Viajes

Volcanes dormidos, dunas interminables y piedras imposibles: ocho sitios de otro planeta que están en Cataluña

En el territorio hay paisajes tan singulares que hacen dudar si todavía pisamos este mundo

BarcelonaNo hace falta un billete en Islandia ni un cohete en Marte. Este verano puedes viajar a otro planeta sin dejar a Catalunya y descubrir lugares que parecen de otro mundo. Hablamos de lugares que no encajan con la postal típica, ni con el verde amable de los Pirineos, ni tampoco con el dorado mediterráneo de las calas del Empordà. Son espacios que parecen surgidos de un sueño, un cuento o un planeta remoto. Y sin embargo, están aquí, junto a casa.

Algunos son tan singulares que son famosos, como Montserrat o la montaña de sal de Cardona, pero en este artículo también descubrirás lugares menos conocidos. Visitarlos es como realizar un viaje expreso, estético, aventurero y, casi, espiritual a otro universo.

Concretamente, hemos seleccionado ocho lugares de Cataluña que no parecen de este planeta: tierras secas y rotas que recuerdan la superficie lunar, bosques llenos de rocas gigantes cubiertas de musgo o cráteres que todavía respiran bajo la sombra de los árboles. Son geografías insólitas para viajeros que buscan maravillarse y, sobre todo, sentir que han ido muy lejos sin irse del país.

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El volcán del Croscat, Garrotxa

Una gigantesca herida atraviesa la piel verde de un volcán dormido. Es la gredera del Croscat, una cicatriz rojiza e imponente que deja al descubierto las entrañas del cono volcánico más joven de la península Ibérica. El impacto visual es tan abrumador que cuesta creer que este paisaje, casi marciano, sea natural –y más aún, que esté en Catalunya–. La vegetación recubre toda la montaña menos ese fragmento desollado, que parece asomarse en medio de un planeta desconocido. Si le sumamos la colada de lava que se extiende como una lengua negra durante más de seis kilómetros, la sensación de estar caminando por otro mundo es total.

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El Paraje de Tudela, Alt Empordà

Entre Cadaqués y el cabo de Creus se extiende el Paraje de Tudela, un paisaje seco, lunar, moldeado por la tramontana y el agua. Aquí, las rocas más antiguas de Catalunya –esquistos y pegmatitas– adoptan caprichosas formas: un camello, un águila, un conejo... Salvador Dalí veía un espacio sagrado, hecho para dioses más que para hombres. Y parece realmente un universo surrealista, propio del genio Dalí. Pero ni eso le salvó: en los años sesenta, el Club Med urbanizó la zona. Hoy, desmantelado el resorte, Tudela es un ejemplo de recuperación ecológica y paisajística, galardonado internacionalmente. La naturaleza, poco a poco, ha vuelto a hablar su idioma, con ese aire de irrealidad que la hace única.

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Las formaciones de Órganos de Isla, Cataluña del Norte

Otro paisaje que parece sacado de un planeta lejano es el de las Órganas de Isla, en la Cataluña del Norte. Estas curiosas formaciones de arena y arcilla, esculpidas pacíficamente por la lluvia y el viento a lo largo de millones de años, crean una estructura que parece cortada por manos extraterrestres, pero que, en realidad, es obra pura de la naturaleza. Estas chimeneas de diez metros de altura conforman un laberinto de caprichosas siluetas que parecen un escenario de fantasía. Conocido también como las chimeneas de las hadas, nos recuerdan a la Capadocia turca.

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Las Rocas Encantadas, Garrotxa

En el norte del Collsacabra, entre hayedos húmedos y silenciosos, aparece un caos de bloques gigantes de piedras redondeadas: son las Roques Encantades. Según la leyenda, un demonio tenía la madriguera y, cuando se aburría, hacía rodar las rocas montaña abajo, que se acumulaban en un bosque de hayas. Un día, un ángel le encadenó a las piedras y puso fin a su tormento. El lugar, de una belleza salvaje, ha sido recientemente víctima de una excesiva afluencia de público y de actitudes poco respetuosas: grafitis, ruido, musgo arranque, cabañas... Por eso se han implantado medidas de protección y se recomienda visitarlo con discreción y silencio. No hace falta promocionarlo: la magia del lugar sólo se revela a quien va con respeto.

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El Monte de Sal de Cardona, Bages

El Monte de Sal de Cardona es un fenómeno natural único a nivel mundial, un gigante silencioso de sal que parece salir de otra dimensión. Sus 120 metros de altura no son más que la punta visible de un inmenso diapiro que se hunde cerca de dos kilómetros bajo tierra, un verdadero mundo subterráneo que se revela a los visitantes durante una hora de exploración a 86 metros de profundidad. Este paisaje, de singular y delicada belleza, parece obra de otro planeta, con texturas y formas que sólo la lenta erosión ha sabido esculpir.

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Lagos de Basturs, Pallars Jussà

En el corazón del Prepirineo, los lagos de Basturs podrían imaginarnos como dos pupilas abiertas en medio de los campos. El mayor, redondo como un ojo de gigante, y el pequeño, rodeado de cultivos. Ambos son lagos kársticos formados por la disolución de las rocas subterráneas. Pero no son simples balsas de agua quieta: son mundos vivos, activos y singulares, tanto por su forma redonda como por su origen kárstico. Además, dentro, viven criaturas únicas: un alga que sólo se ha encontrado aquí, e incluso una planta carnívora que flota como un ser de otro planeta.

Montserrat, Bages

La montaña de Montserrat podría ser un producto de la imaginación. Pero sus agujas y monolitos, redondeados y esbeltos, que se levantan como esculturas imposibles en medio del paisaje catalán, son fruto de una singular combinación de material, estructura y erosión. Hace millones de años, ríos impetuosos acumularon cantos rodados y sedimentos en el fondo de un antiguo golfo marino. El tiempo, el viento y la lluvia han ido esculpiendo este durísimo conglomerado –la hueso– hasta crear una auténtica escenografía de leyenda. Los frailes, los flautados, el Cavall Bernat... la imaginación popular ha puesto nombre y mito a unas formas que parecen hechas a mano por dioses, gigantes o seres mitológicos. Pero su belleza no es sobrenatural: es geológica. Y sin embargo, sigue dejándonos boquiabiertos como si acabase de nacer de un sueño.

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La Punta del Fangar, Baix Ebre

No es el Sáhara, pero se le conoce como el desierto del Delta. La Punta del Fangar es una lengua de arena de más de siete kilómetros que se adentra en el mar como un espejismo. Dunas móviles, arena infinita y ninguna sombra más allá del faro –la icónica Faroleta–, la única edificación en ese paisaje desértico. Se llega sólo a pie, en una caminata que parece una expedición en el corazón de la nada. Pero este desierto está vivo: acoge una de las zonas de dunas mejor conservadas de la Península Ibérica y es refugio de pájaros marinos que anidan en primavera. Con buen calzado, agua y respeto, la playa del Fangar debe visitarse porque revela la cara más salvaje y fascinante del Delta.

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