“El relato masculino dice que las mujeres que salen de la norma son peligrosas”
La ilustradora María Hesse dedica un libro a reivindicar las mujeres que pasaron a la historia como grandes malvadas
BarcelonaSi pensamos en los personajes de Pandora y Eva, lo primero que nos vendrá a la cabeza es que las dos son responsables de los males de la humanidad. Nada más y nada menos. En el primer caso, y según la mitología griega, Pandora –que era la primera mujer– fue quien abrió la caja que contenía todas las desgracias del mundo, mientras que Eva, también la primera mujer según la Biblia, comió la fruta prohibida y provocó la expulsión de hombres y mujeres del paraíso. Las dos son lo que la escritora e ilustradora María Hesse denomina “malas mujeres”, figuras femeninas que existieron a lo largo de la historia o que se representan a través de la mitología y las leyendas y que son consideradas malas, perversas o locas porque se salieron del camino marcado.
A todas estas mujeres Hesse les dedica su último libro, Malas mujeres (Lumen), donde hace un repaso de estos personajes tanto de ficción como reales. Analiza la aparición de los primeros mitos y las historias y leyendas que nos han llegado hasta hoy y que se representan con nuevas formas de narrativa, como pueden ser las series.
El punto de partida del libro es romper con el relato explicado durante siglos por los hombres. La autora critica que siempre han sido ellos los encargados de explicar la historia y que, a través de relatos, leyendas y narraciones, han ido inculcando ideas sobre cómo tenían que ser las mujeres –puras, dóciles, sumisas, amorosas– y como no debían ser. Y aquí es donde nacieron personajes como Pandora o Eva, que la autora rescata y reivindica con otra mirada, para descubrir su valentía o la injusticia con la que se les trató.
“El relato masculino nos hizo creer durante mucho tiempo que las mujeres que salen de la norma son unas locas, unas provocadoras, unas farsantes… que son mujeres peligrosas y, en definitiva, malas”, dice Hesse. En su libro mezcla tanto personajes ficticios como reales, porque dice que es importante “demostrar cómo la ficción condiciona nuestras vidas y crea referentes, y por eso quería ejemplos de mujeres que existieron, porque así se ve el poder que tiene el relato y cómo influye a la hora de juzgar y condicionar la vida real”. Mujeres reales como Agripina –hermana del emperador Calígula–, las brujas que murieron quemadas solo por el hecho de ser diferentes, Cleopatra o las sufragistas acompañan en el libro a personajes de ficción que tienen un especial interés para desmontar el discurso hegemónico transmitido a lo largo de los tiempos, como Medea, Circe o Lady Macbeth, entre otras muchas.
¿Y si la autora tuviera que elegir alguno de los personajes que analiza al libro? Hesse reconoce que es difícil, pero cita el mito de Medusa como uno de los que más le ha impactado. “Es la mujer violentada y culpabilizada a quien transforman en monstruo para justificar la violación”, dice. También destaca un personaje más cercano en el tiempo y muy presente en el imaginario colectivo: Madame Bovary, que creó Gustave Flaubert y que, según la autora, simboliza las malas madres . “Es una etiqueta que todavía pesa mucho hoy en día”. Y es que el libro está dividido por arquetipos, pero “todos están relacionados y fácilmente una mujer puede llevar varias etiquetas, por ejemplo loca, envidiosa y mala madre”.
Para Hesse este libro forma parte del “aquelarre” que está haciendo al desconstruir muchas de las cosas que le han sido inculcadas desde pequeña. “Es un proceso lento y a menudo cuesta darte cuenta de ideas y concepciones que tienes muy interiorizadas y son muy erróneas”, dice. “Es cansado pero a la vez nos hace crecer y aprender”. Por eso, explica, le gusta utilizar la frase “estamos cansadas y estamos construyendo nuestro aquelarre”: "A veces querría bajar el nivel pero no lo hago porque a la vez me siento muy reconfortada, muy acompañada y siento mucha admiración por muchas de las mujeres que me rodean. Juntas somos más fuertes, necesitábamos esta unidad porque la carga, así, pesa menos”.
Hesse explica que mucha gente le ha preguntado si se lo ha pasado mal escribiendo este libro, y la realidad es bien diferente. “Me lo he pasado bien haciéndolo –dice–, no es una crítica al pasado, es una invitación a entenderlo, a saber de dónde venimos y seguir leyendo con una mirada diferente, porque esta nueva mirada es reconfortante. Creo que es muy importante volver a dar significado a la historia y a las palabras”. Aun así, sí que hay un punto agridulce en la publicación del libro y es comprobar que “siempre me leen mujeres”. “Mi público son mujeres como yo, que piensan como yo, con ideas y valores similares. Lo veo en las presentaciones que hago, donde hay poquísimos hombres y creo que sería muy importante poder llegar a nuevos públicos, pero cuesta mucho”. “Los hombres, cuando ven la etiqueta femenino ya interiorizan que aquello no les interesa, no es para ellos y, en cambio, nosotras nos hemos pasado la vida leyendo y viendo historias de hombres, en las cuales no nos sentíamos representadas, y no pasaba nada. Pero a la inversa todavía no pasa”, lamenta.