Feminismos

Aina Calvo: "El ministerio tiene el mandato de desplegar la ley trans; es tan simple y complejo como eso"

Secretaria de estado de Igualdad

PalmaAina Calvo (Palma, 1969) habla deprisa y gesticula mucho. La secretaria de estado de Igualdad y contra la Violencia de Género asegura que el debate en el que está inmerso el movimiento feminista no le debilita, y no duda en hablar de “guerra cultural” cuando se refiere a la extrema derecha. En cuanto a los retos, remarca la necesidad de repartir los cuidados de forma equilibrada entre mujeres y hombres.

Es secretaria de estado de Igualdad cuando se cuestiona más que nunca la idea de igualdad, con la extrema derecha cada vez más presente en las instituciones y la derecha comprando su discurso. ¿Son tiempos difíciles para la igualdad?

— Estamos en un momento delicado. Ha aparecido dentro de una supuesta normalización democrática una voz que reniega de la igualdad y de la violencia de género. Sin embargo, así como el CIS ofrece una información preocupante sobre el 44% de población, que piensa que lo del feminismo ha ido un poco demasiado lejos, también hay otros datos que son esperanzadores, como que el 48% de las personas de la misma encuesta afirma que todavía hay desigualdad. Tenemos espacio para trabajar aunque en un contexto delicado.

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¿Le preocupa la polarización social en torno al feminismo?

— Me entristece. Es lamentable que se compre el marco conceptual de la extrema derecha en las coaliciones del PP con Vox y que se elimine la etiqueta de la igualdad de los organigramas de los gobiernos, como en Baleares. Quitar el concepto es posicionarse en la batalla cultural con Vox. Pero quiero pensar que se mantiene un mínimo para trabajar de forma coordinada. Hemos votado la renovación del pacto de estado contra la violencia de género y el PP ha estado a favor. Quiero creer que esta es una línea que no se va a atravesar para que el trabajo por la igualdad continúe y un PP conservador, razonable y democrático pueda sentirse identificado.

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El antifeminismo crece entre los jóvenes. ¿Cómo incidir en este segmento tan importante de la población, más allá de campañas que no están demostrando demasiada eficacia?

— Debemos continuar con la coeducación. No es una agenda en contra de nadie, a pesar del marco conceptual que la extrema derecha quiere hacernos creer y que se expande de forma venenosa a través de las redes sociales. Hay una toxicidad peligrosa que persigue el enfrentamiento, el señalamiento de lo diferente y la reafirmación de un machismo renovado que ve en el feminismo una amenaza para los intereses de siempre. El escenario es complejo y el trabajo de la coeducación debe avanzar desde la idea de que, cuanto más iguales seamos, mejor sociedad tendremos. No debe vivirse como una amenaza el compartir los cuidados ni la igualdad de condiciones laborales. No podemos descansar el sistema de cuidados sólo sobre la espalda de las mujeres. ¿Quién puede estar en contra de incrementar los permisos parentales y que se puedan compartir? ¿Dónde está la amenaza? ¿Dónde está la destrucción de nuestra condición como especie? Esto amenaza sólo al machismo.

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Hace pocas semanas del 8-M y las manifestaciones han dejado patente una vez más la división en el seno del feminismo. ¿Es necesario un debate en profundidad dentro del movimiento?

— El feminismo académico mantiene un debate en profundidad muy interesante, con posiciones distintas desde la filosofía, la ética, la sociología e incluso desde la ciencia médica. El hecho de que existan dos manifestaciones no significa que seamos al principio del fin del feminismo. Simplemente estamos en otro momento de un movimiento que ha sido siempre transversal y ha tenido divergencias internas. Es cierto que con la aprobación de la ley trans se produjo una animadversión mayor. Esto también forma parte de la realidad, pero ni es insuperable ni significa que el movimiento feminista pierda fuerza. Hay muchos elementos en común. No hay división frente a la brecha salarial, la necesidad de blindar el derecho al aborto, ni a la hora de defender la coeducación, identificar todo tipo de violencia sexual y definir la violencia de género como una violencia estructural.

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La cuestión trans es uno de los principales factores de división. ¿De qué equipo sois: del de Carmen Calvo o del de Carla Antonelli?

— [Ríe] Yo soy del equipo de Ana Redondo y Pedro Sánchez. El equipo de Sánchez impulsó en la legislatura anterior una ley trans, que el Congreso aprobó. El ministerio tiene el mandato de desplegarla. Es tan simple y tan complejo como esto.

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Un millón de euros. Éste es el precio que se ha puesto a la libertad de Dani Alves. ¿Cómo valora esta resolución judicial?

— En un sistema de garantías democráticas, las decisiones judiciales deben ser respetables. En esta cuestión, también se ha demostrado que el consentimiento, que es ahora el gemelo normativo, ha permitido una condena. Es un adelanto. Además, nuestro sistema es garantista y permite que se recorra. Dicho esto, estamos interpeladas por la víctima, y ​​es importante que la ley de garantía integral de la libertad sexual identifique las violencias sexuales que no lo estaban y acompañe a las víctimas, incluso antes de que interpongan una denuncia.

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Alves se ha beneficiado de los tenedores de penas que tenía la ley del solo sí es sí, antes de que PSOE y PP pactaran subir la pena mínima por agresión sexual de 4 a 6 años. ¿Habrá que hacer más retoques a esta norma?

— Se deben respetar los recorridos para tener elementos de valoración. Hubo un error del gobierno por el que pidió disculpas al presidente, y se rectificó con la colaboración del PP, que debe reconocerse y agradecerse. ¿Habrá revisiones? En este momento no estamos pendientes de ello. Pero pueden producirse modificaciones si la realidad lo aconseja, en esta y cualquier otra norma.

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El hecho de que el consentimiento sea el concepto sobre el que gira la ley supone un cambio de paradigma. ¿No debería hacerse más pedagogía con la ciudadanía?

— Es necesario mantener la concienciación y la sensibilización. La transformación social no tiene fecha de caducidad ni se planifica por meses y años. Los nuevos derechos adquiridos y los nuevos ámbitos de intervención requieren continuas revisiones y el trabajo de sensibilización debe realizarse en todas las esferas de la sociedad. Las cosas no cambian para que se introduzca un concepto nuevo en una ley, sino a través de la actividad constante desde todos los ámbitos. Eso sí, que nuestro marco jurídico lo prevea es una mejora sustantiva.

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Las víctimas de violencia machista aumentaron un 10% en 2023, según los datos del Poder Judicial. Esta semana ha habido cuatro asesinatos. ¿Qué está fallando por mantener estas cifras?

— Desde 2003 la evolución es hacia abajo, pero es una sierra con picos y valles. La tendencia a la baja es de alrededor del 20%. Pero una sola víctima al año ya debe hacernos estar en alerta ante una situación insoportable, y no podemos valorarla sólo desde una merma en la sierra. ¿La sociedad ha fracasado? Sin duda. El sistema tiene aspectos a mejorar, pero imaginamos qué pasaría si no hubiera estas coberturas. Tenemos a miles de mujeres vigiladas y acompañadas.