El verano de mi vida

“Era fundamental echarte en la arena y hacer la croqueta cuando intuías que te llamarían para comer”

Las vacaciones de verdad del último Premio Nacional de Investigación, Núria Sebastián, eran los veranos eternos que pasaba con su familia en Calafell

16/08/2025

Barcelona"Los sesenta son los veranos de mi vida", responde sin dudar Núria Sebastián, neurocientífica, catedrática de psicología de la Universidad Pompeu Fabra y Premio Nacional de investigación 2024. Por ella eran vacaciones de verdad, cuando desde los alrededores de San Juan y hasta principios de octubre que volvían a la escuela, coincidiendo con caudillo, se instalaba con la madre, las tías y los primos en la casa que tenían los abuelos en Calafell, en el barrio de l'Espineta. Eran unas casas bajas en primera línea de mar, sin carretera delante y donde todos los niños se pasaban el día jugando.

Tiene un montón de anécdotas de los días que pasaba en remojo en el agua, congelada de frío y con los dedos arrugados, aterrada por si se pinchaba con los peces araña que había, zambulléndose por coger tellinas y comérselas, maravillada con la mariquitas doradas que encontraba echarte a la arena y hacer la croqueta cuando intuías que te llamarían para comer. Así te estabas un rato más con los amigos porque después tenías que aclararte".

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El más especial de todos estos recuerdos es el del día que excepcionalmente los soltaron a dormir tarde. "¡El resto de noches había discusiones que se acababan deprisa con un «a dormir por qué yo lo digo!» ya dormir temprano, qué remedio", explica. Pero ese día, que incluso les dejaron jugar de noche en la playa, tenían que estar despiertos porque estaba a punto de pasar algo trascendental. Los abuelos de Núria eran de los pocos que tenían televisión, y como se podía ver desde el ventanal que daba a la playa, había bastantes adultos mirándola desde fuera. Ella salió disparada cuando papá, que era la autoridad máxima, le dijo que fuera: "Me dijo «este es un momento muy importante, estamos ahí, en la luna». Y yo pensaba que era imposible, miraba la luna y no los veía".

Núria tenía una serie de prohibiciones, que de vez en cuando se saltaba, como pasar en bici por delante de la casa de los Barral, que tenían un cachorro de león; jugar con los niños de género masculino porque se echaban piedras, aunque ella estaba en primera línea para recibir y echar pedradas, y cuando le pusieron los hierros también tenía prohibidísimo coger una bici que no fuera la suya para evitar cualquier accidente, pero "un día pasé todas las líneas rojas yendo con la bici de Silvia. Salí volando y aterricé con las de aterrizaje. También hacía cosas supuestamente más femeninas como venderle a la abuela arena mojada o seca, y conchas de todos los tamaños, a cambio de piedrecitas.