Visitar el lugar en el que un ángel cayó del cielo

BarcelonaMantengo una relación de amor y odio con Ámsterdam. Hay gente que busca una ciudad idealizada, limpia, ordenada, de casas perfectas, zuecos y tulipanes. Y otros buscan las drogas y ver a las prostitutas del barrio rojo. A mí no me gusta ni lo uno ni lo otro. Me dan vergüenza aquellos grupos de hombres que rodean por delante de los escaparates haciendo bromas sobre si entran o no en una casa de sombreros. Tampoco me gusta esa idealización de los Países Bajos como un lugar ordenado, metódico, donde todo es más bonito.

Quizá por eso mi lugar preferido de Amsterdam, aparte de aquellos donde jugó a fútbol Johan Cruyff, es el hotel Prins Hendrik. Un hotel que sería poco. Lo mejor son las vistas de las habitaciones de enfrente, que dan a la estación central. Me gustan los rincones que esconden historias que puedes estirar. Donde las cosas ocurren donde menos te lo esperas. ¿Quién les iba a decir a los propietarios de este hotel que el 13 de mayo de 1988 un cuerpo caería del segundo piso en la calle. La autopsia detectó cocaína y heroína en ese cuerpo pequeño y arrugado que había vivido demasiados excesos. Pero la prensa no veía claro que fuera un accidente, porque la ventana de la que había caído estaba cerrada. Los periodistas preguntaban, puesto que el fallecido era Chet Baker, uno de los mejores músicos de jazz de todos los tiempos. Oficialmente se dijo que era un accidente.

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Una forma de visitar ciudades es ir a los lugares donde vivieron personas que admiras o te interesan. Quizá sea infantil, pero muchos queremos ver el lugar donde Baker murió. No puedo recomendar una ruta turística clásica por Amsterdam, pero si invitar a tirar del hilo cuando ves una placa que recuerda a un hecho histórico oa un personaje. En la puerta del hotel, hay una placa recordando a Chet. Y si estiras del hilo, sales de Ámsterdam y llegas más lejos. El músico forma parte ya de la historia de aquella Amsterdam refugio de gente un poco perdida, donde la belleza y la oscuridad conviven, como ocurría con la vida de Baker. Tiene sentido que en los últimos años pasara largas temporadas en Amsterdam, una ciudad donde el pecado se ha normalizado. Nacido en un lugar perdido de Oklahoma, Baker fue durante los años 50 y 60 la cara bonita del jazz. Un chico apuesto que tocaba la trompeta como si le hubieran roto el corazón. Un genio que no sabía hacer feliz. Que rompía corazones, porque el suyo estaba roto en mil pedazos. Su descenso en los infiernos sería terrible. Entre las peleas, drogas, deudas y el alcohol, perdió los dientes y la belleza. En los años 70 trabajaría en gasolineras, pasaría por la cárcel y se alejaría de la música. A finales de esa década, sin embargo, parecía recuperarse cuando vino a Europa. Volvió a tocar y dar conciertos, e hizo de Ámsterdam un puerto donde siempre encontraba refugio. Un lugar en el que se hacían pocas preguntas, donde podía ir a la suya.

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Fue entonces cuando Bruce Weber le dedicó el documental Let's get lost, que le volvería a poner de moda. Weber rindió homenaje a Baker y una nueva generación se enamoró de él. Pero Chet no pudo disfrutar de ese giro de eventos, porque cayó de esa ventana unos meses antes del estreno de este magnífico documental. Muchos nos preguntamos que pasó esa noche en aquella habitación donde todavía hoy en día mucha gente pide dormir. Quieren peregrinar a un hotel gris de Ámsterdam para recordar una figura trágica. Quieren ver el lugar en el que un ángel cayó del cielo. Baker era esto, un ángel caído.

Recomendación para viajar a Ámsterdam

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Documental: Let's get lost

Director: Bruce Weber

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Año: 1988