El feminismo recupera el pulso en el primer 8-M postpandémico

Más de 15.000 mujeres se manifiestan en contra de la precarización, las fronteras y las violencias machistas en una protesta marcada por la guerra de Ucrania

BarcelonaLa lluvia como metáfora del patriarcado amenazaba todo el día la feliz reanudación de las movilizaciones del 8-M pero, finalmente, el feminismo se ha impuesto por unas horas. Hasta 15.000 personas –la inmensa mayoría mujeres de todas las edades– han desfilado por las calles del centro de Barcelona en la primera manifestación del movimiento tras las restricciones pandémicas.

Algunos se afanarán en decir que no son los centenares de miles de personas del 2018, el primer año que, con el empujón delMe Too, el feminismo salió a las calles pisando tan fuerte que sorprendió a propias y extraños. Pero hoy por hoy el feminismo es el movimiento más transversal y capaz de hacer convocatorias multitudinarias, a pesar de las divisiones –que están, como en todos los movimientos progresistas que se aprecien–. A pesar de todo, y con toda la suma de colores, sensibilidades, edades y reivindicaciones, las mujeres catalanas han conseguido llegar al día grande del feminismo más o menos unidas, a diferencia de lo que ha pasado en Madrid. "Todas somos diferentes pero en esta diferencia tenemos espacio para convivir, siendo conscientes de que todas sumamos y divididas nos restan", afirma María José Carrasco, andando por la Gran Vía con una pancarta casera de "Ni una Més", para denunciar el goteo incansable de feminicidios.

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A diferencia otros años, en esta ocasión la huelga de cuidados, consumo y laboral la convocaba la minoritaria CGT y, como se preveía, ha tenido un seguimiento muy menor. "Hemos dejado a los niños en casa, con los maridos", explicaban dos amigas que hacía días que debatían por WhatsApp si secundarían la triple parada y se sumarían a la manifestación. Al final "fifty-fifty", se justifican, riendo.

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Presión por la maternidad

Motivos sobran para estar esta tarde nublada en Barcelona. Preguntando sin ánimo de ser una notaria, la lista de motivos, de reivindicaciones o de quejas es larga: de la libertad sexoafectiva al derecho a decidir por el propio cuerpo, a ganar lo mismo que los hombres o poder ir sola por las calles sea la hora que sea. Se comprueba que el ingenio de convocatorias anteriores se mantiene intacto tanto con el tono de los textos de las pancartas como los cánticos que se repiten mientras avanza la columna, donde sobresalen unos enormes globos de color lila con un 8-M sobreimpreso. Un apunte a pie de página: el feminismo gana la batalla al mismo ritmo que el catalán pierde la suya, como si la suma de uno y otro fuera una operación imposible. Ni a la observadora menos atenta se le escapa que el castellano se impone por goleada en las letras impresas y en los gritos que se oyen aquí y allá, y quizás por eso triunfa la versión catalana de la pancarta bilingüe "Sí, tengo + de 30 años y no, no estoy buscando tener un hijo". Es, por cierto, de Íngrid Picanyol, que a los 33 años explica que está más que harta de que todo el mundo se atreva a preguntarle cuándo querrá ser madre, sin tener en cuenta si quiere pero tiene problemas, y sobre todo, sobre todo, le incordia que nadie le pregunte nada parecido a su pareja. 

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Un momento de la manifestación del 8-M en Barcelona

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"Contra las precariedades, las fronteras y las violencias" es el lema que ha elegido este año la Asamblea 8-M, la entidad que ha conseguido esta manifestación unitaria y que no ha querido obviar la dramática situación de la guerra en Ucrania. "Desde las sufragistas, el feminismo y la paz han ido de la mano. Las mujeres defendemos la vida y no la muerte y las guerras", expone Dolores Pulio, portavoz de la Asamblea al inicio de la marcha. El manifiesto de la fiesta subraya que la pandemia ha hecho más profundas las brechas salarial y de género, ha precarizado a las mujeres, sobre todo las migradas y racializadas, y se conjura contra la ley de extranjería y el "capitalismo heteropatriarcal y colonial", el enemigo a vencer por la libertad de mujeres lesbianas, transgénero, transexuales y no binarias.

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Cuán difícil se perfila el camino del futuro tras la pandemia y las crisis lo saben bien las más jóvenes, que se dejan ver en grupos y garantizan el relevo generacional del movimiento, al cual todavía le queda mucha cuerda. Cuerda y trabajo. En el horizonte está la esperada reforma de la ley del aborto que tiene que permitir, precisamente a ellas, poder decidir sin el consentimiento de los progenitores, pero también la de libertad sexual, conocida como la del sí es sí. 

Como decía Carmen Madera, veterana de 75 años con doble militancia en CCOO y el feminismo, hay razones para el optimismo: "Por fin ahora las manifestaciones como estas han dejado de ser un desfile de yayas porque ahora ya hay muchas jóvenes". Si una cosa demuestra este 8-M es que el movimiento ha resistido la parada pandémica y son muchas las mujeres que ya tienen marcado en rojo este día. Rojo no porque sea una fiesta, sino porque cada vez menos se quieren perder sumar. "¿Hoy de aquelarre?", preguntaban los de la bromita. Hoy la escoba hace fiesta.