A veces somos, de hecho, los peores enemigos de nosotros mismos. Al respecto, Ricart señala que uno de los métodos para combatir este tipo de pensamientos es desarrollar la confianza con uno mismo. "Muchas personas, cuando llegan a consulta, están agotadas de controlar todas las situaciones por miedo a que pase algo que las angustie, eso les genera un gasto de energía muy grande y sienten que nunca llegan a todo porque hay mil opciones posibles, algo que hace que acaben muy cansadas", relata. En estos casos, lo que hace falta es trabajar en la confianza en uno mismo y sentir seguridad en los propios recursos para afrontar lo que pueda venir.
¿Por qué siempre estamos sufriendo por cosas que quizás no acaban pasando nunca?
La exageración de los problemas es un mecanismo habitual para protegernos del peligro imaginado (real o ficticio)
BarcelonaPensar que algo no va a salir bien o que no somos lo suficientemente buenos es un mecanismo que utiliza casi todo el mundo. Incluso a estrellas del tamaño de la modelo internacional Kendall Jenner, que confesaba en una reciente entrevista en la revista Vogue que es una "pensadora negativa". "Este es mi problema. Siempre estoy preocupada por cosas que quizás no ocurren nunca", decía a este medio en una afirmación que seguro podríamos asignar a la gran mayoría de las personas que conviven con estos mecanismos. Según explica la psicóloga y neurocientífica Mar Ricart, creadora de la comunidad online El Síndrome de la Impostora, los pensamientos negativos son "las ideas, creencias o imágenes mentales que pueden causar sentimientos desagradables como la ansiedad, la tristeza, la frustración o la ira". Según detalla, estos pensamientos se focalizan a menudo en aspectos negativos de una situación, exagerando los problemas o anticipando resultados desfavorables. Ricart, que dirige el centro Niu Psicologia, destaca que estos son pensamientos como los demás: "La diferencia es que nuestro sistema nervioso se asusta pensando que se pueden convertir en realidad y no puede sostenerlos, por eso se desborda y activa reacciones de alerta". Según subraya, hemos entrenado nuestro cerebro durante muchas generaciones para estar alerta y este sistema funcionaba muy bien en el pasado, cuando los peligros eran leones y bestias, pero hoy en día muchos de los miedos son intangibles: “Son ideas abstractas que debemos 'aprender a sostener, y habituarnos a mantener un nivel de incertidumbre ante las situaciones que nos puedan venir a la vida'.
En la misma línea, para Laia Sabaté, psicóloga, escritora y directora de la plataforma online de psicología que lleva su nombre, mayoritariamente pensamos en negativo o de forma catastrófica. "Esto tiene un sentido, nuestro cerebro lo que busca no es exactamente que seamos felices sino que sobrevivamos". Por eso, nos va alertando todo el rato de posibles peligros o desafíos para que podamos hacer algo y salimos victoriosos. Y esto puede tener variables, ya que en función de lo que hayamos vivido "es probable que estemos más o menos ligados a los pensamientos negativos". Si, por ejemplo, hemos vivido en entornos muy inciertos, nos ha costado conectar con los padres o nos ha faltado educación emocional, es probable que hayamos acostumbrado a sobrepensarnos mucho. También avisa de que, en situaciones de estrés considerable, "podemos tener mucha más tendencia a pensar de forma hipervigilante, catastrófica o negativa".
El cerebro no diferencia
De hecho, el surgimiento de estos pensamientos es de lo más rutinario. Ricart destaca que, en realidad, el cerebro no distingue si un pensamiento es real o imaginado y se anticipa preparando una respuesta de alerta frente a la posible situación adversa. Los llamados "pensamientos negativos" se inician como cualquier otro pensamiento a raíz de una percepción o idea y normalmente este tipo de pensamientos tiene la función de protegernos. Según detalla, se mantienen porque creemos que realmente existe un peligro para nosotros y la respuesta de activación del sistema nervioso nos pone en alerta. "Esta es una respuesta adaptativa del organismo ante situaciones de peligro, y se desencadenan reacciones en las que el cuerpo se pone en alerta, aumenta la tasa cardíaca, se agudizan los sentidos y reaccionamos rápidamente a cualquier estímulo", describe. Según sintetiza, esta reacción está diseñada para durar unos minutos, pero cuando su duración es más ancha en el tiempo le llamamos ansiedad. En realidad ésta es un proceso emocional que nos prepara para reaccionar, pero es un problema si se mantiene en el tiempo, ya que puede causar mucho malestar para la salud física y mental.
Por su parte, Sabaté añade que estos pensamientos son muchas veces la representación de lo que estamos sintiendo hacia nosotros mismos y el mundo que nos rodea. "Dependiendo de cómo sea la relación con nosotros mismos, la relación con el entorno, nuestra historia de vida y el nivel de estrés o de desregulación del momento presente en el que estamos, será más probable que podamos gestionarlos o no cuando aparecen", dice. Y agrega que, en función de todo esto, también será más fácil o difícil que cualquier detonante del día a día nos despierte pensamientos negativos. Apunta el hecho de que a veces cosas sencillas como llegar tarde a trabajar, que alguien no nos conteste un mensaje o que no nos encontramos bien puede despertarnos muchos pensamientos negativos porque en el fondo estamos mucho más acostumbrados a escuchar lo que pensamos que el que sentimos. "Cuando no atendemos a lo que sentimos es cuando los pensamientos pueden también convertirse en bucles infinitos", advierte.
No confiamos en nosotros
Además, estos pensamientos son persistentes en la cabeza. Según Ricart, cuando son resistentes en el tiempo, generan una respuesta de activación y alerta al cuerpo que dura más tiempo de lo que se considera saludable. En ocasiones son resistentes porque la misma reacción que genera el pensamiento sobre nosotros retroalimenta la sensación de alarma y nos quedamos en bucle. En otras ocasiones, porque creemos en la posibilidad de que sean ciertos y no confiamos en nuestros recursos para resolver la situación.
Para Sabaté, normalmente los pensamientos negativos se hacen persistentes porque no sabemos gestionarlos. "Nos enredamos mucho, creemos todo lo que pensamos y, como muchas veces nos asusta, nos cuesta salir de la maraña de pensamientos que estamos teniendo", dice. Hay un hecho añadido que es que nos cuesta mucho estar en el aquí y ahora, en el presente. Solemos hacer muchas cosas a la vez y vivimos pocas de las que hacemos. Para tener una mejor relación con nuestros pensamientos debemos aprender a verlos con mayor perspectiva y también a vivir más en el presente. Para ella, lo que intentamos es protegernos y, si pudiéramos escoger, tendríamos una mejor relación con nosotros mismos, pero no siempre es tan fácil: "Lo hacemos como podemos la mayoría de las veces".