Tu ‘foodie’ de cabecera

Sorpresas te da la vida

Dos restaurantes originales que superan las expectativas

A veces vas a un lugar con una idea preconcebida de lo que encontrarás y lo que acaba siendo no tiene nada que ver. Hoy, dos restaurantes donde me ha pasado esto, en positivo. No son lo que parecen, son todavía mejores. El primero es una mezcla de éxito y el segundo un chino con mucha magia. Allá vamos.

De un restaurante que se llama Arigato (que significa gracias en japonés) pensaremos que es un restaurante, lógicamente, japonés. Me habían dicho que era muy bueno, y fui para allá. He aquí que traen la carta y encontramos tacos, aguachile, enchiladas... Vienen a atendernos y rápidamente nos explican que la carta es una fusión entre comida mexicana y comida japonesa. El resultado es sublime. Os pongo ejemplos: aguachile de vieira con crema de aguacate con kizami wasabi, pepino, yuzu y tortas de maíz. Tan tan udon de cerdo ibérico estofado con miso y sésamo. Coliflor asada con salsa de tamarindo y yogur, piñones, pasas y cebolla confitada. También tienen una versión de chilaquiles con kimichi y uno de los mejores okonomiyaki que he comido nunca, mucho más ligero que otros que he probado (lleva calabacín, calabaza, shiitake, col, cebolla, mayonesa de yuzu, katsuobushi y la típica salsa del plato). Todo buenísimo, con varias opciones vegetarianas y con el punto picante justo que genera adicción. Una de las cosas que me habían dicho de este lugar es que destacaba por los postres, y especialmente los helados. Lo confirmo, se tiene que dejar un rincón. De hecho, si pasáis por delante, podéis entrar a comprar un helado e iros. Son artesanos, los hacen ellos. Los hay con base de leche, veganos y sorbetes. Más allá de los helados, a nosotros nos causaron furor el flan de dulce de leche y palomitas y el pastel de matcha hecho con chocolate blanco y frutos rojos. Si queréis uno ligero, el de mango y coco con tapioca pasa como nada. Encontraréis el Arigato en la calle Roger de Llúria número 114.

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La segunda sorpresa es un restaurante chino único tanto en cuanto a la gastronomía como por su propietario. Vamos por partes: se llama Restaurante Río Dragón. Cuando entréis veréis que ha pasado por allí todo el mundo, puesto que las paredes están llenas de fotos. Siempre me pregunto cuántas veces sale Santiago Segura; claramente es un cliente habitual. Cuando llegue la hora de pedir, dejaos aconsejar, pero ya os avanzo algunos highlights: tallarines manchuria (la pasta está hecha a mano y los tenéis que pedir sí o sí), el rollito especial con carne y verduras (no es como lo imagináis, es grande y viene cortado en rodajas), arroz tostado (este es curioso porque es crujiente y muy diferente) y el puré de patatas con carne y setas. La carta es extensa, así que con hambre no os quedaréis. Este local, sin embargo, no se puede separar del carisma de su propietario, Gang Li, que, aparte de restaurador, es también mago. Y las comidas allí siempre acaban con algún truco. Os estoy viendo frunciendo la nariz. Yo tampoco soy hiperfan de la magia, pero creedme que es muy divertido y muy farandulero. Ideal para ir con amigos o en familia. Lo encontraréis en la calle del Oblit, en el Guinardó.

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Declaración de intenciones

Este texto no es contenido publicitario. Todos los lugares los he visitado como clienta y he pagado la cuenta como cualquier otra persona.