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Marius Borg Hoiby, el niño adoptado por la monarquía noruega que ahora se enfrenta a 32 cargos judiciales

La Fiscalía noruega acusa de cuatro violaciones al hijo mayor de la princesa Mette-Marit, quien acaba de perder un juicio por un libro que le acusa de haber vendido cocaína. En palacio ya han dicho que no pagarán ninguna de las multas que le imponga la justicia.

Marius Borg Hoiby
23/11/2025
5 min

BarcelonaCuando llega esta época del año hay mucha gente que está deseosa de comerse los doce uvas y empezar al año siguiente porque se mueren de ganas de saber qué les llevarán los próximos 12 meses. Esta aproximación tan positiva al cambio de año no será la de Mette-Marit de Noruega, que durante febrero del 2026 vivirá uno de los trances más amargos que puede vivir una madre: ver a su hijo sentado en el banquillo. Un momento trágico que en su caso, además, se verá amplificado por la presión mediática internacional que recibirá el caso que afecta a su hijo mayor, ya que rara vez se ve comparecer en sede judicial a un miembro de una monarquía.

Aunque Marius Borg Hoiby, el único hijo que Mette-Marit tuvo con su primer marido, nunca tuvo ningún papel oficial en la monarquía noruega ni recibió ningún título nobiliario, sí vivió como un miembro de la Corona de pleno derecho. De hecho, su posición era la mejor de todas para muchas personas, puesto que en la práctica no contaba con ninguna de las obligaciones que tenían todos sus familiares pero sí con los privilegios. Esta posición de doble privilegio se lee ahora como una muy mala combinación para un niño, que no ha encontrado límite desde que a los 4 años se quedó a vivir en palacio. Marius, hijo de la futura reina, hijastro del futuro rey Haakon y hermano mayor de la princesa heredera Ingrid, se enfrenta con sólo 28 años a 32 cargos judiciales. Entre ellos se encuentran los de violación y otros delitos sexuales graves. Según la prensa noruega, podría acabar con una condena de hasta diez años de cárcel.

Una historia de doble sobreprotección

Con estas perspectivas de cara a 2026 es lógico preguntarse qué ha pasado para llegar aquí. La respuesta es larga porque ha tenido muchos episodios, pero puede resumirse de forma muy breve: ha sido sobreprotegido en el sentido más amplio del término. Más allá de la sobreprotección propia de una madre que arrastra a su hijo a un contexto especialmente complicado, Marius ha sido sobreprotegido también como ciudadano, ya que la larga sombra de la futura reina consorte de los noruegos le ha amparado. Y lo ha hecho hasta tal punto que le ha permitido tener ventaja de la policía y, en consecuencia, también de la justicia. Y precisamente esto es lo que hace que este juicio sea leído mediáticamente como una auditoría no sólo en el pasado supuestamente delictivo de Marius sino también en el papel que haya podido jugar su madre –y, por tanto, la monarquía– en todos estos hechos, ya que de todas las pruebas que presenten las partes, así como de todo lo que expliquen de allá la explicación de los testigos, se podrán extraer al acusado y que podrían ser nocivas para una familia real en horas muy bajas.

Marius fue acusado formalmente en agosto de cuatro casos de violación que tuvieron lugar entre 2018 y 2024 –la última cuando ya se sabía que era investigado por la policía– y otros de maltrato. Estos se sumaron a una veintena de delitos que ya se le habían imputado antes y que, en total, suman una lista de 32. Esta cifra final es el resultado de una investigación que comenzó después de que en agosto del 2024 fuera detenido por agredir supuestamente a la novia que tenía entonces. La Fiscalía noruega le acusa de varios actos violentos contra otra exnovia, daños, alteración del orden público, infracciones de tráfico e, incluso, grabar los genitales de algunas mujeres sin que ellas fueran conscientes de ello.

Malos precedentes

Ante este panorama tan crudo, trascendió que Marius tendría previsto negar los cargos más graves para lucharlos en juicio mientras que, en el caso de los más leves, preferiría declararse culpable cuando comience el juicio. Pero antes de empezar el hijo de la princesa Mette-Marit ya ha sufrido su primer revés judicial. Un tribunal de Oslo ha dictaminado en contra del joven y ha confirmado que no se retirará de la venta el libro Rallas blancas, ovejas negras, donde se le acusaba de haber vendido cocaína en el 2023, un extremo que él desmiente pese a haber reconocido públicamente tener problemas de adicciones. Por esta condena deberá pagar 46.000 euros en la editorial por los perjuicios causados. A palacio han salido rápidamente a cortar la sangría de prestigio que les está provocando por decir a través de un comunicado que ni la casa real noruega ni los príncipes herederos se harán cargo de estas cantidades.

Màrius también empezará con desventaja su juicio a raíz de las informaciones que esta semana ha publicado la prensa noruega en relación a una búsqueda que el joven realizó en el móvil que le requisaron y que ahora se han filtrado. Al parecer, buscó la diferencia entre "agresión", "abuso" y "violación". Una búsqueda que de entrada no sería constitutiva de ningún delito ni una evidencia de nada a menos que se tenga en cuenta que la hizo mucho antes de que su caso empezara a tomar impulso y se presentaba públicamente como un hecho puntual y aislado de violencia en el entorno cercano. De hecho, entonces nunca había sido detenido.

Este espectacular mediático toma a la monarquía noruega en una situación muy delicada, ya que el rey Harald de Noruega tiene 88 años y le quedan pocos años de reinado. Si falleciera y abdicara en su hijo ahora o en los tiempos próximos la noticia no sería buena en absoluto para el príncipe heredero, Haakon, ya que coincidiría la polémica del juicio ya no con el príncipe sino con el rey. En algunas ocasiones, cuando van mal dados, los reyes abdican y se llevan la culpa con ellos dejando paso a un sustituto supuestamente limpio, como hizo en España Juan Carlos I. Pero en el caso noruego, la situación es la contraria, ya que es el heredero quien puede salir salpicado, porque es quien ha criado al joven que ahora persigue a la justicia. Y lo peor de todo, la hija del heredero, la princesa Ingrid tiene solo 21 años y no se presenta apta para lograr ningún cargo si los noruegos se opusieran a que lo hiciera Haakon. De hecho, por ahora la han apartado del tablero de juego enviándola a estudiar nada menos que a Sidney. Haakon tiene una hermana, Marta Luisa, que podría asumir el cargo de reina. Pero resulta impensable que el pueblo noruego pueda preferirla después de haberse casado con un chamán y de haberse dedicado a vender su vida en revistas y realities para seguir viviendo como palacio, pero fuera de las obligaciones reales. Ni en los países que mejor funcionan, las monarquías son órganos funcionales.

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