"Los que aseguran que Catalunya no es glamurosa no conocen a Núria Feliu"
La comunicadora Ofèlia Carbonell publica 'Las catalanas no se pintan', una investigación sobre estética y catalanidad en la era digital
BarcelonaNavegando por las redes, Ofelia Carbonell (Premià de Mar, 1994) se topó con algunos vídeos de la comunidad expatriada norteamericana en Barcelona en los que mujeres de edades diversas comentaban que se habían tenido que quitar las pestañas postizas o que ya no se inyectaban bótox por no quedar tan extrañas entre las demás madres de la escuela. "Hay una manera de hacer de poco esfuerzo, por así decirlo, que es diferente al estilo parisino", decían algunos de los comentarios de las publicaciones sobre la cosmética nostrada. ¿Existe un canon de belleza específicamente catalán en la era de las redes y la globalización? ¿Ha existido alguna vez? Estas cuestiones y otras son las que se plantea Carbonell en Las catalanas no se pintan (Pórtico), una búsqueda autoficcionada sobre la belleza que acaba de llegar a las librerías.
"Al final, en Catalunya hay de todo, como en todas partes. Pero creo que no es algo que hablamos tanto entre nosotros como los anglosajones, por ejemplo, que tienen discursos sociológicos y culturales relacionados con el tema de la cosmética –asegura la comunicadora cultural–. Creo que en este tema nos cohibimos porque quizás no le sabemos dar un peso cultural tan importante como en otros aspectos, supongo que viene de una necesidad de priorizar las cosas más incuestionables, como el arte o la literatura". A raíz de lo que decían usuarias y influencers de las catalanas en las redes, Carbonell empezó a reflexionar sobre cómo eran los intereses románticos de las películas, las series y los anuncios catalanes y, paralelamente, investigó qué ocurría antes de la guerra y la dictadura.
De 'La bien plantada' a Rosalía
En 1911 Eugeni d'Ors describía el ideal de la mujer catalana en las glosas de La bien plantada. "De Ors retrata a una mujer que elige la moda más elegante, discreta y sabia, que no tiene una belleza terrible sino familiar. Huye de la exageración naturista del Modernismo, y busca en una estética mediterránea encontrar unos valores específicamente catalanes, herederos de 'un pasado mítico y deseable que debe servir de ejemplo para el tiempo que vendrá", recoge Carbonell. Según la comunicadora, una visión no muy alejada de lo que nos encontraremos cien años después de la mano del grupo Manel, que canta el regreso del amor con Teresa Rampell. Publicada en 2013, la canción reproduce el valor de la sencillez y la discreción: "No lo admitirás pero te ves en el ascensor y te encuentras guapa", resuena la letra del single del tercer álbum de la banda. "Aunque lejos de la Renaixença o el Novecentismo, la década del 2010 al 2020 es un momento cultural de renovación y búsqueda de la propia identidad, también desde la diferencia –reflexiona Carbonell–. En las mujeres seguimos buscando musas, ejemplos y símbolos, ya sea en una canción de Manel, en el anuncio de verano de Estrella Damm o en la actriz que escogemos como it girl".
Sin embargo, si bien los adjetivos discretas y modestas se han atribuido desde hace tiempo a las mujeres catalanas, ellas también se han reivindicado cercanas a la moda y la cosmética. "Los discursos que aseguran que Catalunya no es glamurosa no conocen personalidades como la de Núria Feliu o Guillermina Motta, que tienen actuaciones en TV3 emulando estilismos televisivos de Estados Unidos", ejemplifica Carbonell. De hecho, tal y como analiza en Las catalanas no se pintan, más allá de los versos escritos por hombres, existió un interés de la mujer catalana por la cosmética y la moda del momento.
Desde el siglo XIX hay publicaciones francesas traducidas al catalán sobre cosmética y cuidado del cabello. En 1925 se edita La Mujer Catalana, con el subtítulo de Revista de Modas y Hogar, que hasta el año 1938 ofrece secciones de patronaje para imitar a las estrellas de cine y con consejos de maquillaje y peluquería. "La idea de belleza de mi abuela es radicalmente diferente a la de mi madre, y la de mi madre será inevitablemente diferente a la mía. Nuestra identidad, no sólo como mujeres sino como mujeres de un lugar y de un momento concretos, marca nuestra aproximación a la belleza", explica.
Preguntada por los cánones de belleza catalanes, Carbonell defiende que durante los últimos diez años ha existido un abanico muy amplio, con "nuevas estrellas" que pueden presentar estéticas bien distintas. En el libro cita nombres como el de Rosalía, Bad Gyal Julieta y Júlia Colom. "Rosalía tiene ese punto alternativo y otros artistas más jóvenes como Maria Hein, por ejemplo, exploran estilismos que remiten a la naturaleza y al punto místico. Ninfas y mujeres de agua, que en el fondo también surgen del imaginario catalán".
El maquillaje no habla catalán
Carbonell asegura que ha habido momentos de su vida en los que no he sabido hablar de maquillaje en catalán. Las empresas más exitosas del sector no utilizan el catalán para etiquetar sus productos, ni siquiera como parte de la caracterización de la identidad de la marca. "La reivindicación de la lengua que caracteriza de forma tan transversal toda forma de catalanismo ha dejado al margen algunas esferas. Una es esa concepción de la belleza". Skincare, eyeliner, lipstick... ¿Por qué el maquillaje no habla catalán? Según la comunicadora, desde el punto de vista del conservadurismo la cosmética, la moda y la belleza pertenecen a un mundo femenino y, por tanto, son asuntos superficiales y de poco valor para representar ninguna cultura. Y desde las izquierdas, porque consideran que esas mismas expresiones forman parte de una historia misógina, y en muchos aspectos todavía participan en la opresión de las mujeres. "Ambas visiones consideran la dimensión estética algo privado, y que, por tanto, no necesita palabras", dice.
En Las catalanas no se pintan, Ofelia Carbonell también reflexiona sobre una serie de capítulos personales de su infancia y juventud para darse cuenta con los años de la importancia que ha conferido a ciertos temas que con el tiempo "se han ido difuminando". invita a querer diferenciarte. Yo empecé a rechazar toda esta feminidad porque a la vez supongo que es cuando empiezo a tomar conciencia de las cosas. malas de la imagen de la princesa Disney que de pequeña me gustaba. Y empiezo a tener los primeros choques de micromachismos y machismo –recuerda– Es un momento complicado porque sufres mucho por cómo te perciben”.