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Elon Musk, tránsfobo con su propia hija: "Mi hijo Xavier fue asesinado por el virus 'woke'"

El hombre más rico del mundo ha atacado a su hija Vivian con unas declaraciones a un medio estadounidense alineado con las tesis de Donald Trump

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El magnate Elon Musk junto al expresidente Donald Trump.

BarcelonaSi Bertín Osborne apareciera vestido de torero en 13TV para criticar el feminismo mientras se come una pata de jamón a mossos no resultaría más reaccionario de lo que ha sido Elon Musk en su última entrevista en Daily Wire, en la que ha demostrado un posicionamiento conservador tan dogmático que incluso le ha llevado a atropellar a su propia hija. El hombre más rico del mundo ha aprovechado una entrevista concedida a dicho medio –fundado por Ben Shapiro y Jeremy Boreing, y desde el que se defienden cada día posicionamientos conspiranoicos y ultraconservadores– para proclamar su ideología a pesar de que con ello atacara directamente al existencia de su hija Vivian, la mayor de los 11 que tiene vivos después de que su primogénito muriera en el 2002 a las 10 semanas de su nacimiento.

En la entrevista, hecha por un controvertido psicólogo de EEUU llamado Jordan Peterson, Musk ha cargado contra los derechos del colectivo LGBTIQ+ en general y contra los de las personas trans en particular. Argumentó que fue "engañado" cuando permitió que su hija mayor, que antes de hacer la transición se llamaba Xavier, empezara un tratamiento con bloqueadores de la pubertad. De hecho, él vincula el consumo de la niña de estos bloqueadores con la posterior transición, que le ha llevado a su actual identidad, Vivian Jenna Wilson, en la que ha adoptado el apellido de soltera de su madre por no tener ya ningún tipo de relación con el padre. Musk asegura que no se le explicó correctamente qué implicaban realmente estos medicamentos y que, además, los expertos le dijeron que su hija podría suicidarse si no se lo permitían, lo que él da a entender que fue una exageración que le dijeron sólo para presionarle para que permitiera que le administraran los medicamentos.

No contento con estas acusaciones a los profesionales a los que él llevó a su hija, Musk también ha aprovechado la conversación con el psicólogo para mofarse del concepto deadnaming, que utilizan las personas trans para señalar aquellas personas que malintencionadamente se refieren a ellos y ellas con su nombre previo a la transición. "Perdí a mi hijo, básicamente. Lo llaman deadnaming por algún motivo: porque tu hijo está muerto", ha afirmado el empresario. Y por si todo esto no fuera suficiente, cerraba su delirio tránsfobo con la frase que más indignación ha levantado: "Mi hijo Xavier está muerto, asesinado por el virus woke". Esta frase, que señala ante todo el mundo a su hija –que tiene apenas veinte años y que quiere ser anónima, ya que nunca ha hablado del tema en público–, resulta especialmente dura, ya no por la falta de empatía con el colectivo LGBTIQ+, sino por su falta de empatía con su propia hija, a la que le ha puesto insensiblemente en segundo lugar cuando le ha tocado elegir entre el bienestar mental de ella o defender los dogmas sobre el género de él.

¿Por qué lo hace?

Ante tan agresivo posicionamiento resultan creíbles dos posibles motivaciones. La primera es que Musk sea una persona profundamente tradicionalista y religiosa que no puede concebir el proceso inherente a la transición que realiza una persona transexual. La segunda opción es que por intereses comerciales quiera llevar a los miles de estadounidenses que siempre hacen caso a un magnate como él hacia las tesis de Donald Trump para que le voten en noviembre. Es evidente que a Musk le irían aún mejor los negocios si ganara las elecciones un neoliberal como Trump. Es por eso que quizá el empresario ha pensado que merecía la pena pasar por encima de su propia hija para favorecer el discurso de Trump, al que no podía apoyar públicamente posiblemente con una hija trans que hubiera hecho la transición con el su apoyo. Ahora que ya se ha sacudido las culpas de haber sido woke, Musk podrá seguir hinchando mediáticamente el ideario de Trump, en el que ha depositado muchas esperanzas. Por ejemplo, porque la regulación de la inteligencia artificial si él gana quedará para mucho más adelante, lo que para los negocios de Musk y sus aliados debe sonar a gloria.

Si bien se le pueden hacer muchas críticas como padre después de lo que ha dicho, a Musk no se le puede negar la transparencia. Dijo el pasado fin de semana que dará 45 millones de dólares al mes para la campaña de Trump y ya ha empezado a hacer gestiones para arrastrar a los grandes magnates de Silicon Valley hacia el líder republicano. Ojalá Musk tuviera el mismo talento para criar a hijos que para hacer crecer empresas.

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