"En la montaña puedes perderlo todo en un solo instante, eso no se puede ignorar"
Hablamos con Óscar Gogorza, guía de montaña y autor de un libro sobre la pasión de los humanos por llegar a las cimas más altas
BarcelonaCuando, en 1923, un periodista preguntó a George Mallory por qué quería subir el Everest –una cima que, por aquel entonces, aún no había sido conquistada–, el escalador inglés respondió con una frase tan sencilla como contundente: "Porque está". Aquellas tres palabras, convertidas ya en leyenda, resumen el misterio y la atracción que las montañas han despertado en el ser humano desde tiempos remotos. ¿Por qué queremos llegar a lo más alto de la cima? ¿Por qué nos empeñamos en ir a la montaña, aunque a veces esto implique ponernos en cierto peligro?
Sobre todo esto se habla en el libro Montaña (Debate, 2025), escrito por el periodista y guía de alta montaña Óscar Gogorza. En sus páginas, el ex director de la revista especializada Campobase reflexiona sobre el espíritu de superación y el compañerismo, la fragilidad de la vida y la fuerza de cada paso. Describe la montaña como el lugar donde desaparece todo lo accesorio y donde sólo queda lo esencial. El lugar donde, desde los primeros alpinistas que suben el Montblanc, hasta los escaladores más atrevidos, como Alex Honnold, se desafían todos los límites para llegar a lo más alto.
"Salir a hacer montaña no es un deporte, sino un espacio de libertad abierto a todo el mundo, independientemente del nivel o la dificultad técnica", opina Gogorza. y las prisas— y otra bien distinta, vinculada a la naturaleza, el silencio y la intemperie.
La montaña, explica, le ha enseñado a cuestionar lo establecido ya poner el foco en lo que realmente le importa.establishment, a no tener que pasar por todos los filtros que impone la sociedad. A ser algo más libre, en la medida de lo posible", añade. En definitiva, le ha permitido descubrir qué tipo de vida quiere vivir.
No todo el mundo sube a la montaña por las mismas razones. "Hay quien lo hace movido por el ego, para acumular metas y superarse constantemente. Otros, en cambio, buscan una forma de vida diferente, más libre, o encuentran en la naturaleza un espacio de paz y motivación", explica. En el caso de los alpinistas más osados, asegura, hay una pasión muy profunda por lo que hacen: "Es esa pasión la que les impulsa a madrugar, a asumir miedos y angustias… pero también a vivir momentos de gran ilusión. "Ahora bien, también reconoce que no siempre se llega con la misma luz: "Hay quien va a la misma".
Amor no correspondido
En el libro, Gogorza confiesa lo que muchos alpinistas sienten por la montaña: un enamoramiento hacia algo que no les puede devolver ese amor. "Te pasas años estudiando croquis de vías, matinando y durmiendo mal, todo empujado por una energía y una motivación inmensas. Pero puede que, al final, no saques nada a cambio", admite. Es una relación desigual, en la que la recompensa nunca está garantizada. "A veces puedes perderlo todo en un solo instante, y esta es una realidad que no se puede ignorar", reconoce.
Es lo que se conoce como el juego del alpinismo: cuando pierdes, lo pierdes todo. Una realidad dura que algunos intentan suavizar con la conocida frase "Al menos murieron haciendo lo que amaban". "Detesto esta frase –admite Gogorza–. Porque morir es morir. Da igual triste perder a alguien por un cáncer que por una pedrada. Nadie quiere morir, y es devastador para los que se quedan."
Lo sabe por experiencia. En el 2008 perdió a su amigo Iñaki Ochoa de Olza en Annapurna, una pérdida que le dejó una huella profunda ya la que dedica un capítulo del libro. "Era una de esas personas con las que siempre te sentías bien. Transmitía positivismo y ganas de hacer cosas. Su lema era: «Busca tu camino, síguelo y confía en él»". Pese al impacto de pérdidas como ésta, Gogorza no dejó el alpinismo. "¿Qué podía hacer, si no? –se pregunta– ¿Cómo podía llenar todo ese espacio de pasión y entretenimiento?"
Ahora bien, Gogorza reconoce algo que comparten casi todos los alpinistas: la sensación de que a ellos no les va a pasar nada. "Pensamos que estamos preparados para controlarlo todo, pero luego están los imprevistos, como te caiga una piedra en la cabeza. Por muy entrenado que estés, hay cosas que simplemente no puedes evitar", explica. Es una verdad incómoda que es necesario aceptar para poder continuar. "No tiene sentido vivir con miedo constante, aunque en la montaña sea necesaria para poder sobrevivir. Para mí, el verdadero triunfo no es alcanzar la cima, sino ser capaz de enfrentarme a los miedos que aparecen durante el camino". Y, sobre todo, saber cuándo es el momento de dar la vuelta.