La escena que Stone rodó engañada

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La escena que Stone rodó engañada

Resulta demoledor que no haya ninguna semana en la que no tengamos alguna noticia sobre comportamientos machistas en el contexto del star system de la música, de Hollywood o de los mismos ámbitos pero de nuestro país. Del presente o del pasado, no hay semana que no caiga en nuestras manos alguna información que revele lo mal que lo pasan las mujeres que se quieren dedicar a oficios artísticos. Mi reflexión recurrente es siempre la misma: si a mujeres independientes y con cierta trascendencia pública son capaces de tratarlas así, qué no les deben de hacer a mujeres anónimas que no tienen ninguna fuerza mediática o económica.

Esta semana han resultado muy sintomáticas de cómo han ido las cosas y de cómo van para las mujeres dentro del sector de la interpretación las primeras filtraciones de la autobiografía de Sharon Stone (01). Según ha publicado Vanity Fair, que ha obtenido un primer extracto, la veterana actriz rodó engañada su escena más recordada. Es decir, que Stone hiciese su célebre cruzamiento de piernas de Instinto básico sin ropa interior fue fruto de un engaño orquestado por los responsables del film. Al menos esto es lo que argumenta ella con pelos y señales en su libro The beauty of living twice (La belleza de vivir dos veces), que saldrá publicado dentro de dos semanas.

La actriz, de 63 años, explica que un responsable de producción del film se le acercó y le dijo antes de rodar la escena: “No vemos nada, solo necesito que te quites las bragas, porque el blanco refleja la luz, es decir, que se ve que las llevas puestas”. La actriz, que accedió, comprobó cuando la película ya estaba en fase de postproducción que todo era una falsedad y que se habían grabado sus genitales.

La artista relata que descubrió la jugada que le habían preparado cuando la invitaron a ver el film, ya editado, en una “sala llena de agentes y abogados, la mayoría de los cuales no tenían nada que ver con el proyecto”. Dice que fue entonces cuando entendió que le habían tomado el pelo. Del enfado, abofeteó al director del film, el neerlandés Paul Verhoven (03), y salió corriendo de la sala para llamar desde su coche al abogado Marty Singer y tratar de pararlo todo.

Después de que su abogado la informara de que lo que le habían hecho “no era legal”, Stone habló con Verhoven. “Le hice saber a Paul las opciones que Marty me había comentado. Por supuesto, él negó con vehemencia que yo tuviera ninguna opción. Solo era una actriz, solo era una mujer: ¿qué opciones podía tener?”, se pregunta retóricamente la artista, que tuvo que claudicar.

Finalmente, la actriz dice que después de evaluar las opciones que tenía al alcance aceptó que la polémica escena apareciera de esa manera en el film, estrenado en los EE.UU. durante nuestro verano olímpico. “Porque era correcta para la película y para el personaje; y porque, al fin y al cabo, la hice”, se expresa conformada Stone en el libro. “¿Tienen alguna idea de cuántas personas han visto Instinto básico en los últimos veinte años y pico? Piénsenlo. Se trata de algo más que echar un vistazo a mi falda”, reflexiona Stone en relación con el nivel de exposición que eso le supuso.

Permisivos con las exigencias a los hombres

Es cierto que su papel estaba escrito para el escándalo y que trece grandes actrices del momento -desde Julia Roberts (02) hasta Kim Basinger, que por cierto era la que Michael Douglas (04) había intentado exigir como coprotagonista- lo rechazaron muy conscientes de lo que era y de lo que podía representar para sus carreras. Sexualización de la mujer en la ficción y también agresividad y malas artes detrás las cámaras fueron los ingredientes de una doble brecha de género que solo tuvieron como víctima a Stone. Tanto es así que, como se ha publicado muchas veces, también se esperaba que en el film se viera la primera erección explícita del cine comercial y finalmente no pasó. ¿Incomodar a un actor? No. ¿Engañar a una actriz a pesar del tormento que le pueda suponer? Según Stone, sí.

La otra protagonista de la semana también es una mujer. Pero en unas circunstancias muy diferentes. Se trata de la imperdible Tamara Falcó, que desde hace un tiempo hace de tertuliana en El hormiguero. Con tantas mujeres que podrían hacer de tertulianas y subir el nivel de tantas tertulias, va y resulta que la elegida es ella. Qué injusticia. Me parece una maniobra doblemente cruel: con el colectivo femenino y con el de los periodistas en el paro.

Esta semana, en el programa -¡que es líder de audiencia!-, le preguntaron sobre las vacunas y ella dijo que la de AstraZeneca no se la pondría “por las encuestas” (no intenten entenderlo...). ¿Es científica? No. ¿Su opinión sobre la cuestión es necesaria o útil? No. ¿Podrían ser justificables sus aportaciones en cuanto que supuesta representante de la gran masas social sin voz? Ni de broma, ¡es una marquesa rica! ¿Lo que diga puede generar sólo confusión? ¡Sí! ¿Puede llevar a alguna gente a tomar decisiones que vayan en su contra y del conjunto de la sociedad? ¡Por supuesto!

Los responsables del formato dirían ante estas críticas que no hay que tomárselo tan a pecho, que solo es un programa de entretenimiento. Qué lástima, pues, que no se entretengan haciendo malabares o, todavía mejor, recitando poesía. Justamente han tenido que ponerse a entretener desinformando sobre las vacunas. Resulta increíble. Y si es por interés de generar atención mediática y hacer crecer el share, impresentable.

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