y menos sueños. "Pero también se tiene un sueño más fragmentado y durante el día se va compensando con pequeñas bacainas", matiza.

Según Madrid, hoy en día existen más de ochenta patologías relacionadas con el trastorno del sueño, que han aumentado desde el día en que se inventó la luz eléctrica y se inició la revolución industrial. Un momento en el que nos dejamos de guiar por el horario solar y pasamos a realizar horarios según las posibilidades que nos ofrecía la luz artificial.

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Por eso, el experto recomienda evitar el uso de pantallas sólo quitarnos o justo antes de acostarse. "Lo ideal es que, nada más salir de la cama, ya nos toque la luz natural del día; y que tres horas antes de dormir ya estemos en un entorno de luz cálida, no blanca ni azul de las pantallas", concluye.