Corazón

Isabel Preysler llegó 45 minutos tarde a la boda de su hija Tamara Falcó

"Flamenco, champán y mucho amor": así vende '¡Hola!' la exclusiva de la boda de la marquesa

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Portada del diario Hola! del casamiento de Tamara Falcó y Íñigo Onieva

BarcelonaLa "boda del año", titulan este lunes las cabeceras del Estado. Cuando menos, la historia de amor, infidelidad, desamor y resurgimiento de la relación –entre otras muchas cosas– de la aristócrata Tamara Falcó y el empresario íñigo Onieva ha sido combustible para los medios del corazón y también un espacio para ver vínculos, protocolos y escenas que a menudo parecen lejanas a la cotidianidad mortal.

La celebración del enlace, que ha durado tres días, empezó el viernes al atardecer con una fiesta preboda para los más íntimos de la pareja, una selección de 200 invitados en el Mandarin Oriental de Madrid. "Flamenco, champán y mucho amor" es como la revista ¡Hola! –que compró la exclusiva de todo el acontecimiento, y que se especula que llega a una cifra de seis cifras– sintetiza el inicio de la boda. Tamara ya aprovechó entonces la oportunidad para vestirse de blanco con un conjunto de blusón, torera y pantalón de Pedro del Hierro que contrastaba con la alfombra roja puesta para la ocasión.

El día del "sí, quiero" llegó cargado de detalles que recordaban el todavía presento título nobiliario de Tamara como marquesa de Griñón y también la notoria voluntad de estrechar relaciones con la realeza española. El lugar escogido para la celebración central fue el Palacio del Rincón –un recinto de más de 2.000 metros cuadrados propiedad de la aristócrata y su hermano, Manuel Falcó– que, a pesar de las reformas que han durado más de un año, solo dispone de un baño para los más de 400 invitados y 250 trabajadores del acontecimiento. La entrada de la novia en el palacio tampoco fue para menos: llegó con el Rolls-Royce Phantom del Rey Alfonso XIII.

Una vez en el recinto, se encontró con sus hermanas Chábeli y Ana Boyer, que la ayudaron a vestirse de blanco y a adornarse con todas las joyas pertinentes, entre las cuales una corona de diamantes con la letra "G", de Griñón, inscrita en la parte central para recordar los orígenes de la marquesa. También el guiño al pasado glorioso se hizo notar con el vestido, que ha sido bordado con una técnica medieval con formas florales de lirios "porque es la flor que representa la pureza", explicó la marquesa. La firma que se ha encargado del laborioso trabajo ha sido Carolina Herrera y no Sophie et Voilà, como estaba acordado, a causa de las exigencias de Tamara para llevar un vestido demasiado parecido a uno de Chanel. A pesar de que ¡Hola! negoció tener de primera mano los detalles de la boda, la revista obviaba un detalle que sí ha revelado el programa Aruseros, de Alfons Arús: la madre de la novia, Isabel Preysler, llegó 45 minutos tarde. Y todavía más grave: Íñigo Onieva también llegó tarde, en este caso media hora.

Tampoco la ceremonia estuvo exenta de sorpresas. El fuego de la casulla del sacerdote que conducía la misa se propagó y causó un pequeño incendio. Fue la hermana de Onieva, Alejandra, quien salió a apagar las llamas. Cuatro centenares de personas estuvieron presentes en esta escena, entre las cuales diferentes personalidades del mundo televisivo como por ejemplo Pablo Motos y Damián Mollá –los dos del programa El hormiguero–, así como diferentes concursantes y jueces de MasterChef como Pepe Rodríguez. También sorprendió la aparición del modelo Jon Kortajarena, pareja de Alejandra Onieva. Quien no pudo disfrutar de esta escena fue el hermano de la novia, Enrique Iglesias. Tampoco estuvieron Isabel Díaz Ayuso ni el alcalde de Madrid.

Después de las once de la noche, Tamara se cambió de vestido para dar el inicio de los parlamentos y la fiesta con un reconocido DJ que duró hasta las seis de la mañana. Pero lo que no sabía es que su marido le tenía guardada una sorpresa: un espectáculo de 200 drones que escribieron la frase Love is in the air. Para culminar los días de festejo y las largas fiestas nocturnas, la pareja pasó la noche de boda en el Hotel Ritz de la capital española, para disfrutar a la mañana siguiente de un brunch en la más "estricta intimidad" al que no asistieron todos los invitados previstos.

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